La Masonería Capitular es tan antigua como la Masonería misma; sabemos que ésta nos viene de Inglaterra en los años 1725 y que, desde esa época, el grado de “Maestro” es considerado como un “Alto Grado” concluyendo el curso que conduce del aprendiz al compañero. Pero la muerte de Hiram no puede ser quedar sin consecuencia, y muy temprano, en los años 1750, se desarrollan escalas de grados que tendrán por función vengar la desaparición del Maestro. Se han seguido un multitud de sistemas, todos reclamando patentes apócrifas o perfectamente imaginarias, hasta tal punto que hacia 1760 se puede hablar con Gaston Martin de “revoltijos de altos grados“. ¿Cómo fue esto posible?
Habrá que volver hacia la Historia que no solamente hace entender el pasado, sino que domina el presente. La Masonería aparece en Londres en 1717, en el movimiento de la Royal society; ella sólo tiene por objeto reunir, en una Inglaterra llamada Reino Unido después de la anexión de Escocia, a los hombres “libres y de buenas costumbres” que, sin que importen sus confesiones particulares, tienden a trabajar por el bien común. De golpe todo lo que divide es suprimido de la Asociación, la política, la religión y la mujer. Esos factores de discordia son puestos entre paréntesis; lo que importa es el comercio, el commercium. Hay que hacer notar, aparte, que las Constituciones llamadas de Anderson no asignan ninguna meta a la Institucion y que, en el espíritu de su tiempo, ellas se conforman solamente con separar de la Asociación “al ateo estúpido y al libertino irreligioso”. Sin querer volver sobre esta fórmula cien veces comentada, haré observar que nos encontramos inmersos en el régimen de la civilización cristiana y que, a pesar de la separación protestante, Europa está dominada por el Romanismo católico. El ateo es estúpido porque el no comprende que su interés es fingir la creencia, y el libertino, perdido en su particularismo, olvida lo que reúne - ¡ quod religat !.
Desembarcando en Francia, vía Dunkerque o Burdeos, la situación no es la misma, y la hija natural del protestantismo como decía Lantoine, tendrá que acomodarse al régimen de pensamiento impuesto por Luis XVI. La revocación del Edicto de Nantes está todavía en vigor. La masonería se hace católica, pero sin estados de alma. Cien testimonios confirman que ella fue ortodoxa en materia de política y de religión y que no pretendió jamás comandar en el Te Deum o manifestar su pertenencia al poder. Era la única condición que se le exigió para existir.
La logias convivenciales
Para tener una idea del paisaje masónico en los años precedentes a la Revolución, citaré dos testimonios que permiten corregir la vista retrospectiva que algunos se hacen para definir la misión fijada por el Gran Oriente, en los momentos de su constitución, es decir, en los años 1772-1773. El primero es el testimonio de María Antonieta que responde a las inquietudes de su hermana concerniente a la Orden masónica en Austria.
“Yo creo que te inquietas mucho sobre la Francmasonería en lo que concierne a Francia; Ella está lejos de tener aquí la importancia que puede tener en otras partes de Europa, por la razón de que todo el mundo lo es; sabemos así todo lo que pasa; ¿Dónde está el peligro? Tendríamos razón de alarmarnos si fuese una sociedad secreta y política; el arte del gobernar es al contrario dejarla expresarse y ver que no es mas de lo que es en realidad, una sociedad benéfica y de placer; donde se come mucho, se habla y se canta, lo que le permite al Rey decir que donde la gente canta no se conspira; no es sin duda una sociedad de ateos declarados , porque, tal como me dijeron: Dios está en todas las bocas; se practica mucho la caridad, se cuidan los niños de los miembros pobres o fallecidos; se casan sus hijos; no hay nada de mal en eso. Días pasados, la princesa de Lamballe fue nombrada Gran Maestra en una Logia; ella me contó todas las bellas cosas que le dijeron, pero se vaciaron tantos más vasos como se cantaron coplas”.
El segundo testimonio es el del marqués de Chefdebien -Eaques a capite galeato en la masonería reformada - que en un texto desconocido titulado: Disquisiciones masónicas presenta la Logia como un lugar de convivencia, ajeno “a todas esas masonerías complicadas y científicas” -él se refiere a los múltiples regímenes que se desarrollan exponencialmente en los años 1760. El banquete copioso y alegre, precisa, es el verdadero desenlace de todos los preludios en donde habíamos recibido parientes y amigos, y se permite a título de prueba algunas travesuras inocentes. Finalmente este desenlace a la vez picante y honesto se concluye por algunos actos de beneficencia y liberalidades que los Hermanos no se privan de ejercer en calidad de masones y como hombres sensibles y bien criados.
Estos dos textos, que son testimoniales, presentan la logia como un lugar de sociabilidad y a la masonería como una institución de beneficencia y lo que llamaremos luego la iniciación, es descrita como una travesura inocente. Estos testimonios que podrían completar otros como los del marqués de Luchet y los del varón de Tschboudy, atestiguan que la masonería de la Ilustración -aquella de la que somos, para bien o para mal, los herederos- está más ligada a los valores que son extensivos a la Humanidad, los de beneficencia y de urbanidad, que a los valores filosóficos o religiosos y mucho menos esotéricos, incluso si es verdad que muy pronto, - tenemos el ejemplo con el Capítulo de Clermont -, una masonería paralela se va a desarrollar dándose por misión el completar los grados simbólicos tal como fueron descritos por primera vez en la Masonería disecada de Samuel Prichard.
El Conde de Clermont
Esta alta masonería es incontestablemente de origen francés; no se encuentran trazas de ella en Inglaterra y las referencias a Escocia son todas ellas posteriores. Agregaremos que ella no concierne más que a un número extremadamente reducido de masones y si creemos a Daniel Ligou, la masonería Templaria o Reformada no aglutina en Francia sino a unos doscientos Hermanos. ¿A qué necesidad respondería ella?. Un intento de respuesta fue dada por el conde de Clermont que era el Gran Maestro de la Orden hasta 1771; He aquí lo escrito por una gaceta del 15 de marzo de 1774:
“Dicen que el conde de Clermont está muy enojado por no poseer mandato (…) Así tendría tiempo de hacer fortalecer la Orden de los francmasones de la cual él es el Gran Maestro. Él ha proyectado nuevas constituciones tanto par los hermanos como para los maestros de logias. Él debe alejar a todo el que no es un gentil hombre o un buen burgués. Se ha dicho que sobre este punto la policía ha detenido a varios que exigían dinero a los recipiendarios. Todo se hará en lo sucesivo con nobleza y dignidad”.
Además de hacernos saber que es el conde de Clermont quien llamó a la policía, este testimonio nos enseña que, en los años 1740, sin ser por lo tanto popular, la masonería se desarrollaba en el tercer orden de la sociedad, lo que tiene por efecto contrastar el prejuicio nobiliario del conde de Clermont. Añadamos que el Capítulo de Clermont es indudablemente la primera estructura de los Altos Grados masónicos, lo que nos lleva a pensar que lo que devendría la matriz del Escocismo obedece a una lógica de clase que pretende separar al pueblo del Arte Real. Esta hipótesis que apuntala la correspondencia del Gran Maestro publicada por Clément o por el Abate Pérau que evoca la masonería de “faubourgs” es el indicativo de una fractura que retumbará desde esa época y por largo tiempo en la masonería. Pero la empresa será vana y en ese panorama, veremos pronto desarrollarse una masonería capitular inscrita en el hilo de los tres grados simbólicos y, en particular, el de Maestro.
Las fundaciones
Cuando el Gran Oriente se constituye sobre los escombros de la Gran Logia, su primer gesto es de asegurarse de la regularidad de las logias de su correspondencia, verificando sus patentes; tan sólo algunos Maestros de Logia expulsados, rechazaron plegarse a la regla impuesta por el Gran Oriente y se constituyeron en el Gran Oriente de Clermont que perdurará hasta 1779, fecha en la cual se operará una reunificación de la masonería francesa; la segunda preocupación del Gran Oriente será la homogenización de los Altos Grados que estaban peligrosamente multiplicados. La tarea no era fácil, pues aparte del hecho de que todos los sistemas se fundaban sobre patentes imaginarias o apócrifas, ellos estaban en manos de Potencias autónomas que sin duda no se entregarían en cuerpo y alma al Gran Oriente, sin contrapartida, ya que se trataba de verdaderos fondos comerciales. El Gran Oriente pone en marcha en 1773 una Comisión de Grados en la que figuraban Bacon de la Chevaliere, el conde de Stroganoff y el baron de Toussainet, pero la Comisión se revela rápidamente ineficaz. Por otra parte, la viejas estructuras capitulares de la Gran Logia, aún cuando ellas estaban en total decadencia, rechazaban comunicar sus cuadernos de grados; será necesario esperar hasta 1780, luego de la constitución de un Soberano Consejo Sublime Logia Madre Escocesa del Gran Globo Francés, Soberana Gran Logia de Francia, por que Labady propone al Gran Oriente, vía los Filaleteos, una transacción reuniendo el Soberano Consejo y aquel de los Echarpes Blanches de la Logia des Amis Réunis que animaba Savalette de Langes. Finalmente, y yo abrevio, como la oferta no tiene buen resultado, Labady entrega los archivos y la estructura capitular de la antigua Gran Logia que renace de sus cenizas en la forma del Gran Capítulo General de Francia, en 1786.
Unificación
Un gran paso acaba de darse, pero otra cosa fueron con los Directorios Escoceses. Desde 1773, Bacon de la Chevaliere se mostraba favorable a la integración en el seno del Gran Oriente, pero éste, del cual él era miembro, no parecía para nada apurado de fundirse en la nueva estructura y le costó esperar hasta 1776 para que un Tratado de Unión fuera firmado y reconociera su especificidad. Existía por último un tercer grupo, el de la Madre Logia escocesa de Francia que lleva el título distintivo de Contrato Social con el cual el acuerdo fue más difícil pero que se realizó finalmente en 1781 obligándola a abandonar su título de Madre Logia, pero autorizándola a crear Talleres superiores.
Esta política de reconocimiento debía permitir al Gran Oriente controlar todas las masonerías paralelas que amenazaban su autoridad. Procedía de la misma manera con los grupos menos importantes, como aquel creado por la familia Chef-debien, llamada Rito primitivo de Narbona, la Vieille bru de Toulouse y l’Anglaise de Burdeos. Será lo mismo con el Grand Chapitre de Rose Croix del Dr. Gerbier, y más tarde con Heredom de Kilwinning de Mathéus. En 1786 es el Gran Capítulo General quien en acuerdo con el Gran Oriente confiere los grados superiores donde se propone una síntesis en cinco Órdenes, lo que le permite controlar los grados simbólicos, que son su vocación, y vía el Gran Capitulo General, el de Elegido, el de Escocés Caballero de Oriente y el de Caballero Rosa Cruz.
El Gran Capítulo General es históricamente el heredero de diferentes tradiciones capitulares donde la Gran Logia, a través de sus diferentes Consejos (Príncipes de Oriente, Emperadores de Occidente) había sido el propulsor, el ofrece en 1786 la síntesis de la masonería escocesa -entiéndase esta palabra sin ningún significado geográfico-, capitular. El Rito Escocés Antiguo y Aceptado es más tardío; él procede de un rito de perfección de veinticinco grados de origen Bordelés, que después de haber transitado por Charleston y Santo Domingo, es traído en su forma actual desarrollado en 33 grados por De Grasse Tilly en 1810.
Este rito pretendidamente antiguo tenía la ventaja, en la atmósfera contrarevolucionaria que reinará en Europa justo hasta 1848, de ser francamente deista y ofrecer un compromiso aceptable entre el liberalismo filosófico hijo de la Ilustración y la nostalgia romántica de viejos dogmas. La multiplicación de los Altos Grados no es sin relación con la sed de distinción, que la sobriedad de las cuatro Órdenes del Rito Francés no estaba en condiciones de satisfacer.
Charles PORSET Toulouse, 16 de marzo de 2002