La adaptación genética al lenguaje es imposible por la inestabilidad de los entornos lingüísticos
La evolución del lenguaje humano se debe a la cultura y no a la genética, señala un estudio realizado por el University College London (UCL), del Reino Unido. Aunque haya una base genética relacionada con el lenguaje, y que incluso pudo preceder a la aparición de éste, los cambios lingüísticos son demasiado repentinos para que hayan podido quedar codificados en nuestros genes. A esta conclusión llegaron los científicos gracias a un modelo teórico basado en simulaciones informáticos que permitió comparar el ritmo de la evolución del lenguaje y el de la evolución genética. La conclusión, según los investigadores, es que el lenguaje humano es un sistema evolucionado culturalmente, y no un producto de la adaptación biológica. Por Yaiza Martínez.
La evolución del lenguaje humano tiene su origen en la cultura y no en la genética, señala un estudio realizado por el University College London (UCL), y cuyos resultados han aparecido publicados en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS).
Cierto es, explican los investigadores, que la adquisición y el procesamiento del lenguaje están gobernados por caracteres genéticos pero, ¿hasta qué punto estos caracteres genéticos, responsables de nuestra capacidad de comunicarnos lingüísticamente, han coevolucionado con el lenguaje mismo?
A partir de la modelación de las vías por las que los genes para el lenguaje podrían haber evolucionado, así como de la evolución del lenguaje en sí, la investigación ha podido demostrar que genes y lenguaje no caminan en paralelo.
De hecho, la adaptación genética al lenguaje sería altamente improbable, explican los científicos, teniendo en cuenta que las convenciones culturales a este respecto se transforman mucho más rápidamente que los genes.
Efecto Baldwin
Según se explica en un comunicado emitido por la UCL, de acuerdo con un fenómeno conocido como el efecto Baldwin, las características que se aprenden o se desarrollan a lo largo de la vida pueden, gradualmente, pasar a formar parte del código genético de generaciones posteriores. Esto sucede porque aquellos organismos con una fuerte predisposición a adquirir una característica se encuentran en una situación ventajosa desde el punto de vista evolutivo.
Es decir, que los comportamientos aprendidos pueden hacerse instintivos en generaciones subsiguientes. Así, a medida que pasa el tiempo y se suceden las generaciones, la cantidad de exposición ambiental requerida para desarrollar ciertas características inicialmente aprendidas disminuye.
Cuando llega el momento en que no se requiere ninguna exposición ambiental para que una determinada característica se encuentre en un individuo eso quiere decir que dicha característica se encuentra ya incorporada en su código genético.
Un ejemplo del efecto Baldwin es el de una especie amenazada por un nuevo predador y un comportamiento que hace más difícil al predador la caza de su presa. Los individuos que aprenden más rápidamente dicho comportamiento estarán en ventaja. A medida que el tiempo avance, la habilidad para aprender el comportamiento mejorará por selección genética, hasta que en cierto momento parezca ser un instinto.
Otro ejemplo sería la aparición de la intolerancia a la lactosa en las poblaciones humanas con una larga tradición de animales domésticos productores de leche.
Cambios demasiado rápidos para los genes
En la presente investigación se exploraron las circunstancias bajo las cuales un mecanismo evolutivo podría haber provocado la asimilación genética de características relacionadas con el lenguaje, es decir, el grado en que el efecto Baldwin habría afectado a nuestros caracteres genéticos relacionados con la comunicación oral.
Con un modelo teórico basado en simulaciones informáticas, se establecieron los modelos de las formas en las que los genes codificadores de propiedades específicamente lingüísticas podrían haber coevolucionado con el lenguaje mismo.
Así, se descubrió que los genes del lenguaje han coevolucionado con éste sólo en aquellos aspectos altamente estables de nuestro entorno lingüístico.
En cambio, cualquiera de los cambios repentinos acaecidos en dicho entorno no habría proporcionado un objetivo lo suficientemente estático como para que se produjeran los procesos típicos de la selección natural, explican los investigadores.
Por tanto, cualquier capacidad biológica referente a la lengua no habría podido evolucionar a la par que las propiedades cambiantes del lenguaje, dado que éste se transforma a mucha mayor velocidad que los genes.
Lenguaje cultural, no genético
Por otro lado, la investigación ha permitido concluir que nuestra especie es la única que posee un “módulo del lenguaje” genético, en el que se encuentran las bases genéticas de nuestro lenguaje. Estas bases parece que precedieron a la emergencia del lenguaje mismo.
El profesor de la UCL, Nick Chater, uno de los autores de la investigación afirma que el lenguaje es exclusivamente humano, y que la cuestión de si procede de la biología o de la cultura es central para la comprensión de lo que es el “ser humano”, así como tiene implicaciones fundamentales para el entendimiento de la relación entre genes y cultura.
El presente estudio demuestra que, aunque tenemos una predisposición genética al lenguaje, explica Charter, éste evoluciona mucho más deprisa que nuestros genes, lo que sugiere que el lenguaje es producido y dirigido más bien por la cultura que por la biología.
Los resultados de la investigación sugieren, por tanto, que el lenguaje sería un sistema evolucionado culturalmente, y no un producto de la adaptación biológica.
Diversas teorías, como el innatismo de Noam Chomsky, han señalado que el lenguaje tiene cierta predeterminación biológica, en base a análisis de la adquisición del lenguaje en los niños.
A pesar de este innatismo, los resultados obtenidos en este estudio, que apuntan a que nuestra biología va más despacio que el lenguaje y sus cambios, serían consistentes con otras teorías sobre el lenguaje que señalan que éste surge de la capacidad única del ser humano para la inteligencia social.