Ha pasado de lado de varias de las demandas que se expresaron en esta época. Entre ellas, hay que reservarle una atención particular a la que concierne al lugar de la mujer en la Masonería, que despreciará y que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado se encontrará en situación de satisfacer mejor. La saga de la Gran Logia Simbólica Escocesa, componente dinámico de la fundación de la Gran Logia de Francia, que también ha sido, más o menos, el origen de las Masonerías mixta y femenina, es en este sentido edificante. ¡Mientras que el Gran Oriente apadrinaba en el siglo XVIII sin demasiados complejos las logias femeninas de la adopción (cerca de un centenar en vísperas de la Revolución!), no sabrá, esta vez, ayudar al nacimiento de una Masonería mixta, que se creará en 1893 (fecha de nacimiento del Derecho Humano) bajo la égida del Rito Escocés. No se implicará mucho más en el (re)nacimiento de una Masonería femenina a partir de 1901 (con las primeras logias de la adopción: ( El Libre Examen, La Nueva Jerusalén…), la cual se creará entonces bajo la estela del GLDF. Este primer grupo emprenderá su camino, hacia la Liberación, como Unión Masónica más tarde Gran Logia Femenina de Francia, en 1952, adoptando entonces definitivamente el Rito Escocés. Sabiendo cómo las Hermanas fueron empujadas a tomar su independencia y viendo, hoy en día, cómo y en qué lugares les es negada la entrada de los templos, podemos, por cierto, encontrar esto paradójico, pero es así: ¡sólo nuestra larga ausencia sobre este terreno fundamental, explica que nosotros suframos las consecuencias!
Hagamos notar de paso que también fuera de fronteras el esplendor del Gran Oriente de Francia y del Rito Francés se encontró empequeñecido. Podemos, ciertamente, ver aquí las consecuencias del Convento de 1877 (a propósito de la supresión de las obligaciones “dogmáticas” de la creencia en Dios y de la inmortalidad del alma, que volvió a suprimir la obligación de invocar al Gran Arquitecto del Universo), o bien el resultado de las represiones comunistas y fascistas en Europa meridional y central, dónde las Masonerías dependían de nuestra zona de influencia; no podemos no obstante dejar de reconocer muchas torpezas y una falta deprimente de activismo y de continuidad de nuestra política internacional. Más tarde, la inmensa mayoría de estas Masonerías se reconstruirán con logias de Rito Escocés.
Habiendo visto su área de influencia reducirse así en los niveles nacional e internacional, el Rito francés también perdió igualmente su vocación de encarnar el universalismo.
Estas consideraciones se juntan y se prolongan, por último, en la imposibilidad del Rito Francés de satisfacer asimismo una demanda social más ofensiva y, casi simultáneamente, una atención ritual y simbolista mejor construida y más rica. El Rito Escocés conseguirá durante un tiempo, incluso a costa de evidentes contradicciones, satisfacer mejor las dos demandas. Desde finales del siglo XIX hasta el período de entre las dos guerras mundiales, el ala más anticlerical de la Masonería, el corazón libertario, los sectores más innovadores de la sociedad, a menudo se encontrarán en el REAA. Paralelamente, la necesidad de contenidos simbolistas y las tentativas de formulación de una cultura iniciática, que se buscaban en la pretendida rehabilitación de tradiciones enterradas o perdidas, se llevarán a cabo la mayoría de las veces por el mismo canal escocista. Esto alimentará luego, a fin de cuentas, un complejo de “regularidad” bien poco conforme con las motivaciones esotéricas de los Hermanos de esta época. Las trayectorias de Hermanos como Oswald Wirth (iniciado al principio en el Rito francés) o de Mario Lepage, por ejemplo, son en este sentido significativos.
Excepto algunas bellas excepciones, Arthur Groussier, Édmond Gloton, el comportamiento de los que, en el Gran Oriente de Francia, habrían podido encarnar los intereses del Rito Francés está marcado al mismo tiempo por la indiferencia, una cierta suficiencia, incluso una sincera hostilidad hacia todas estas evoluciones. Estos dirigentes son también en general - ¿hay que decir “por otro lado”? - dignatarios del Gran Colegio de los Ritos. El examen, por ejemplo, de los hechos que conducen al Régimen Escocés Rectificado, entonces renaciente, a separarse del GODF al principio del siglo XX (escisión que está en el origen de la creación de la actual GLNF), es ilustrativo a este respecto. Junto a esto, hay que reconocer también que la estatura de Hermanos como Johannis Corneloup o Francisco Viaud, todos dignatarios escoceses del Supremo Consejo de la rue Cadet que han sido (¿de todos modo en qué otro lugar habrían podido estar?), contribuyeron a que el Gran Oriente de Francia conservase en cierta medida su grandeza.
De manera general, la oposición entre el enfoque humanista y social de la Masonería del Rito Francés y el desarrollo de una cultura ritual que habría podido concernirle perfectamente sin tener que renegarse, tendrá consecuencias lastimosas. Esta oposición mantendrá una cesura que no tiene lugar de ser, ya que a fin de cuentas muchas Logias han sobrevivido estos últimos años. Ello no ha hecho sino acentuar, en nosotros y acantonándonos en estado de inferioridad, el estallido del Centro de la Unión de la Masonería francesa, hecho principal del siglo pasado. Ello dejará el campo libre al desarrollo de las derivas ritualistas y las inclinaciones simbólicas que tomaron una influencia creciente en la segunda mitad del siglo XX. Pocas cosas hay, de hecho, que destinen a priori a los ritos escoceses y franceses a insistir en los aspectos más o menos rituales o especulativos de su naturaleza. ¡De todas formas, los ritos no valen sino para los hombres a quienes sirven! Mientras el Rito Francés no sepa conciliar y desarrollar la conservación de su simbolismo propio y su calidad de vínculo con el mundo, quedará mutilado en su carácter filosófico esencial.