Por: Hugo Guerra
Buen lector, la inicial incredulidad en torno de la denunciada conspiración internacional detrás de la violencia desatada en nuestra Amazonía se disipa al revisar las redes del movimiento indígena hemisférico.
Hace dos semanas, la IV Cumbre Continental de los Pueblos Indígenas (realizada en Puno) acordó “un inmediato levantamiento nacional de los pueblos en junio del 2009 por la derogatoria de los decretos antiindígenas generados por el TLC con Estados Unidos”.
Entonces el hoy prófugo Alberto Pizango, dirigente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), llamó a la rebelión incurriendo en delito de sedición.
Aidesep forma parte del Foro de Sao Paulo, una suerte de coordinadora de organizaciones de la izquierda marxistoide latinoamericana fundada en 1990.
Entre sus miembros principales están el PC de Cuba, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las FARC de Colombia, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua, la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), la Coordinadora Bolivariana de Venezuela, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México, etc. Entre los peruanos están el Partido Nacionalista (humalista) y Patria Roja.
En la dirección del foro se identifican personajes como Fidel Castro, Tomás Borge (hoy embajador indeseable de Nicaragua en Lima), Daniel Ortega y el ex guerrillero argentino Enrique Gorriarán (vinculado al MRTA). Incluso hasta su muerte figuraba como líder el guerrillero colombiano Raúl Reyes y Hugo Chávez cofinancia el foro. Aparentemente, además, esta red tiene vínculos con el narcotráfico, como en Colombia y en el VRAE.
Aparte de promover un ecologismo radical (que se opone incluso a la construcción de carreteras en la selva), el foro confronta el capitalismo, la globalización y la democracia burguesa, y alienta el separatismo bajo el argumento de que los territorios ocupados por las comunidades indígenas no pertenecen a los Estados nacionales. Encabezan este escalón —que postula una América utópica, la Abya Yala— entidades polémicas como la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica).
Esta transnacional subversiva se proponía manipular a nuestros indígenas amazónicos para que con el “baguazo” se iniciara una maniobra equivalente a la que lanzó la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) en el 2001 para derrocar a Jamil Mahuad y a la del movimiento indígena que manipuló Evo Morales en el 2003 para derrocar a Sánchez de Losada.
Ciertamente, los sediciosos aprovecharon la fragilidad negociadora del Gobierno Peruano e instrumentalizaron a aquellos indígenas que están perdiendo su identidad a manos de quienes criminalmente los utilizan como carne de cañón para propiciar el socialismo continental, que debe primero conseguir una balcanización para luego construir la “patria bolivariana”.
En este esquema, derrocar a García es una necesidad para terminar con uno de los últimos baluartes no marxistoides de esta parte del subcontinente americano.
Buen lector, la inicial incredulidad en torno de la denunciada conspiración internacional detrás de la violencia desatada en nuestra Amazonía se disipa al revisar las redes del movimiento indígena hemisférico.
Hace dos semanas, la IV Cumbre Continental de los Pueblos Indígenas (realizada en Puno) acordó “un inmediato levantamiento nacional de los pueblos en junio del 2009 por la derogatoria de los decretos antiindígenas generados por el TLC con Estados Unidos”.
Entonces el hoy prófugo Alberto Pizango, dirigente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), llamó a la rebelión incurriendo en delito de sedición.
Aidesep forma parte del Foro de Sao Paulo, una suerte de coordinadora de organizaciones de la izquierda marxistoide latinoamericana fundada en 1990.
Entre sus miembros principales están el PC de Cuba, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las FARC de Colombia, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua, la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), la Coordinadora Bolivariana de Venezuela, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México, etc. Entre los peruanos están el Partido Nacionalista (humalista) y Patria Roja.
En la dirección del foro se identifican personajes como Fidel Castro, Tomás Borge (hoy embajador indeseable de Nicaragua en Lima), Daniel Ortega y el ex guerrillero argentino Enrique Gorriarán (vinculado al MRTA). Incluso hasta su muerte figuraba como líder el guerrillero colombiano Raúl Reyes y Hugo Chávez cofinancia el foro. Aparentemente, además, esta red tiene vínculos con el narcotráfico, como en Colombia y en el VRAE.
Aparte de promover un ecologismo radical (que se opone incluso a la construcción de carreteras en la selva), el foro confronta el capitalismo, la globalización y la democracia burguesa, y alienta el separatismo bajo el argumento de que los territorios ocupados por las comunidades indígenas no pertenecen a los Estados nacionales. Encabezan este escalón —que postula una América utópica, la Abya Yala— entidades polémicas como la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica).
Esta transnacional subversiva se proponía manipular a nuestros indígenas amazónicos para que con el “baguazo” se iniciara una maniobra equivalente a la que lanzó la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) en el 2001 para derrocar a Jamil Mahuad y a la del movimiento indígena que manipuló Evo Morales en el 2003 para derrocar a Sánchez de Losada.
Ciertamente, los sediciosos aprovecharon la fragilidad negociadora del Gobierno Peruano e instrumentalizaron a aquellos indígenas que están perdiendo su identidad a manos de quienes criminalmente los utilizan como carne de cañón para propiciar el socialismo continental, que debe primero conseguir una balcanización para luego construir la “patria bolivariana”.
En este esquema, derrocar a García es una necesidad para terminar con uno de los últimos baluartes no marxistoides de esta parte del subcontinente americano.