Discurso de Orden leído el 18 de julio de 2009, en la Tenida Blanca por el188º Aniversario Patrio y por el IV Aniversario de la Gran Logia Constitucional de los Antiguos, Libres y Aceptados Masones de la República del Perú.
Q.·.H.·. José Luis Carrasco Barolo.
2do. Vigilante
F.·. C.·. R.·. L.·. S.·. «Luis Heysen Incháustegui» N° 3.
George Washington, Presidente masón de los Estados Unidos de América, sentenció hace más de 200 años: «Espero tener siempre suficiente firmeza y virtud para conservar lo que considero que es el más envidiable de todos los títulos: el carácter de hombre honrado».
Se ha escrito mucho sobre la labor de los prohombres de la historia republicana peruana, pero poco –por lo menos no de manera pública-, sobre su inspiración y sustento moral masónico. Tampoco se ha comentado cómo la masonería sigue sustentando la fe de nuestro país, a pesar de todos los problemas que pudiesen existir. Y aunque algunas personas hayan podido saber, principalmente porque han tenido algún vínculo con miembros de la orden, y a pesar que éste entendimiento se haya producido casi de soslayo, o de casualidad, a lo mucho se ha podido llegar a estar al tanto que dichos precursores y formadores fueron masones, pero no más. Es deber mío señalar, que tras dicho desconocimiento se encuentra mucha de nuestra responsabilidad, pues el trabajo que realizamos se ampara en la falta de alarde, ya que no es propio de un hermano o hermana masón, que humildemente pulen las piedras con las cuales construir el templo universal a la virtud, el vanagloriarse de los frutos de sus obras. Esta falta de propaganda de nuestras acciones, ha incluido también el que no se comente fuera de nuestros templos o de nuestros textos, sobre la influencia que la masonería ha tenido, tiene y tendrá en nuestras vidas, así como en la de los otros hermanos que nos antecedieron. Demos gracias al Altísimo o Supremo Creador, que esta situación ha cambiado. Si bien la masonería no hará nunca propaganda de su labor, pues no corresponde, si es un deber de todos el hacer que el mundo conozca y comprenda que la estructura ética de la praxis de un masón, de la esencia de la caridad de un masón, es la chispa divina que enciende sus corazones, la cordillera moral de sus principios y que nada de lo que realizamos está (o debe estar) ajeno a ellos.
A lo largo de los años se ha dicho mucho de la masonería: que somos una secta diabólica, que somos una organización secreta maledicente, que somos un grupo de personas que complotamos contra la sociedad, etc. Pero los que nos conocen, nuestras familias y amigos, saben muy bien que somos solamente hombres y mujeres libres y de buenas costumbres, que tratamos, en pocas palabras, de incendiar el mundo, pero con expresiones y obras que se estructuren desde la verdad, la tolerancia y la caridad. Pues tenemos fe en nuestros ideales y esperanza en alcanzarlos, ya que todo lo que hacemos tiene como principio y como final, como alfa y omega, el amor grande que le manifestamos y dirigimos hacia la humanidad.
Nuestra independencia del gobierno tiránico de la colonia se basó en dichos principios, que también inspiraron a la revolución francesa, que hace unos días hemos recordado: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Los tres pilares de nuestros trabajos logiales, las tres luces que nos guían como faros luminosos en el camino estrecho por entre el mundo profano. Son la fe, la esperanza y la caridad de nuestros empeños diarios.
Sólo para mencionar a algunos, pues la lista es inacabable, ya que se sigue escribiendo hasta ahora:
- Cómo olvidar a nuestro hermano Hipólito Unánue y Pavón, que nos enseñó que lo nuestro, lo propio de cada ser humano esparcido por la faz de la tierra merece nuestros buenos oficios, pues cada persona es el reflejo de la sociedad que construimos, y que desde la Sociedad Amantes del País, nos inculcó el amor a nuestra patria. Que integró junto con Francisco Javier Luna Pizarro, Francisco Javier Mariátegui, Toribio Rodríguez de Mendoza y José Baquíjano y Carrillo, también conocido como el Conde de Vista Florida, la Logia Lautariana de Lima, o, simplemente, la Logia de Lima.
- Cómo olvidar a Pablo de Olavide, quien fuera perseguido por la inquisición y que integrara en Londres la Logia Gran Reunión Americana, madre de todas las logias lautarianas y cuna de la independencia americana, en la que dirigía los trabajos el Respetable Hermano Francisco de Miranda. Que conoció a Voltaire, quien llegó a decir que si hubieran muchos más como Olavide, el mundo estaría salvado.
- Cómo olvidar al Solitario de Sayán, a don José Faustino Sánchez Carrión, quien nos enseñó que el gobierno debe necesariamente buscar el beneficio de todos y no de unos cuantos y por eso planteó la república como forma de gobierno más pertinente.
- Cómo olvidar a Francisco Javier Mariátegui y Tellería, quien desde la tribuna periodística (La Abeja Republicana, El Constitucional y El Nacional) o desde el foro, ya sea en su labor de vocal o de fiscal, no retrocedió jamás en la defensa del liberalismo que debía regular las relaciones humanas, puesto que bajo su seudónimo de Marca Martillo (que son las iniciales de Maestro Masón) buscó ungir al pueblo de libertad, igualdad y fraternidad.
- Cómo olvidar al nacido en tierras francesas, pero nacionalizado español, Enrique Paillardelle y Sagardía, quien intentó alcanzar nuestra independencia, luchando contra la ignorancia, la ambición y contra toda forma de esclavitud del ser humano.
- Cómo olvidar a Mariano Melgar, nuestro insigne poeta arequipeño, quien se incorpora a la rebelión del Brigadier Mateo García Pumacahua, junto a los hermanos Angulo, también masones, y que buscaban la libertad del pueblo sojuzgado por las fuerzas coloniales.
- A José de la Riva Agüero, que fuera Venerable Maestro de la Logia de Lima, ya mencionada; a Francisco de Paula Quiroz, Fernando López Aldana, Dionisio Inca Yupanqui, quien fuera diputado del Perú en las Cortes de Cadiz; Luis José de Orbegozo y José de Tagle y Portocarrero, Marqués de Torre Tagle, y a todos los que participaron en las Logias Lautaro, ya sea en Lima, Arequipa o en Trujillo, que nos enseñaron con sus vidas que entre hermanos no existen fronteras, por lo tanto, tampoco debía existir entre los ciudadanos que son iguales y solidarios. ¡Gran sueño de una América unida!
- Cómo olvidar a todos los hermanos que trabajaron en cadena antes de la batalla de Ayacucho y que decidieron fraternalmente la independencia del Perú.
- Cómo olvidar a todas las hermanas masonas que también lucharon por enseñar al pueblo que el hombre y la mujer son por naturaleza libres y ningún tipo de esclavitud debe impedirles desarrollarse, entre las que debó mencionar a Clorinda Mato de Turner y a Flora Tristán, que luego han sustentado con su esfuerzo que la independencia del Perú sea todos los días una realidad.
- Cómo olvidar a ilustres masones como Miguel Grau, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Galvez Egusquiza, Luis Alberto Sánchez, Ricardo Palma, etc., quienes nos han dejado la valla muy alta, pues nos han enseñado que el masón no sólo debe ser una persona virtuosa, sino también culta, ya que la ilustración del masón es el ejemplo de su calidad moral y que se armoniza desde la etiqueta masónica. Al final de cuentas, como se ha señalado en el conocimiento profano: «la mujer del César no sólo tiene que ser, sino también parecer».
Esa es nuestra herencia, nuestro legado, que debemos engrandecer como los talentos de la parábola de nuestro volumen de la ley sagrada. Pues como masones, nos reunimos con el mundo sobre el nivel de nuestras ideas y debemos construir una sociedad cada vez más fraterna sobre la escuadra de nuestros principios morales.
Que no piense el mundo que nosotros hemos trabajado inútilmente, gastando nuestras fuerzas en vano, pues con nuestra conducta demostramos cada uno de los días de nuestra existencia que los efectos útiles de de esta antigua y honrada institución son reales y concretos. Ya no estamos en los tiempos de la leyenda negra de la masonería, inventada por personajes sin escrúpulos y que protegían sus intereses económicos, políticos y hasta religiosos. Las puertas de nuestros templos están abiertas para todo hombre y mujer de conciencia libre y que no tenga miedo de poner el hombro y sus manos para trabajar por la verdad y por la justicia.
Cómo olvidar, también, a nuestros hermanos que desde el oriente eterno nos siguen guiando con el ejemplo de sus antorchas siempre vivas: a nuestro Querido Hermano Juan, mi mellizo de la luz, que con su sonrisa iluminaba nuestras existencias y a nuestro Respetable Hermano, Julio Alfonso Peñaranda Murguira, quien con su fortaleza de ánimo nos enseño a no desfallecer jamás por nuestros ideales.
Que la bendición del Gran Arquitecto del Universo recaiga sobre nosotros y sobre todos los seres esparcidos en la tierra, que el amor fraternal prevalezca y que todas las virtudes morales y sociales nos unan eternamente.
Por último, parafraseando a un cantante de la tierra de mi madre biológica, me refiero al canta autor rosarino Fito Paez: si los problemas se sienten demasiado grandes o si la duda y la incertidumbre nos agobian: «¿quien dijo que todo está perdido?: ¡yo vengo a ofrecer mi corazón!».