¡VOLVIMOS!
Visitenos en nuestra nueva dirección web
FENIX-news Desde 1992

San Martín, logias e independencia americana

He aquí un por demás sucinto informe de la participación del Libertador en la Logia Lautaro, así como de la relación de esta sociedad secreta con la independencia de las naciones hispanoamericanas y la vida política de lo que hoy es Argentina en la década de 1810-1820.

por Pablo Martín Cerone

Durante demasiado tiempo, la condición masónica de San Martín fue silenciada, debido a la excomunión que pesa sobre cualquier persona que participe de dichos ritos. Varios historiadores han ido descorriendo este velo y hoy, si bien no persiste el tabú, reina su hija contrahecha, la ignorancia. He aquí un por demás sucinto informe de la participación del Libertador en la Logia Lautaro, así como de la relación de esta sociedad secreta con la independencia de las naciones hispanoamericanas y la vida política de lo que hoy es Argentina en la década de 1810-1820.

LA MEDALLA BELGA Y EL ANCIANO GENERAL

El 19 de enero de 1825 apareció una nota en el periódico "La Belge Ami du Roi et de la Patrie" ("La Bélgica Amiga del Rey y de la Patria") que informaba que Jean Henri Simon, grabador de Su Majestad, había sido comisionado por el gobierno para confeccionar diez medallas con efigies de hombres célebres, entre los que se contaba un remoto militar sudamericano, un tal José Francisco de San Martín. La medalla es el único retrato autentificado de San Martín de perfil, y lleva el enigmático texto "La III perfecta amistad const., Bruselas, 7 de julio, al General San Martín, 1825". Simon era un destacado masón. Muchos historiadores se han planteado si, en realidad, esta condecoración no era un reconocimiento de la masonería.

San Martín, con alguna breve interrupción, vivió exiliado en Bruselas entre 1824 y 1830, mientras Bélgica aún era parte del Reino de los Países Bajos. Desde allí remitió una carta a su compañero y amigo inglés, el general William (Guillermo) Miller acerca de su pertenencia a una sociedad secreta porteña de origen europeo, la Logia Lautaro: "No creo conveniente hable usted lo más mínimo de la logia de Buenos Aires: éstos son asuntos privados y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América, no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos".

Unas décadas después, alguien sí hablaría. El ya muy anciano general José Matías Zapiola (murió centenario en 1885) compañero de San Martín en la Logia y en su campaña libertadora, reveló a Bartolomé Mitre la existencia de la organización, sus duras luchas internas y la ruptura definitiva entre sus dos líderes, San Martín y Carlos María de Alvear, que terminaría con la victoria de este último y el obligado ostracismo del primero.

Pero para entender qué era la Logia Lautaro tenemos que remontarnos a fines del siglo XVIII y a las relaciones de un revolucionario venezolano con una potencia extranjera.

FRANCISCO DE MIRANDA

Francisco de Miranda nació en 1750, hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna en Venezuela. Estudió en la Universidad de Caracas y, tras alistarse en el ejército español en 1771, combatió en África del Norte, en las Antillas y en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos durante 1780 y 1781, cuando España, junto a Francia y los Países Bajos, intervino como aliada de los revolucionarios. Viviendo como comerciante en Cuba, donde fue procesado por contrabando y lectura de libros prohibidos en 1783, fue condenado al destierro en el norte de África. Empero, Miranda logró huir y juró luchar contra la dominación colonial española en América.

Recorrió Europa y Estados Unidos buscando apoyos. Su pertenencia a la masonería le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes del mundo, a través de las logias europeas y americanas. Durante su estancia en Francia, se adhirió a la Revolución, que primero le nombró general y luego lo condenó a la guillotina; se salvó solamente por la caída de Robespierre.

En 1797, en París, presidió una reunión de partidarios de la independencia de las colonias españolas de América. En Londres, ese mismo año, fundó La Gran Reunión Americana, también conocida como Logia de los Caballeros Racionales. En dicha capital, sus hermanos masones le abrieron las puertas del gobierno británico. En su ardor por hallar su apoyo, no vaciló en tentar a varios funcionarios con la hegemonía comercial en los vastísimos territorios del Mississippi a la Patagonia. Miranda pretendía formar con ellos un único Estado hispanoamericano independiente, para el cual había proyectado una constitución, ideado un nombre (Colombia) e incluso diseñado una bandera, similar a las actuales enseñas de Venezuela, Colombia y Ecuador. La idea halló eco, aunque debió esperar a 1802 para comenzar a tener posibilidades de concreción: en ese año, España entró en guerra con Gran Bretaña.

EL PLAN MAITLAND Y LAS INVASIONES BRITÁNICAS AL RÍO DE LA PLATA

Por ese entonces, en ciertos círculos del gobierno de William Pitt el Joven comenzaron a gestarse planes para una hipotética invasión a las colonias españolas de América del Sur. El plan más detallado fue redactado hacia 1800 por un militar escocés, Thomas Maitland, miembro del Parlamento y consejero de la Corona. El esquema suena perturbadoramente conocido: una fuerza invasora ocuparía Buenos Aires, avanzaría hacia Chile y desde allí atacaría Perú. Pero el secretario de Guerra de entonces, Henry Dundas, pensaba que había mejores maneras de conquistar los mercados de esa región: a través de la "influencia informal" del comercio y las finanzas (idea que el transcurso de las décadas revelaría clarividente).

A mediados de 1804, tres hombres se reunieron para desempolvar esos proyectos archivados. Se trataba nada menos que del primer ministro Pitt, el Primer Lord del Almirantazgo, Henry Melville, y de un tercer hombre cuyo destino luego estaría enlazado con los de lo que hoy son Argentina y Uruguay: el comodoro Home Riggs Popham, cerebro de las (fracasadas) invasiones al Río de la Plata de 1806-1807. Dichos ataques a Buenos Aires y Montevideo fueron realizados como primer paso de una estrategia continental que ya perfilaba el Plan Maitland, y que sería abortada por el paso de España de enemiga a aliada tras los sucesos de 1808 (imposición de un hermano de Napoléon como Rey de España).

LA LOGIA LAUTARO

Pero las semillas sembradas por Miranda dieron abundantes frutos. En 1811, en Cádiz, se había fundado la Logia Lautaro. Su nombre hacía honor a un caudillo araucano del siglo XVI, que llamó a su pueblo a sublevarse contra los conquistadores, pero también era un símbolo del propósito de la logia: "expedición a Chile" (¿recuerdan el plan Maitland?). Este secreto sólo se revelaba a los iniciados al tiempo de juramentarse (1).

En su inicio fue dirigida por José de Gurruchaga, y entre su miembros se contaban los venezolanos Santiago Mariño, Andrés Bello, Luis López Méndez y Simón Bolivar, el italiano Franco Isnardi, el mexicano José María Caro, los chilenos Bernardo O'Higgins, José Miguel Carrera y el padre José Cortes de Madariaga, el sacerdote paraguayo Juan Pablo Fretes y los argentinos José de San Martín y Tomás Guido.

LA LOGIA EN BUENOS AIRES

Tras meses de luchas internas en el seno de la Revolución porteña, se creó el Primer Triunvirato el 22 de setiembre de 1811, integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea. El verdadero poder, sin embargo, residía en su Secretario de Gobierno y Guerra, Bernardino Rivadavia. La nueva institución gubernativa tenía un acentuado carácter centralista y autoritario, lo que le granjeó la activa desconfianza del resto de las Provincias Unidas.

En esos mismos días, José de San Martín salió de Cádiz a Londres. Se sostiene que fue su amigo James Duff, cuarto Conde de Fife, un oficial escocés que peleaba contra Napoleón (2), activo miembro de la masonería, el que lo convenció de tomar el camino que le ganaría la gloria. San Martín se encontró, sin embargo, con un escollo: las autoridades españolas no estaban dispuestas a aceptar que un militar capaz abandonara el país, más aún conociendo su origen sudamericano. Duff contactó entonces a otro escocés, Sir Charles Stuart, antiguo encargado de negocios de la embajada británica en Madrid y entonces en Lisboa, quien consiguió un pasaporte y un pasaje hacia Inglaterra, al que agregó varias cartas de presentación y letras de crédito. Así San Martín llegó a la capital británica a fines de 1811.

Durante sus cuatro meses de estadía en Londres, San Martín tomó contacto con Andrés Bello y con personas vinculadas a Duff, quienes le hicieron conocer el citado Plan Maitland. Finalmente, en enero de 1812, emprendió el regreso a su tierra natal a bordo de la fragata inglesa "George Canning", junto a dos militares compatriotas y compañeros de logia: los nombrados Carlos María de Alvear y José Matías Zapiola.

Arribaron a Buenos Aires en marzo, encontrando a los revolucionarios profundamente divididos. El Primer Triunvirato expresaba el proyecto político y económico de los grupos mercantiles porteños. La oposición se había nucleado alrededor de una de las figuras más interesantes y menos conocidas de la revolución hispanoamericana, Bernardo de Monteagudo, líder de la Sociedad Patriótica. Su miembros, herederos del ideario radical del fallecido secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno, se reunían en el Café de Marco (sito en la esquina de las actuales calles Alsina y Bolívar) (3) y su divisa era una cinta celeste y blanca. La Sociedad nació en 1811, entonces oponiéndose a la política moderada de Cornelio Saavedra y la Junta Grande, y contaba entre sus miembros a Julián Álvarez, Agustín Donado, Francisco Planes, Nicolás Rodríguez Peña, Ignacio Núñez, Hipólito Vieytes y Salvador Cornet, entre otros. Su ideario se expresó a través de dos periódicos: "El Grito del Sud" y "Mártir o Libre".

Notas:
(1) Vicente Fidel López (1815-1903), "Historia de la República Argentina".
Buenos Aires, 1912, Tomo VI, pág. 305.

(2) Alcanzó el grado de mayor general en el ejército español, fue declarado
Grande de España y condecorado con la Orden de San Fernando.

(3) Como dato curioso, puede decirse que ya en esa época contaba con
billares.

Página 1 Página 2 Página 3

COMICs