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LA TRANSMUTACIÓN MASÓNICA

Por Demolay

P ara los alquimistas materiales, la Gran Obra era la transformación de los metales groseros en oro. Para los alquimistas esotéricos o espirituales, la Gran Obra era y es el sabio manejo de los sentimientos, los deseos y las emociones para proporcionar al operario la sublimación de su alma y proyectarla a las esferas de la Divinidad. Para los Rosacruces, la Gran Obra consiste en convertir la cruz en Rosa Mística. Para los masones, la Gran Obra consiste en transformar la Piedra en Bruto en Piedra Cúbica o perfecta, de modo que ésta pueda ser acoplada en los Planos de Construcción del Gran Arquitecto del Universo.

En general, todo proceso iniciático no tiene otro fin que transformar a quiénes participan en él. La iniciación, ya sea vista en su aspecto ceremonial o ya como un proyecto de vida que culmina con la muerte, busca que los sujetos operantes experimenten cambios significativos de modo que modifiquen el sentido de sus respectivas existencias, que rectifiquen su percepción de la realidad y que sus conductas se orienten hacia las formas más elevadas de la convivencia humana. La paz y la espiritualidad emanadas de la experiencia interna son la natural consecuencia de la iniciación real y efectiva.

La masonería es una Orden iniciática debido a que centra su actividad no solo en una ceremonia de ingreso denominada «iniciación», sino fundamentalmente porque sus enseñanzas emanan del simbolismo de la vida y de la muerte, porque el progreso dentro de ella es gradual y conduce al sujeto a evoluciones internas que le permiten alcanzas estadios de conocimiento hasta lograr la perfección. Para la masonería, la Luz significa el “conocimiento de nuestros deberes hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia nuestros semejantes”. Y esta Luz es el resultado de una experiencia interna ciertamente transmutante que se inicia, simbólicamente, cuando el Experto nos prepara para la primera fase del ceremonial iniciático, nos venda los ojos, nos hace bajar a las catacumbas y escribir a la luz de una lámpara sepulcral lo que pensábamos de nuestros deberes hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia nuestros semejantes, para finalmente escribir nuestra “última voluntad”.

Cuando el Experto nos deja “ni desnudos ni vestidos” y nos despoja de nuestros metales y alhajas, nos está preparando para la siguiente fase del ceremonial iniciático, de modo que podamos presentarnos al Templo para recibir las pruebas del aire, el agua, el fuego y la tierra y enseñarnos el sentido de la moral masónica, centrada en el dominio de nosotros mismos por medio de la virtud y en el enfrentamiento valeroso de los avatares de la vida. El Experto nos sepulta en las entrañas de la tierra para enseñarnos que debemos morir para el vicio, los errores y las preocupaciones y vivir solo para la virtud. Nos puso ahí para que eternamente llevásemos en nuestra memoria que debemos socorrer física y moralmente a quien vive en la miseria, pues la filantropía es una cualidad inseparable del masón, ya que para él nada valen las riquezas comparadas al honor, pues los metales y las prendas engalanan ciertamente a los viciosos. Nos puso una venda y una cuerda, la primera emblemática de la ignorancia, y la segunda de que éramos esclavos de nuestras pasiones e instrumento de astutos explotadores.

Entonces, cuando hemos pasado las pruebas de la iniciación en el marco del bello, sublime y a la vez profundo simbolismo en que se nos inmersa, salimos de ella renovados, modificados, transformados, y por ello se nos denomina «neófitos», esto es: “Acabados de nacer”, pero sobre todo, adherido a una causa e incorporados a una Orden fraternal y de estudios que no persigue sino elevarnos a la altura de nuestro Creador. En masonería la transmutación consiste precisamente en eso: mudar o convertir algo en otra cosa. Se transmutan la materia prima para convertirla en bienes intermedios o finales, pero también se transmutan los hombres en sí mismos.

Los seres humanos estamos llamados a cambiar y a no ser siempre los mismos. Progresar y evolucionar son formas positivas del cambio. El cambio define la vida y la existencia de todo porque significa movimiento, acción, pensamiento que se transforma en acción. La educación es por sí misma trasmutante porque modifica a los individuos abriéndoles los ojos para que se despojen del fanatismo, la hipocresía y la ambición; la educación nos conduce del estado salvaje al estadio de civilización. La educación es transmutante. Las sociedades cambian, porque cambian los hombres y sus relaciones, y a menudo la causa más eficaz de los cambios es la educación y no las revoluciones ni la violencia.

El humanismo nos dice que si el hombre desea cambiar, cambia; si quiere dejar de ser piedra tosca para convertirse en cúbica, lo hace y lo logra. También nos dice que si las cosas las empezamos a ver de otra forma, cambian. Los hombres debemos liar los bártulos permanentemente, cambiar la casaca y ser otros hombres. Si nosotros cambiamos, cambia nuestra realidad. Hay seres que en el mundo viven en perpetua congoja, dominados por el desmayo, la fatiga, la angustia y la aflicción. Creen que el mundo se les viene encima y que no hay salidas adecuadas. Necesitan ver las cosas de otro modo, necesitan transmutar la percepción que tienen de la realidad por más oprobiosa que ésta sea, y seguramente estarán dando los primeros pasos para propiciar el cambio en ellos mismos y el subsecuente cambio en sus propias realidades.

El mundo es como somos nosotros, por eso es que si queremos cambiar el mundo, primero debemos cambiar nosotros. Pero ¿con qué tiene que ver todo esto? Pues tiene que ver con la transmutación. ¿Dónde opera la transmutación? La transmutación opera dentro de nosotros mismos, en el crisol de nuestra alma y de nuestra psique y somos nosotros los agentes activos y pasivos de nuestra propia transmutación.

La transmutación esta permanentemente con nosotros, solo necesitamos bajar a nuestras propias catacumbas, ver dentro de nosotros mismos, despojarnos de nuestros metales, telarañas y estorbos mentales y emerger sin la venda, ver la vida de otro modo.

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