En LA GACETA Literaria del pasado 2 de agosto, Carlos Eduardo Lescano hace algunos comentarios -a propósito de mi artículo Lugones Desconocido, aparecido el 28 de junio pasado en estas páginas- que me llevan a escribir estas líneas.
Que a Lugones le fuera ofrecido ser delegado de la Logia Estrella de Tucumán Nº 71 ante la Asamblea Masónica no prueba ningún vínculo estrecho. Sobre la conducta masónica de Lugones tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen (también Masón) expresa Alcibíades Lappas -quien fuera Gran Secretario de la Masonería Argentina- que: "sus actividades de extremo nacionalismo asumidas en 1930 determinaron su alejamiento de la actividad masónica". Fue una decisión personal del escritor, no habiendo constancias de que la Orden lo expulsara.
Lugones fue un hombre de búsquedas permanentes. No se ocupó por aparecer "políticamente correcto" y tuvo la valentía de expresar su pensamiento, equivocado o no. Antes que ocultar o aparentar, prefirió arriesgar. Y si alguna ambición no tuvo, fue la de ser (o parecer) infalible.
Contextos distintos
Lugones fue admirador de Edgar Allan Poe -a quien conoció en 1896-, pero en modo alguno pueden compararse ambas personalidades. Lescano habla sobre "el espejo negro del suicidio". Para poner las cosas en su justo lugar: Lugones, como tantos imbuidos por el Romanticismo, pensaron el suicidio como una salida noble, elegante y posible. Cuando se analiza la conducta de alguien siempre es necesario hacerlo ateniéndose a las variables intervinientes, entre las que son esenciales los contextos de tiempo y lugar. Se suicidó Lugones como lo hicieron Leandro N. Alem (otro destacado Masón), Lisandro de la Torre, Horacio Quiroga o Alfonsina Storni. Entre los intelectuales de aquellos días, el suicidio no era entendido como lo interpretamos hoy.
Decir que "todo suicida es un homicida" no parece atinado. "Homicidio es la muerte causada por una persona a otra, especialmente la hecha con violencia". Suicidio -en cambio- es una voz formada por dos términos latinos: "sui" de sí mismo y "caédere" matar. Matarse a uno mismo. Silvina Bullrich hace decir a uno de los protagonistas en una novela: "Repites hasta el cansancio que en Inglaterra todo suicidio es un crimen y la Justicia no descansa hasta encontrar al criminal" Cada suicidio parece tener un instigador (o instigadores): ese es homicida. Ese homicida nunca utiliza un arma perceptible sino poderosos instrumentos psicológicos.
Que a Lugones le fuera ofrecido ser delegado de la Logia Estrella de Tucumán Nº 71 ante la Asamblea Masónica no prueba ningún vínculo estrecho. Sobre la conducta masónica de Lugones tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen (también Masón) expresa Alcibíades Lappas -quien fuera Gran Secretario de la Masonería Argentina- que: "sus actividades de extremo nacionalismo asumidas en 1930 determinaron su alejamiento de la actividad masónica". Fue una decisión personal del escritor, no habiendo constancias de que la Orden lo expulsara.
Lugones fue un hombre de búsquedas permanentes. No se ocupó por aparecer "políticamente correcto" y tuvo la valentía de expresar su pensamiento, equivocado o no. Antes que ocultar o aparentar, prefirió arriesgar. Y si alguna ambición no tuvo, fue la de ser (o parecer) infalible.
Contextos distintos
Lugones fue admirador de Edgar Allan Poe -a quien conoció en 1896-, pero en modo alguno pueden compararse ambas personalidades. Lescano habla sobre "el espejo negro del suicidio". Para poner las cosas en su justo lugar: Lugones, como tantos imbuidos por el Romanticismo, pensaron el suicidio como una salida noble, elegante y posible. Cuando se analiza la conducta de alguien siempre es necesario hacerlo ateniéndose a las variables intervinientes, entre las que son esenciales los contextos de tiempo y lugar. Se suicidó Lugones como lo hicieron Leandro N. Alem (otro destacado Masón), Lisandro de la Torre, Horacio Quiroga o Alfonsina Storni. Entre los intelectuales de aquellos días, el suicidio no era entendido como lo interpretamos hoy.
Decir que "todo suicida es un homicida" no parece atinado. "Homicidio es la muerte causada por una persona a otra, especialmente la hecha con violencia". Suicidio -en cambio- es una voz formada por dos términos latinos: "sui" de sí mismo y "caédere" matar. Matarse a uno mismo. Silvina Bullrich hace decir a uno de los protagonistas en una novela: "Repites hasta el cansancio que en Inglaterra todo suicidio es un crimen y la Justicia no descansa hasta encontrar al criminal" Cada suicidio parece tener un instigador (o instigadores): ese es homicida. Ese homicida nunca utiliza un arma perceptible sino poderosos instrumentos psicológicos.
Fuente: LA GACETA