Por Antonio LAS HERAS
V.:M.: de la Resp.: Log.: Solidaridad Nº 472 del Or.: de Buenos Aires,
G.:G.:T.:I.: de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
En LA GACETA Literaria del pasado 2 de agosto el lector Carlos Eduardo Lescano hace algunos comentarios – a propósito de mi artículo "Lugones Desconocido" aparecido en LA GACETA Literaria del 28 de junio pasado – que me llevan a escribir este artículo.
Expresa Lescano que “Lugones estuvo estrechamente relacionado con los Masones de Tucumán, a través de la vieja logia "Estrella de Tucumán Nº 71", fundada allá por el año 1880, en un vetusto edificio que aún conserva su fachada sobre la calle 9 de Julio. En los archivos de la citada logia se encuentran retazos de la historia oculta de aquellos hombres que tuvieron un accionar destacado en las distintas áreas en las que se movían. Tanto es así, que allí se encuentra una carta manuscrita del escritor enviada a sus "Hermanos tucumanos", en la cual rechaza la oferta que le hicieron llegar éstos para que los representara como delegado en una Asamblea Masónica de la Gran Logia de la Argentina ”.
El dato ofrecido, por sí solo, no prueba ninguna relación estrecha. Sólo demuestra que la Logia Estrella de Tucumán Nº 71 – al no viajar sus delegados – ofrece a Leopoldo Lugones que sea su representante ante la Asamblea Masónica que, cada año, se realiza – aún hoy ocurre así – en el Gran Templo que la Orden tiene en la Ciudad de Buenos Aires. Tampoco se aclara la causa por la cual el poeta declina la oferta, ni de qué fecha es el documento referido. En mi artículo digo que Lugones fue Pro Gran Maestre; o sea vicepresidente de la Masonería a nivel nacional. De haber coincidido la designación con ese período es lógico que por una cuestión ética no lo aceptara.
Escribe luego Lescano que “… es notable la oscuridad de su trayectoria personal. Lugones era un ser atormentado, un buscador que no logró encontrar ni encontrarse en algún lugar que lo sostenga. Su vida pendular queda reflejada en el paso de la ferviente adhesión que hizo de la Revolución Comunista Rusa al fascismo y al golpismo, acabando allí su trayectoria masónica”. Sobre ésta última aseveración corresponde aclarar que no hay constancia alguna de que hubiera sido expulsado de la Orden. Alcibíades Lappas (1) – quien fuera Gran Secretario de la Masonería Argentina – manifiesta: “Sus actividades de extremo nacionalismo asumidas 1930 determinaron su alejamiento de la actividad masónica.”
Suponer que “es notable la oscuridad de su trayectoria personal” parece, como mínimo, aventurado. Pues puede verse de otra forma. Por ejemplo el hecho de que cuando un intelectual lo es en verdad no tiene temores en modificar sus puntos de vista cada vez que su pensamiento y racionalidad lo conduce a ello. El hecho de ser “un buscador” lo emparenta directamente con su condición de Iniciado – la Masonería se diferencia precisamente de otras instituciones en su condición iniciática – y la de poeta y creador arraigada en no encontrar un lugar que lo sostenga. Esto que a la lectura de Lescano aparece como negativo o adverso es, en verdad, motivo de mérito. Lugones no se ocupó en aparecer como “políticamente correcto” sino que tuvo la valentía de expresar sus puntos de vistas, equivocados o no. Antes que ocultar o aparentar prefirió arriesgar. Y si alguna ambición no tuvo, fue la de ser (o parecer) infalible.
Finalmente la carta de este lector expresa: “… como el destacado escritor norteamericano Edgar Allan Poe, a quien admiraba y con quien tal vez se haya identificado a través de la locura que lo llevó al pasaje oscuro del homicidio. La vida del hombre que no encuentra sentido ni lugar en el mundo, se refleja en el espejo negro del suicidio. Porque al fin de cuentas, todo suicida es un homicida”.
Si bien es cierto que Lugones fue admirador de Allan Poe en modo alguno pueden compararse ambas personalidades. Alcanza con conocer la historia de vida de cada uno. Lescano habla sobre “el espejo negro del suicidio.” Para poner las cosas en su justo lugar: Lugones como tantos imbuidos por el Romanticismo pensaron el suicidio como una salida noble, elegante y posible. Cuando se analiza la conducta de alguien siempre es necesario hacerlo ateniéndose a las variables intervinientes, entre las que son esenciales los contextos de tiempo y lugar. Se suicidó Lugones como lo hicieron Leandro N. Alem (otro destacado Masón), Lisandro de la Torre , Horacio Quiroga o Alfonsina Storni. Entre los intelectuales de aquellos días el suicidio no era entendido como lo interpretamos hoy.
Decir “que todo suicida es un homicida” no parece atinado. “Homicidio es la muerte causada por una persona a otra, especialmente la hecha con violencia”. (2) Suicidio – en cambio – es una voz formada por dos términos latinos: “sui” de sí mismo y “caédere” matar. Matarse a uno mismo. Bien señala esto una inolvidable colaboradora de LA GACETA Literaria como lo fue Silvina Bullrich cuando hace decir a uno de los protagonistas en una novela: “Repites hasta el cansancio que en Inglaterra todo suicidio es un crimen y la Justicia no descansa hasta encontrar al criminal” (3) Cada suicidio parece tener un instigador (o instigadores); ese es homicida. Ese homicida nunca utiliza un arma perceptible sino poderosos instrumentos psicológicos.
V.:M.: de la Resp.: Log.: Solidaridad Nº 472 del Or.: de Buenos Aires,
G.:G.:T.:I.: de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
En LA GACETA Literaria del pasado 2 de agosto el lector Carlos Eduardo Lescano hace algunos comentarios – a propósito de mi artículo "Lugones Desconocido" aparecido en LA GACETA Literaria del 28 de junio pasado – que me llevan a escribir este artículo.
Expresa Lescano que “Lugones estuvo estrechamente relacionado con los Masones de Tucumán, a través de la vieja logia "Estrella de Tucumán Nº 71", fundada allá por el año 1880, en un vetusto edificio que aún conserva su fachada sobre la calle 9 de Julio. En los archivos de la citada logia se encuentran retazos de la historia oculta de aquellos hombres que tuvieron un accionar destacado en las distintas áreas en las que se movían. Tanto es así, que allí se encuentra una carta manuscrita del escritor enviada a sus "Hermanos tucumanos", en la cual rechaza la oferta que le hicieron llegar éstos para que los representara como delegado en una Asamblea Masónica de la Gran Logia de la Argentina ”.
El dato ofrecido, por sí solo, no prueba ninguna relación estrecha. Sólo demuestra que la Logia Estrella de Tucumán Nº 71 – al no viajar sus delegados – ofrece a Leopoldo Lugones que sea su representante ante la Asamblea Masónica que, cada año, se realiza – aún hoy ocurre así – en el Gran Templo que la Orden tiene en la Ciudad de Buenos Aires. Tampoco se aclara la causa por la cual el poeta declina la oferta, ni de qué fecha es el documento referido. En mi artículo digo que Lugones fue Pro Gran Maestre; o sea vicepresidente de la Masonería a nivel nacional. De haber coincidido la designación con ese período es lógico que por una cuestión ética no lo aceptara.
Escribe luego Lescano que “… es notable la oscuridad de su trayectoria personal. Lugones era un ser atormentado, un buscador que no logró encontrar ni encontrarse en algún lugar que lo sostenga. Su vida pendular queda reflejada en el paso de la ferviente adhesión que hizo de la Revolución Comunista Rusa al fascismo y al golpismo, acabando allí su trayectoria masónica”. Sobre ésta última aseveración corresponde aclarar que no hay constancia alguna de que hubiera sido expulsado de la Orden. Alcibíades Lappas (1) – quien fuera Gran Secretario de la Masonería Argentina – manifiesta: “Sus actividades de extremo nacionalismo asumidas 1930 determinaron su alejamiento de la actividad masónica.”
Suponer que “es notable la oscuridad de su trayectoria personal” parece, como mínimo, aventurado. Pues puede verse de otra forma. Por ejemplo el hecho de que cuando un intelectual lo es en verdad no tiene temores en modificar sus puntos de vista cada vez que su pensamiento y racionalidad lo conduce a ello. El hecho de ser “un buscador” lo emparenta directamente con su condición de Iniciado – la Masonería se diferencia precisamente de otras instituciones en su condición iniciática – y la de poeta y creador arraigada en no encontrar un lugar que lo sostenga. Esto que a la lectura de Lescano aparece como negativo o adverso es, en verdad, motivo de mérito. Lugones no se ocupó en aparecer como “políticamente correcto” sino que tuvo la valentía de expresar sus puntos de vistas, equivocados o no. Antes que ocultar o aparentar prefirió arriesgar. Y si alguna ambición no tuvo, fue la de ser (o parecer) infalible.
Finalmente la carta de este lector expresa: “… como el destacado escritor norteamericano Edgar Allan Poe, a quien admiraba y con quien tal vez se haya identificado a través de la locura que lo llevó al pasaje oscuro del homicidio. La vida del hombre que no encuentra sentido ni lugar en el mundo, se refleja en el espejo negro del suicidio. Porque al fin de cuentas, todo suicida es un homicida”.
Si bien es cierto que Lugones fue admirador de Allan Poe en modo alguno pueden compararse ambas personalidades. Alcanza con conocer la historia de vida de cada uno. Lescano habla sobre “el espejo negro del suicidio.” Para poner las cosas en su justo lugar: Lugones como tantos imbuidos por el Romanticismo pensaron el suicidio como una salida noble, elegante y posible. Cuando se analiza la conducta de alguien siempre es necesario hacerlo ateniéndose a las variables intervinientes, entre las que son esenciales los contextos de tiempo y lugar. Se suicidó Lugones como lo hicieron Leandro N. Alem (otro destacado Masón), Lisandro de la Torre , Horacio Quiroga o Alfonsina Storni. Entre los intelectuales de aquellos días el suicidio no era entendido como lo interpretamos hoy.
Decir “que todo suicida es un homicida” no parece atinado. “Homicidio es la muerte causada por una persona a otra, especialmente la hecha con violencia”. (2) Suicidio – en cambio – es una voz formada por dos términos latinos: “sui” de sí mismo y “caédere” matar. Matarse a uno mismo. Bien señala esto una inolvidable colaboradora de LA GACETA Literaria como lo fue Silvina Bullrich cuando hace decir a uno de los protagonistas en una novela: “Repites hasta el cansancio que en Inglaterra todo suicidio es un crimen y la Justicia no descansa hasta encontrar al criminal” (3) Cada suicidio parece tener un instigador (o instigadores); ese es homicida. Ese homicida nunca utiliza un arma perceptible sino poderosos instrumentos psicológicos.
(1) LAPPAS, Alcibíades. “La Masonería Argentina a través de sus hombres.” Sin mención de editor. Buenos Aires, 2000. Pág. 287(*) Antonio LAS HERAS es doctor en Psicología Social (Universidad Argentina John F. Kennedy, 1998) Vocal titular de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Consejero titular de la Fundación El Libro. Presidente de la Asociación Junguiana Argentina (AJA) Autor de “Manual de Psicología Junguiana”, Ed. Trama, Buenos Aires, 2007.
(2) ORTIZ BARILI,
Alfredo y otros. “Diccionario Polígloto Barsa”. Encyclopaidia Britannica Publishers, Inc. Buenos Aires , 1978
(3) BULLRICH, Silvina. “Te acordarás de Taormina.” EMECE. Buenos Aires, 1975. Pág. 157
