Por Luis Algorri y Antonio FernándezEl presidente de la Generalitat de Cataluña se reunió el 3 de diciembre con cuatro grandes maestres de la masonería española para encargarles un informe anual sobre la situación social de la comunidad.
Fue el 3 de diciembre, jueves. El lugar, la biblioteca pública Arús, uno de los centros culturales más prestigiosos de Barcelona, 75.000 volúmenes donados al pueblo de la ciudad hace 114 años por el intelectual, filántropo y masón Rossend Arús i Arderiu. Los convocados fueron cinco. En primer lugar, el director de la biblioteca, el ingeniero, intelectual e investigador Josep Brunet, coautor del libro Franco contra los masones. Con él, el gran maestre de la Gran Logia de España (GLE), José Carretero; el de la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), Jordi Farrerons; el del Gran Orient de Catalunya (GOC), Antoni Castillo; y la gran maestra de la Gran Logia Femenina de España (GLFE), Ana Maria Lorente. Cuatro de los más notables representantes de la Francmasonería de este país. Entre los cuatro dirigen aproximadamente a las dos terceras partes de los masones españoles y a la inmensa mayoría de los catalanes, baleares y valencianos.
Falta el convocante de la reunión, el que los había llamado a todos. Éste fue el presidente de la Generalitat de Cataluña, el molt honorable José Montilla. El president los invitó a comer en uno de los salones de la biblioteca Arús (un catering en el que hubo un buen cordero) y habló con ellos durante más de dos horas.
¿De qué? Pues de todo un poco, pero sobre todo de valores cívicos y humanos. Montilla, en quien los presentes alaban un trato franco, una conversación afable y una evidente sinceridad, quería saber muchas cosas de la masonería. Las cosas que la gente, o al menos la mayoría de los ciudadanos españoles, desconocen aún. Qué es la masonería, de dónde viene, cuáles son sus objetivos, a qué se dedica. Para qué sirve hoy. Cómo se ingresa en ella, cuál es su funcionamiento y, esto sobre todo, cuáles son esos valores éticos, democráticos, laicos e ilustrados que dice promover en todo el mundo desde hace bastante más de tres siglos. Esos valores que, según el presidente catalán y también en opinión de los invitados, están en crisis en una sociedad como la española, que prefiere la inmediatez a la profundidad, la prisa a la reflexión, el precio al valor; una sociedad que piensa -o eso parece- que a la felicidad se llega sólo por el consumo.
La comida terminó con un acuerdo: el presidente de la Generalitat convocará a los grandes maestres de la masonería española con raíz en Cataluña una vez al año, con carácter institucional. Y los grandes maestres se comprometen a elaborar un informe, también anual, acerca de la percepción que los representantes masones tienen sobre la evolución de la sociedad, sobre la situación de los ciudadanos y, claro está, sobre la buena o mala salud de esos valores cívicos y éticos que ahora parecen estar en horas bajas.
Nada de política concreta y menos partidista. Montilla fue informado de que en la masonería caben hombres y mujeres de todas las creencias religiosas y de todas las ideas políticas, siempre que respeten y propugnen los valores de la democracia, la tolerancia, la libertad de pensamiento y los derechos humanos. Hay masones independentistas (el GOC, por ejemplo, tiene un claro cariz catalanista), conservadores, socialistas y de cualquier otra opción, pero en las logias masónicas jamás se habla de religión ni de política: tampoco lo harán los grandes maestres cuando escriban su informe asesor para la presidencia de la Generalitat. Eso fue, en síntesis, todo.
FuenteL EL TIEMPO de España