EMILI J. BLASCO
LA inmigración no deja indiferente a nadie, todos nos vemos implicados, sea el debate sobre los sin papeles de Vic o la última discusión sobre el velo en las escuelas. Las encuestas dicen que la población de Cataluña más bien se opone a exhibir el velo en los centros educativos. Más allá de la posición personal de cada cual convendría no excomulgar las demás opiniones. Y si uno llega a hacer dogma de su actitud, al menos darse cuenta de ello y admitir que se está en un extremo, sabiendo que hay variedad de disposiciones en los países occidentales, sin que ninguno pueda atribuirse haber dado con la solución.
En Cataluña, como en España en general, somos tan jacobinos como los franceses, aunque no nos guste admitirlo. Optamos por la uniformidad y el imperio de la ideología: nuestra masonería es hija de la francesa, nuestro pensamiento ilustrado es el francés y en materia de velo añoramos la laicidad escolar francesa. Que sepamos que hay otra aproximación, al menos tan válida, al problema. Que cabe la diversidad y el pragmatismo del modelo anglosajón: su masonería no es antireligiosa, su historiografía se basa en hechos y en cuanto al velo hay libertad de elección, con uniformes múltiples en las escuelas, que regulan la vestimenta pero ofrecen alternativas para distintas culturas personales.
LA inmigración no deja indiferente a nadie, todos nos vemos implicados, sea el debate sobre los sin papeles de Vic o la última discusión sobre el velo en las escuelas. Las encuestas dicen que la población de Cataluña más bien se opone a exhibir el velo en los centros educativos. Más allá de la posición personal de cada cual convendría no excomulgar las demás opiniones. Y si uno llega a hacer dogma de su actitud, al menos darse cuenta de ello y admitir que se está en un extremo, sabiendo que hay variedad de disposiciones en los países occidentales, sin que ninguno pueda atribuirse haber dado con la solución.
En Cataluña, como en España en general, somos tan jacobinos como los franceses, aunque no nos guste admitirlo. Optamos por la uniformidad y el imperio de la ideología: nuestra masonería es hija de la francesa, nuestro pensamiento ilustrado es el francés y en materia de velo añoramos la laicidad escolar francesa. Que sepamos que hay otra aproximación, al menos tan válida, al problema. Que cabe la diversidad y el pragmatismo del modelo anglosajón: su masonería no es antireligiosa, su historiografía se basa en hechos y en cuanto al velo hay libertad de elección, con uniformes múltiples en las escuelas, que regulan la vestimenta pero ofrecen alternativas para distintas culturas personales.