Por Madalina Cobián González
LA HABANA, Cuba, junio (http://www.cubanet.org/). La mujer cubana es un ser que se crece, se desdobla y se multiplica constantemente; es irremplazable su lugar en el seno del hogar, como formadora y trasmisora de los valores esenciales de la cultura tradicional cubana.
En el año 1937, el Dr. Gabriel García Galán propuso a la Gran Logia de Cuba la creación de una institución femenina que coadyuvara a la realización de los principios masónicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, aprovechando las características de la mujer cubana, factor a tener en cuenta para la educación y formación de los principios éticos-morales de las futuras generaciones. La institución se denominó Orden Hijas de la Acacia, que tiene como principios la paz, el amor y la caridad.
En aquellos tiempos, el país acababa de salir de una crisis social, política y económica, que impactó fuertemente la sociedad de la época, lo que se tradujo en un deterioro de los valores y principios tradicionales. La labor de las acacistas se encaminó hacia la educación, apoyando la labor de la Masonería.
Esta es la razón por lo que la Orden recién creada fundamenta su doctrina en el amor, en la creencia de un Ser Supremo; no admite otras diferencias entre los hombres que el mérito y el demérito; a nadie rechaza por sus creencias u opiniones, y no da cabida a debates de religión ni política. Practica la caridad como una derivación del amor fraternal, rechazando todo tipo de injusticias sociales. Propugna la caridad material sin humillaciones, y la del espíritu sin vacilaciones.
Desde la fundación de la Orden, las acacistas se desenvolvieron como educadoras y transmisoras de estos valores. Esta labor se vio interrumpida cuando el nuevo gobierno asumió el control de la educación.
La sociedad requiere nuevamente del esfuerzo mancomunado de todas las asociaciones fraternales, religiosas y gubernamentales para que, dejando a un lado las diferencias que les pueden separar, se unan en el esfuerzo común de emprender una cruzada educativa, despolitizada y humanista, que inculque en los jóvenes los valores y principios que hicieron de Cuba un país de avanzada en el continente americano.
La Orden Hijas de la Acacia, con más de 3 mil afiliadas distribuidas por el país, y una membrecía capacitada, podría ser un factor importante en este esfuerzo de rescatar los valores humanos que se han perdido, debido a las reiteradas carestías sufridas en estos tiempos.
LA HABANA, Cuba, junio (http://www.cubanet.org/). La mujer cubana es un ser que se crece, se desdobla y se multiplica constantemente; es irremplazable su lugar en el seno del hogar, como formadora y trasmisora de los valores esenciales de la cultura tradicional cubana.
En el año 1937, el Dr. Gabriel García Galán propuso a la Gran Logia de Cuba la creación de una institución femenina que coadyuvara a la realización de los principios masónicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, aprovechando las características de la mujer cubana, factor a tener en cuenta para la educación y formación de los principios éticos-morales de las futuras generaciones. La institución se denominó Orden Hijas de la Acacia, que tiene como principios la paz, el amor y la caridad.
En aquellos tiempos, el país acababa de salir de una crisis social, política y económica, que impactó fuertemente la sociedad de la época, lo que se tradujo en un deterioro de los valores y principios tradicionales. La labor de las acacistas se encaminó hacia la educación, apoyando la labor de la Masonería.
Esta es la razón por lo que la Orden recién creada fundamenta su doctrina en el amor, en la creencia de un Ser Supremo; no admite otras diferencias entre los hombres que el mérito y el demérito; a nadie rechaza por sus creencias u opiniones, y no da cabida a debates de religión ni política. Practica la caridad como una derivación del amor fraternal, rechazando todo tipo de injusticias sociales. Propugna la caridad material sin humillaciones, y la del espíritu sin vacilaciones.
Desde la fundación de la Orden, las acacistas se desenvolvieron como educadoras y transmisoras de estos valores. Esta labor se vio interrumpida cuando el nuevo gobierno asumió el control de la educación.
La sociedad requiere nuevamente del esfuerzo mancomunado de todas las asociaciones fraternales, religiosas y gubernamentales para que, dejando a un lado las diferencias que les pueden separar, se unan en el esfuerzo común de emprender una cruzada educativa, despolitizada y humanista, que inculque en los jóvenes los valores y principios que hicieron de Cuba un país de avanzada en el continente americano.
La Orden Hijas de la Acacia, con más de 3 mil afiliadas distribuidas por el país, y una membrecía capacitada, podría ser un factor importante en este esfuerzo de rescatar los valores humanos que se han perdido, debido a las reiteradas carestías sufridas en estos tiempos.