Nuestro M.·.R.·.H.·. , Miguel Grau Seminario, reconocido como Gran Maestro emérito del Oriente del Perú, nació en la ciudad norteña de Piura, un 27 de julio de 1834, habiendo sido sus padres, el Teniente Coronel de la república hermana de Colombia, Juan Manuel Grau y Berrío, y Doña María Luisa Seminario y del Castillo, quien provenía de una de las más destacadas familias de la mencionada ciudad del norte de nuestro país.
En su calidad de lubetón, en 1864, fue iniciado en nuestros augustos misterios en la R.·.L.·.S.·. «Unión Indisoluble» N° 5, del Vall.·. de Piura, siendo V.·.M.·. el R.·.H.·. Aurelio García y García (quien llegó a ser contralmirante de la armada peruana, comandante de la «Unión» y defensor de Chorrillos y Miraflores, en donde resultó herido).
Ya en Lima, en 1871, Grau visitó la R.·.L.·.S.·. «Reforma» N° 7, que trabajaba bajo la jurisdicción del Supremo Consejo del Gr.·. 33 para la República del Perú, en la que era V.·.M.·. el R.·.H.·. Ricardo Palma Soriano. Junto con él, Grau visita la R.·.L.·.S.·. «Cruz Austral» N° 5, en el Vall.·. del Callao, en donde conoce al médico Santiago Távara, quien luego sería cirujano mayor del monitor «Huáscar».
Motivado por dicho H.·., Grau solicitó en 1876 al Supremo Consejo que le autorizara a levantar Ccol.·. de una R.·.L.·.S.·. que trabajaría en el mismo monitor Huascar([1]).
El presente sirve para introducirnos a la lectura de dos textos importantes sobre el M.·.R.·.H.·.: el titulado «Grau y la grandeza humana», trazado de la V.·.C.·. de VV.·..MM.·.II.·. «José Flavio García Llaque», - organismo rector de la Gran Logia Constitucional del Perú -, y un extracto de la defensa hecha a favor de Miguel Grau por Luciano Benjamín Cisneros ante el órgano jurisdiccional , cuando fue procesado por el delito de traición, al negarse a aceptar a un extranjero para que dirija a la escuadra nacional, entregando su cargo a las autoridades políticas de turno[2], olvidándose que nuestro H.·. y los demás marinos peruanos involucrados, se acababan de enfrentar victoriosos en los combates de «Abtao» y del «2 de Mayo».
GRAU Y LA GRANDEZA HUMANA
(GRANDES MASONES EN LA HISTORIA)
Doña Carmela de Prat, escribía con mesurada emotividad al Comandante del Huáscar después del combate de Iquique, en el cual se sacrificó su esposo Arturo: «A este propósito no puedo menos expresar a Ud. que es altamente consolador en medio de las calamidades que origina la guerra, presenciar el grandioso despliegue de sentimientos magnánimos y luchas inmortales que hacen revivir a esta América las escenas y los hombres de la epopeya antigua». Grau en un desprendimiento propio sólo de los hombres nobles, le había remitido la espada y otras preciadas prendas de su recordado esposo.
Pero, es más, la grandeza humana del heroico marino peruano, es este mismo teatro de la guerra, surge de nuevo cuando ordena rescatar a los náufragos de la «Esmeralda», haciéndole merecedor que la América toda le denomine «El Caballero de los Mares».
A ésta, se agrega otro generoso comportamiento de Grau, sucedido cuando el «Matías Causiño» se encontró a tiró de cañón del Huáscar y nuestro homenajeado ordena que se le deje intacto, provocando que el comandante de dicha nave le remitiera una carta, manifestándole Miguel Grau ante el agradecimiento por su generosa acción, que «conociendo perfectamente que el buque que Ud., comandada era un transporte chileno, mi deber era destruirlo, por consiguiente, mi conducta para con Ud. y su tripulación, en esta ocasión, me fue imbuido por un simple sentimiento de humanidad».
Tal la magnimidad de Grau. Tal el espíritu humano de este extraordinario hombre, cuyos valores éticos y morales, en estos casos singulares, podría decirse que no se sintonizan con el carácter guerrero de todo combatiente. Sin embargo, en la grandiosidad de la epopeya, estas muestras de fraternidad humana, solo son patrimonio de la armonía grandiosa que se da entre Dios y el Hombre, razón de ser de nuestra existencia. ¿Acaso este gesto no es la ética que promueve la paz, la unidad de los hombres alrededor y en asonancia con los principios supremos que identifican al ser humano?
Por ello, el héroe de Angamos corrobora estos principios en una carta que en su turno le dirige a su hermana política, doña Manuela Cavero de Vial, esposa de un oficial de la Marina de Chile, cuando escribe este bello concepto: «Te aseguro, -le dice, querida hermana, que yo siempre he considerado y considero hoy mismo como fraticida o guerra civil». He aquí el pensamiento universal de Grau, el excelente estratega, el egregio marino, el hombre de proyección que desea para todos un mundo donde no haya limites para la paz.
Grau, paradigma de paz y obviamente respetuoso de las leyes, junto con otros comandantes de la Marina demuestra su contrariedad cuando la ambición política de los hermanos Gutiérrez, hacen que estos en actitud insolente pidan al Comandante General de la Marina que ordene a la escuadra secundar su movimiento en Lima y derrocar al gobierno constituido. La respuesta fue el rechazo inmediato e irreversible a quienes impunemente pretendieron burlarse de las leyes. En cuanto salieron los buques, encontrándose Grau a bordo del «Huáscar», desde Islay, escribe una extensa circular a todas las principales autoridades del sur del país, en la que dice: «La marina nacional que siempre ha dado muchas pruebas de patriotismo y abnegación por el orden y sostenimiento de las instituciones, no ha dudado en ponerse a la altura que por sus antecedentes le corresponde y ha rechazado indignamente la invitación que se le hizo para secundar la consumación de tan horrendo atentado y enarbolando el estandarte de la ley, ha protestado en masa por tan inaudito y escandaloso crimen, no reconociendo otro caudillo que la Constitución». Este es otro paradigma de las virtudes cívicas, éticas y morales de Miguel Grau.
Detestando la ambición y las pasiones políticas, una vez más, se puso al lado de las leyes y de la libertad. Su trascendente figura la encaminó hacia una trayectoria rectilínea y abnegada, tanto como experto marino tripulando o comandando sus buques, como Comandante General de la Marina o como parlamentario nacional, siendo que en cada uno de ellos prodigó su genio y espíritu cívicos.
Grau, que encarnó las virtudes humanas con optimismo y una actitud invariablemente afirmativa; el hombre que tuvo en jaque a una poderosa escuadra y al mismo tiempo fue un tierno padre y un cariñoso esposo. Las cartas dirigidas a la compañera de su vida son la reafirmación del amor y respeto hacia los suyos y una insistente recomendación por la educación de sus hijos, que constituyen su preocupación vivencial y permanente. En el mismo orden, para Grau, pues primero estaban Dios y su Patria, se encontraban su esposa y sus hijos, a quienes idolatraba y por quienes soñaba, simbolizando también en ellos los niños del Perú y de todas las latitudes y por quienes y para quienes arrancó un laurel a la gloria, en la certidumbre que los niños constituyen los futuros adalides de la justicia, de la libertad y de la solidaridad.
«Todo corazón americano, así como debe profunda veneración y eterna gratitud a los fundadores de la independencia, debe igualmente no menos sincero respeto y no menos gratitud a los que sostienen esa independencia en la actual gloriosa lucha contra España. Que no se diga que los nuevos héroes se han visto abandonados como los antiguos; que no se llame ingrata a la generación actual y que el mundo entero sepa, valientes marinos, que si defendisteis el honor nacional contra el enemigo extranjero hay quienes os defienden aquí contra el enemigo vuestro. Gracias por haberme dado ocasión, como abogado, de ensayar mis fuerzas en la más justa y santa de las causas; como peruano, de rendiros un público testimonio de mi admiración, como patriota, de vindicar el honor de mi país, demostrando muy alto que aquí, en el Perú, en el suelo clásico de la libertad, no hay traidores. Así contribuiré aunque pobremente a restaurar el brillo de vuestra fama; si la sañuda mano del poder os ha colocado en el banco de los reos, el poder de la Justicia, que es superior a todo poder humano, porque es la mensajera del Cielo, os levantará de allí con la purificación que ella imprime a los mártires de una noble causa»