A 30 años del extraordinario éxito de El nombre de la rosa, el célebre escritor italiano vuelve a la ficción con un nuevo fenómeno editorial. El cementerio de Praga, libro que encabeza la lista de best sellers en la Argentina y en otros países, es una novela llena de personajes históricos, conspiraciones, relatos heroicos y picarescos. Alejandro Dumas, Garibaldi, Freud y masones se cruzan en una trama que atrapa al lector.
Por Carmen Perilli
Para LA GACETA - Tucumán
El nombre de la rosa convirtió a Umberto Eco en ese novelista estrella que conjuga literatura y masas. Aunque la mayoría de sus ficciones urden literatura, filosofía, religión y ficción policial a través de personajes inolvidables, al lector no le resultaron tan fáciles algunas obras posteriores demasiado ensayísticas y barrocas como El péndulo de Foucault y La isla del día de antes. Su último libro, El cementerio de Praga (Lumen, diciembre de 2010), ha despertado otra vez el febril apetito de los lectores. No es fácil entender, desde un comienzo, el atractivo de sus 588 páginas de abigarrada textura. Después de superar los primeros escollos de una complicada presentación, y aún a contrapelo de la provinciana y espeluznante traducción española, quedamos irremediablemente atrapados en la trama de este libro de libros.
El capitán Simone Simonini, aturdido y desmemoriado después de una confusa experiencia no se reconoce en el espejo, se siente otro, entre disfraces y máscaras. Poco a poco repone su biografía: nieto de un monárquico y virulento antisemita, e hijo de un republicano masón, es un piamontés enemigo declarado de judíos, jesuitas y masones. Al finalizar la novela Eco aclara que, exceptuando al capitán, los demás personajes son históricos. La edición primera ya ha despertado polémicas entre judíos y cristianos.
La novela parece estar escrita a tres manos o tres voces. La de dos protagonistas o uno desdoblado en el capitán Simonini y el abate Dalla Piccola. El narrador es el tercero mediador que, desde el comienzo, se introduce para aclarar el texto y exhibe su control sobre sus criaturas así como su intención de no facilitar las cosas al lector.
Esta novela histórica rinde merecido homenaje a las grandes novelas del romanticismo social europeo del siglo XIX. Pero, sobre todo, es un homenaje a los folletines y a las novelas de aventuras como las de Ponson du Terrail, Eugenio Sue, etc. El capitán / el abate pertenecen a la estirpe de los grandes pícaros. Las páginas de la novela recorren Italia, Francia y en parte Alemania durante el siglo XIX, un momento de revoluciones en las calles y en las mentes.
Los protagonistas forman parte de campañas, revueltas, alianzas, combates políticos y militares. No podía faltar la figura de Garibaldi, sometida a un proceso de desmitificación por la aguda mirada del capitán. El héroe italiano, que comienza actuando en nombre del pueblo, acaba por unirse al rey Víctor Manuel, apoyando los intereses de los poderosos. Simonini forma parte de la tripulación del barco que lleva a Alejandro Dumas a apoyar a Garibaldi. Bajo el disfraz de periodista, está dispuesto a hacer volar una nave para destruir documentación. El gran enemigo de los judíos acaba en París, donde se codea con personajes como Sigmund Freud. El relato incluye el caso Dreyfus. La figura de Zola es menos importante que la de Esterhazy. La revelación de que todo es una construcción, que obedece a la necesidad de denigrar a los judíos dentro del ejército francés. Simonini falsifica con talento y la caligrafía del documento incriminatorio.
Protocolos de los sabios de Sión
La gran habilidad del abogado es el fraude, la traición y el espionaje con los que resulta útil a los poderosos. No duda en convertirse en asesino. Su capacidad para armar insidiosos relatos acaba convirtiéndolo en su propio personaje, y su vida termina por girar alrededor de su gran creación, El cementerio de Praga, basada en unos enigmáticos manuscritos -Protocolos de los sabios de Sión-: textos continuamente citados en la literatura europea, y a los que alude Hitler en Mein Kampf. Entre las viejas tumbas del cementerio judío de Praga, en cuyo centro está la del rabino Low (creador del Golem), poderosas figuras del judaísmo se juramentan para sostener una conspiración contra la humanidad. Eco realiza una minuciosa reconstrucción de la acción de las múltiples logias decimonónicas. La historia de Diana, la bella norteamericana conversa, se inserta dentro de la historia masónica.
A la novela no le falta nada para atrapar y seducir al lector: conspiraciones, relatos heroicos, relatos picarescos, historia europea, descripciones de las sectas masónicas, recetas culinarias hasta digresiones sobre los distintos tipos de pólvora. Aunque a veces se extrañe cierta ligereza. Pero la seducción de la literatura es más fuerte que el exceso documental. La originalidad está en el personaje cínico y complejo, que nos lleva a recorrer un mundo real e imaginario creado por la historia y la literatura. Por ello quizá el personaje acaba atrapado por su propia ficción sin poder desprenderse de ella, aunque sea una copia de copias. No es poco rescatar la enorme atracción del folletín decimonónico, el vértigo de las novelas de aventuras, en un texto de placer en el que el lector se entrega con una renovada vieja creencia en los mundos de papel.
© LA GACETA
Carmen Perilli - Doctora en Letras, profesora
de Literatura Hispanoamericana de la Facultad
de Filosofía y Letras de la UNT.
PERFIL
Umberto Eco nació en Italia, en 1932. Es uno de los semiólogos más reconocidos del mundo. Es profesor de la Universidad de Bolonia desde 1971. Obra abierta y La estructura ausente son dos de los más relevantes de sus títulos dentro de su especialidad. En 1980 se consagró como narrador con la publicación de El nombre de la rosa, novela que vendió más de 15 millones de ejemplares en 35 países y que fue llevada al cine en una película protagonizada por Sean Connery. Otras obras de ficción que cabe destacar son El péndulo de Foucault y Baudolino. Entre sus ensayos, sobresalen Historia de la belleza e Historia de la fealdad. En 2010 publicó Nadie acabará con los libros.
Fragmento de El cementerio de Praga
Dumas era de verdad un profundo conocedor del alma humana. ¿A qué aspira cada uno, tanto más cuanto más desventurado y menos amado por la fortuna? Al dinero, pero conquistado sin esfuerzo, al poder (qué voluptuosidad mandar sobre un semejante, y humillarlo) y a la venganza por todos los agravios sufridos (teniendo en cuenta que cada cual en su vida ha soportado por lo menos un agravio, por pequeño que sea). Y ahí tenemos a Dumas, que en Montecristo te demuestra cómo es posible adquirir una enorme riqueza, capaz de darte un poder sobrehumano, y hacer pagar a tus enemigos todas sus deudas. Pero claro, se pregunta cada cual, ¿por qué a mí, en cambio, la suerte me ha desfavorecido (o por lo menos, no me ha favorecido todo lo que yo quisiera)?, ¿por qué se me han negado favores concedidos a otros que se los merecen menos que yo? Puesto que nadie piensa que sus desventuras puedan ser atribuidas a su poquedad, tendrá que encontrar un culpable. Dumas ofrece a la frustración de todos (a los individuos y a los pueblos) la explicación de su fracaso. Ha sido alguien, reunido en el monte del Trueno, quien ha proyectado tu ruina…
Pensándolo mejor, además, Dumas no se había inventado nada: sólo había dado forma de narración a lo que, según el abuelo, revelara el abate Barruel. Lo cual me sugería que, si quisiera vender de algún modo la revelación de un complot, no había de ofrecerle al cliente nada original, sino sólo y exclusivamente lo que ya sabía o lo que habría podido llegar a saber más fácilmente por otras vías. La gente cree sólo lo que ya sabe, y ésta era la belleza de la Forma Universal del Complot.