El origen y esplendor de las logias que se asentaron en la provincia tras el terremoto de 1861.
Secreta, llena de misterios rituales, personajes poderosos... Desde hace mucho tiempo, el tema de la masonería ha alimentado esa creencia popular sobre sociedades similares a las que pinta Hollywood.
Su historia, es sin lugar a dudas un tema intrigante e interesante con toques verdaderamente esotéricos. Incluso, las ramas de estas misteriosas agrupaciones llegaron a nuestra provincia.
Para la publicación de este relato nos hemos basado en un inédito trabajo del escritor e investigador Enrique Socas, quien profundizó sobre los comienzos de la masonería en estas tierras.
La primera de todas en Mendoza
Eran momentos muy importantes para la emancipación de nuestro territorio. En ese contexto, en 1812, se creó la Logia Lautaro, que rápidamente se extendió por otras provincias como Santa Fe, Córdoba y posteriormente, por Chile y Perú.
Se cree que la masonería en Mendoza llegó de la mano de las logias lautarinas. Es más, una de ellas se fundó con la creación del Ejército de los Andes. Esta agrupación fue presidida por el propio General José de San Martín y contó con importantes miembro, como O'Higgins, Necochea o Zapiola. El objetivo de este grupo de personalidades ilustres era el de lograr la independencia de los pueblos de América del Sur.
Muchos fueron los mendocinos que se alistaron en esta logia masónica, tal vez con el ideal independentista.
Luego de la partida del Ejército Libertador, los miembros que eran civiles se quedaron para seguir con sus actividades.
Después de la guerra civil entre Unitarios y Federales, algunas de estás logias siguieron activas y de las denominó logias unitarias.
Masones en Mendoza
En diciembre de 1857, se creó lo que hoy se denomina Gran Logia de la Argentina. El objetivo de esta fue reunir a las logias masónicas dispersas en el territorio. También tuvo como propósito la creación y propagación de otros "talleres".
Pero pasaron muchos años para que Mendoza tuviera instalada su primera logia, aunque muchos personajes importantes pertenecían a esta institución que fueron iniciados en otras logias en nuestro territorio o en el extranjero.
Después del terremoto 1861 que destruyó la ciudad de Mendoza, dos pioneros de los principios masónicos llegaron con el propósito de crear la primera logia de la que se tiene documentación en nuestra provincia: fueron el italiano Guido Bonnati (un médico apasionado por la historia y la antropología) y el francés Salomón Stern (doctor en medicina, quien tuvo destacada actuación en el territorio cuyano).
En 1869 quedó constituida esta logia en donde se la denominó Joven Mendoza No.35 y un año después comenzó con sus actividades, bajo la presidencia de quien sería después gobernador de la provincia, Tiburcio Benegas, quien se destacaba en la sociedad como un importante hombre de negocios.
En aquellos tiempos, al pertenecer a la masonería, el miembro adquiría un estatus social muy elevado. Por eso, la logia vernácula cobró mucha fuerza al incorporar brillantes pensadores, destacados profesionales, además de poderosos hacendados, comerciantes, militares y políticos.
Entre ellos se encontraban Manuel Mallman, Santiago Furgoni, Pedro Ignacio Anzorena -quien luego sería gobernador- y el recordado guerrero del conflicto del Paraguay Demetrio Mayorga, Carlos Martínez, Ventura Cámus, Luciano Villanueva, Julio Bouquet y Alfredo Peltier.
La logia se juntaba secretamente en un salón ubicado al lado en la oficina del Telégrafo Nacional -hoy calle Rivadavia y San Martín de nuestra Ciudad.
Y después, la Luz
Tras algunos años de mucha actividad, en 1888 la logia Joven Mendoza se convirtió en otra, ya con el nombre de Luz.
Varios de los directivos y profesores del Colegio Nacional concurrían a estas reuniones, entre ellos Julio Leónidas Aguirre, Ventura Gallero, el doctor Antonio Gigli, el profesor Pimenídes entre otros. También varios destacados abogados como Emilio Jofré, César Ponce, Pedro Ignacio Anzorena. Empresarios como Fernando Marquet, quien trajo a Mendoza el teléfono.
También periodistas y políticos como Justo López de Gomara y el profesor Monneret de Villars, entre otros.
El lema de los masones siempre fue “el progreso” y lograban sin mayores obstáculos colar sus proyectos en los diferentes planes de gobierno provinciales. Carlos Campana - Especial para Estilo