Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
“Lo que deseas conseguir, más fácilmente lo obtendrás con una sonrisa que con la punta de la espada”, decía el afamado dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare, conocido en ocasiones como el “Bardo de Avon”. Que duda cabe, la sonrisa es una de las expresiones más cálidas y profundas en la relación interpersonal.
Es una “herramienta” para engrandecer la comunicación en toda circunstancia, tiempo y lugar. Una suerte de “llave mágica” que facilita la convivencia cotidiana y, además, abre numerosas puertas en la actividad profesional, social y familiar. En síntesis, sonreír es bastante más que “mostrarse favorable a una persona, suceso o asunto”.
Sonreír no cuesta nada; enriquece a quienes la reciben, sin restar a aquellos que la dan; se produce como un relámpago, pero su recuerdo a veces dura toda la vida; no existe persona que no la necesite, ni quien no la pueda dar; es fuente de placidez en el hogar; promueve negocios y fortalece amistades; es incentivo para cansados. Es un “don” divino que está a nuestro alcance y que inspira tantos beneficios que bien vale hacer de la sonrisa un elemento inherente a la vida.
Es fundamental para establecer relaciones sociales, mejorar el humor y hasta liberar hormonas que producen sensación de bienestar en el cuerpo. Sin embargo, hay hombres y mujeres que no logran sonreír con frecuencia. Existen razones anímicas, emocionales, de personalidad, temperamento y autoestima que determinan la falta de capacidad para sonreír y que deben analizarse individualmente con la finalidad de indagar sus orígenes.
El recordado pontífice romano Juan XXIII (1881 – 1963) afirmó: “Cuando uno es joven, sonríe en el vigor de la edad y de la inocencia; cuando se es viejo, en la riqueza de la experiencia” y la célebre Madre Teresa de Calcuta expresó: “La santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con alegría”.
La biblia también incluye algunas referencias al tema. Allí está escrito: “Aún llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo” (Job 8:21). El Salmo 126:2 precisa: “Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho el Señor con éstos”.
En el ámbito laboral y, especialmente, en áreas de counter, recepción, ventas, caja, mesa de partes y afines, es pertinente que el personal posea una actitud espontánea para sonreír y causar una afable impresión a su interlocutor. En este sentido, no olvidemos el sabio y conveniente proverbio chino: “La persona que no sabe sonreír no debe abrir tienda”.
Se recomienda a las empresas reclutar empleados con el perfil adecuado y capacitado para dar una sonrisa acogedora como parte de su desenvolvimiento. Sonreír, en el trato con concurrentes externos, genera una primera virtuosa impresión y muestra sincera efusividad en la negociación que se desea formalizar. Aparte de presentar tranquilidad, delicadeza y paz interior.
Estas ideas tan elementales no siempre son entendidas por entidades que tienen colaboradores altamente deficientes, entre otras razones, por su aptitud negativa, poco amable y escasa en su potencial de hacer placentero su vínculo con el visitante. Lo cual exhibe una evidente ineficiencia profesional. Conozco casos en los que los encargados de atención al público solo poseen como “mérito” su óptima presencia, su juventud y, coincidentemente, algún cercano y extraño “enlace” con el propietario de la compañía. Nada más!
Se recomienda que quienes tratan al público tengan una sólida formación emocional, técnica y las destrezas que conviertan su quehacer en una jornada positiva y beneficiosa a los propósitos empresariales de la institución. Es ineludible aleccionar al trabajador a fin de dotarlo de talentos que hagan agradable su misión y esa satisfacción sea transmitida al cliente. Ello ayudará en el clima laboral, la superación de sus integrantes e incrementará la rentabilidad que, en numerosas empresas, es el único objetivo de sus dueños.
No olvide, sonreír es una terapia espiritual que causará un excelente provecho en su día y en su proximidad con sus semejantes. Sonría, sonríale a la vida, a su vida y quienes lo rodean. Convierta su sonrisa en su “tarjeta de presentación”.