Alegóricamente, se “dice” que la palabra perdida, es el nombre de Dios, y que éste mismo la emitió en el inicio de los tiempos, como una honda vibratoria hendiendo el útero cósmico y preñándolo con los elementos positivos que habrían de constituir el universo por nacer, imponiendo orden dentro de caos y engendrando movimiento como inicio de la existencia.
“La “Palabra Perdida” sintetiza esotéricamente la caída del hombre en la materia, y continua, es el verbo creador, que es él mismo, es decir su entidad verdadera, su “ego”, y ponerse en contacto con él” (2).
La palabra como una idea vocativa y vibratoria es el verbo “creador” que transmite movimiento a la materia primordial inerte y caótica, generando movimientos de atracción y repulsión sobre las partículas y generando cuerpos subatómicos hasta conjuntos estelares dando origen a la densidad, dimensión, y profundidad en la materia.
El todo es mente, dice el < Kybalión >. Y es ésta mente quien fue y es el contenedor, el teatro donde iba a llevarse a cabo la creación. El espacio conteniendo la materia primordial caótica, debió ser los arquetipos que se sucedían unos a otros en el proceso de definir la idea primordial de la formación. Las leyes como fuerzas condicionantes fijaron el círculo como límites de la creación. Y la palabra como fuerza vibratoria, fue la fuerza volitiva que dio inicio a la formación del universo.
El espacio, materia primordial, leyes, y palabra, se sintetizaban en una palabra, Dios. Pues todo el evento tenía lugar en su mente. Esto nos lleva a reflexiona, y pensar que el germen de la consciencia ya existía desde antes de la formación, en la materia primordial con que todo fue hecho.
El “ego” en psicología, se define como “yo”. Por ser la parte dinámica de nuestra mente que nos relaciona con la realidad de nuestro entorno. En misticismo el “ego” es el falso “yo” que ha suplantado a la consciencia original del ser. Se nos pide buscar la “Palabra Perdida” que es nuestro propio “yo”, entonces ¿Quién ha de buscarla?... ¿El ego? Entonces el “ego” no es nuestro “yo”, porque no ha de buscarse a sí mismo.
La personalidad del ego se va formando por las exigencias o condiciones de la sociedad, cultura e idiosincrasia. Entonces podríamos concluir que existe una mente donde una pequeña parte de ella, que es el “ego” ha tomado el mando y control del hombre, y el alma se ha identificado con ella.
La palabra perdida o el ser perdido y el buscador que en apariencia son dos, en realidad solo son una sola “cosa” y Quien busca la palabra perdida es el mismo que dificulta encontrarla. Es el ego quien usurpa el trono y quien debe buscar la palabra perdida y entronizarla como verdadero Rey de Salem y Sacerdote por siempre, según la orden de Melkisedeck...
“En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (1) ¿Se Debe entender que el verbo o la palabra perdida que dio origen al universo, era Cristo, el cual, era con Dios antes de la creación del universo, y era Dios por ser parte de la esencia y naturaleza del Dios Único?... ¿Estamos hablando de la materia o esencia primigenia con que todo fue hecho? o ¿De la consciencia que ya venía implícita en la materia primordial?... ¿consciencia? ¿Lucifer el portador de la luz?..“In splendóribus sanctórum, ex útero ante lucíferum génui te” (3).
“El Místico debe encontrar la palabra perdida, el verbo creador, que es él mismo. Es decir su entidad verdadera”… Su propia alma que simbólicamente es la Rosa con sus 22 pétalos en medio de la Cruz. El Cristo clavado en el madero Cruciforme del cuerpo material de todo hombre.
El pelicano otro símbolo Crístico del alma. Es una Ave marina que se adentra en lo profundo del mar de la materia, para alimentarse con su producto de experiencias, enriqueciendo su propia sangre, que al desgarrarse el pecho, alimenta con ella a sus siete polluelos, Las siete iglesias, Los siete chakras, Los siete Sephiroth del universo manifiesto… Entonces la palabra perdida no es el “ego”, sino el alma de todo ser humano que como una pequeña llama prevalece en medio de la oscuridad de la materia.
“La palabra perdida o el verbo creador, somos nosotros mismos, nuestra entidad verdadera, y para encontrar esa palabra, necesario es ponernos en contacto, recogerse, reconcentrarse en el santuario de nuestro fuero interno. Debemos practicar diariamente para iniciarnos en las practicas psíquicas que, un día nos conducirán al fin deseado” (2).
Para lograr lo anterior, debemos iniciar por observarnos y descubrirnos a nosotros mismos. Distinguir entre nuestros deseos y lo que realmente queremos. El hombre es consciente de la presencia de sus deseos, pero no de su origen. Navegamos en medio de un mar embravecido por fuertes corrientes que emergen desde el inconsciente impulsados por la fuerza de nuestras pulsiones básicas… A la mente como a nuestras fuerzas instintivas no debemos amordazarlas, sino educarlas y ser “sanamente” congruentes entre nuestra realidad física y nuestros valores morales y espirituales.
La palabra perdida, es nuestro propio “yo” que se ha extraviado en los bosques de la ilusión de Maya. Es el alma que se ha confundido con el “ego” y ha perdido temporalmente su identidad original. Encontrarla no es posible hacerlo por medio de palabras, ni tampoco por esfuerzo ajeno a nosotros mismos. La meditación es un sendero interior que el meditante debe recorrer como una plegaria silenciosa y viviente que se eleva hasta la parte más espiritual y divina de él mismo. El meditante debe tener siempre ubicado el puerto de donde ha partido, conocer en donde se encuentra actualmente, y saber hacia dónde pretende llegar. El sendero interior que conduce al alma, es el mismo que conduce a nuestro propio dios personal y nos acerca al Dios único del universo.El alma forma parte de la naturaleza de Dios y es la fuerza vibratoria que transmite movimiento de vida, y luz de consciencia en el hombre.
Cualquier evento o acto que se dé en cualquier parte del cosmos, afecta en distinto grado y manifestación el resto del universo, de igual modo, La evolución del hombre no puede quedarse en él mismo, sino que se extiende a través de la mente universal hacia los dioses o fuerzas que nos crearon y aún más allá de nuestro entendimiento. Dioses y Universo están comprometidos en un proyecto llamado “HUMANIDAD”, El hombre es su creación y lo cuidan afanosamente como su hijo que es, esperando recibir los frutos de su inversión en la vuelta de retorno… La multiplicidad es aparente, el uno es el todo.
“Corpus et Sanguis Dómini nostri Iesu Christi custódiat ánimam meam in vitam aeternam” (4)
Nota:
El presente, son, reflexiones y meditaciones personales, no necesariamente representan la opinión de la orden.
Escrito: 12 DE SEPTIEMBRE DEL 2011.
No escribo para todos, sin embargo, todos son invitados a leer.
- La Biblia Reina Valera.- Jn 1:1 A diferencia de los otros evangelios que comienzan con el Jesús histórico, Juan comienza con el Cristo cósmico, a quien designa con el término griego Verbo (Logos, Palabra).
- Preguntas y Respuestas de los Grs. 15º al 18º.- Supremo Consejo de México del R,’, E,’, A,’, L,’, A,’,
- In splendóribus sanctórum, ex útero ante lucíferum génui te.- Entre resplandores de santidad, antes del lucero de la mañana, de mis entrañas te engendré.
- Corpus et Sanguis Dómini nostri Iesu Christi custódiat ánimam meam in vitam aeternam.- El cuerpo y la sangre de nuestro señor Jesús Cristo guarde mi alma para la vida eterna