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Satanismo y masonería


En los mismos años en que Pío IX y León XIII se enfrentaron a la masonería, y algunos masones, en justa reciprocidad hicieron otro tanto con el papado y los católicos en general, aparece una figura, Léo Taxil, que va a protagonizar uno de los casos más curiosos y al mismo tiempo grotesco de la lucha entre la Iglesia católica y la masonería, que dio origen a la leyenda del satanismo en la masonería, a la de las famosas traslogias, de los Triángulos luciferinos, del culto demoníaco entre los masones y a un largo etcétera de orgías. profanaciones y ritos sangrientos que todavía siguen siendo creídos hoy día.
Cuando en 1879 Peyrat, el amigo de Gambetta, acababa de lanzar su famoso grito de guerra: «¡El clericalismo, he ahí el enemigo!», Léo Taxil (en realidad se llamaba Gabriel Jogang Pagés), nacido en 1854 en el barrio del Puerto Viejo de Marsella, captó inmediatamente el lado comercial del asunto y decidió montar su negocio. Para ello fundó una librería anticlerical, y en forma de fascículos empezó a sacar títulos como El cura, culo de mono.
Una jornada de León XIII: Las necedades sagradas: ¡Abajo los curas!: ¡El hijo del jesuita!: Las sotanas grotescas: Las pícaras religiosas; Los crímenes del alto clero contemporáneo; León XIII el envenenador: Pío IX ante la historia, sus vicios, sus locuras, sus crímenes: Los amores secretos de Pío IX, etc.
Cuando el filón del anticlericalismo empezó a agotarse en 1885, aparentó su conversión y vuelta a la Iglesia católica. Llevado de fines puramente personales, decidió hacer de la masonería un lucrativo negocio. Con este fin publicó una serie de libros antimasónicos. El primero llevaba por título Los Hermanos Tres Puntos, Revelaciones completas, sobre la masonería. A éste Siguieron otros como Las Hermanas Masonas. La francmasonería desvelada y explicada. Los asesinatos
masónicos. La leyenda de Pío IX masón. etc., donde puso sobre el tapete las más absurdas patrañas, como antes lo había hecho con los libros anticlericales. Además, desde su primer libro tuvo la habilidad de escribirlos siguiendo las directrices e ideas recogidas en la encíclica Humanum genus de León XIII. Pues esta encíclica respondía a una idea muy fija en los católicos militantes. Frente al eslogan: «¡El clericalismo, he ahí el enemigo!», la Iglesia replicaba por su parte diciendo: «¡El enemigo es la francmasonería!».
Ya en Los Hermanos Tres Puntos lanzó la idea de que los masones practicaban el culto del diablo, no siendo todo su ritual otra cosa que una glorificación de Lucifer. Taxil bajó a toda una serie de detalles fantásticos en los que cobraban especial relieve anécdotas rayanas en la pornografía, encuadradas en las logias de mujeres y los asesinatos cometidos por medio del secreto masónico. Para hacer más asequibles sus patrañas, de cuando en cuando, las acompañaba de pasajes tomados de los verdaderos rituales masónicos.
Una gran parte de los periódicos y revistas católicos del tiempo llenaron columnas enteras con estas revelaciones. Taxil recibió cartas de obispos y cardenales, y el propio papa León XIII llegó a recibir al «converso» en una audiencia especial.
En el libro Las Hermanas Masonas es donde principalmente describe con todo detalle el «culto del demonio», llamado palladismo. En las logias satánicas, el palladismo se celebraba, según Taxil, a base de verdaderas orgías en las que Lucifer era venerado como el Príncipe de los buenos. El adepto debía jurar incondicional obediencia a las órdenes de la logia, cualquier cosa que fuera mandada. Además, debía adorar a Satanás, invocándole según el ritual de la nigromancia. Era representado en forma de Baphomet, un ídolo con patas de cabra, pechos de mujer y alas de murciélago. El punto culminante consistía en la profanación de hostias robadas previamente. En Las hermanas Masonas también presenta Taxil la por él inventada Sophia Walder, la bisabuela del Anticristo, la que el 21 de enero sería presentada como la Gran Maestra del Palladismo.
Pronto tuvo Taxi numerosos discípulos que difundieron sus ideas en libros como El diablo en el siglo XIX, o Los Misterios del espiritismo. La masonería luciferina, Lucifer desenmascarado, La mano del diablo o la masonería. Satán y Cía.. etc. Un alto eclesiástico. monseñor Armand Joseph Faya, obispo de Grenoble, se afilió entre los discípulos de Taxil, del que llegó a ser un apasionado apóstol. Escribiendo El secreto de la masonería. Otro tanto ocurrió con el arzobispo francés León Maurin, quien escribió en 1893 un truculento libro, La Francmasonería, Sinagoga de Satán, que se apoya como toda autoridad en Taxil, y que todavía fue traducido en España en 1957 con el título de Filosofía de la Masonería.








Satanismo y masonería<br/>En los mismos años en que Pío IX y León XIII se enfrentaron a la masonería, y algunos masones, en justa reciprocidad hicieron otro tanto con el papado y los católicos en general, aparece una figura, Léo Taxil, que va a protagonizar uno de los casos más curiosos y al mismo tiempo grotesco de la lucha entre la Iglesia católica y la masonería, que dio origen a la leyenda del satanismo en la masonería, a la de las famosas traslogias, de los Triángulos luciferinos, del culto demoníaco entre los masones y a un largo etcétera de orgías. profanaciones y ritos sangrientos que todavía siguen siendo creídos hoy día.<br/>Cuando en 1879 Peyrat, el amigo de Gambetta, acababa de lanzar su famoso grito de guerra: «¡El clericalismo, he ahí el enemigo!», Léo Taxil (en realidad se llamaba Gabriel Jogang Pagés), nacido en 1854 en el barrio del Puerto Viejo de Marsella, captó inmediatamente el lado comercial del asunto y decidió montar su negocio. Para ello fundó una librería anticlerical, y en forma de fascículos empezó a sacar títulos como El cura, culo de mono.<br/>Una jornada de León XIII: Las necedades sagradas: ¡Abajo los curas!: ¡El hijo del jesuita!: Las sotanas grotescas: Las pícaras religiosas; Los crímenes del alto clero contemporáneo; León XIII el envenenador: Pío IX ante la historia, sus vicios, sus locuras, sus crímenes: Los amores secretos de Pío IX, etc.<br/>Cuando el filón del anticlericalismo empezó a agotarse en 1885, aparentó su conversión y vuelta a la Iglesia católica. Llevado de fines puramente personales, decidió hacer de la masonería un lucrativo negocio. Con este fin publicó una serie de libros antimasónicos. El primero llevaba por título Los Hermanos Tres Puntos, Revelaciones completas, sobre la masonería. A éste Siguieron otros como Las Hermanas Masonas. La francmasonería desvelada y explicada. Los asesinatos<br/>masónicos. La leyenda de Pío IX masón. etc., donde puso sobre el tapete las más absurdas patrañas, como antes lo había hecho con los libros anticlericales. Además, desde su primer libro tuvo la habilidad de escribirlos siguiendo las directrices e ideas recogidas en la encíclica Humanum genus de León XIII. Pues esta encíclica respondía a una idea muy fija en los católicos militantes. Frente al eslogan: «¡El clericalismo, he ahí el enemigo!», la Iglesia replicaba por su parte diciendo: «¡El enemigo es la francmasonería!».<br/>Ya en Los Hermanos Tres Puntos lanzó la idea de que los masones practicaban el culto del diablo, no siendo todo su ritual otra cosa que una glorificación de Lucifer. Taxil bajó a toda una serie de detalles fantásticos en los que cobraban especial relieve anécdotas rayanas en la pornografía, encuadradas en las logias de mujeres y los asesinatos cometidos por medio del secreto masónico. Para hacer más asequibles sus patrañas, de cuando en cuando, las acompañaba de pasajes tomados de los verdaderos rituales masónicos.<br/>Una gran parte de los periódicos y revistas católicos del tiempo llenaron columnas enteras con estas revelaciones. Taxil recibió cartas de obispos y cardenales, y el propio papa León XIII llegó a recibir al «converso» en una audiencia especial.<br/>En el libro Las Hermanas Masonas es donde principalmente describe con todo detalle el «culto del demonio», llamado palladismo. En las logias satánicas, el palladismo se celebraba, según Taxil, a base de verdaderas orgías en las que Lucifer era venerado como el Príncipe de los buenos. El adepto debía jurar incondicional obediencia a las órdenes de la logia, cualquier cosa que fuera mandada. Además, debía adorar a Satanás, invocándole según el ritual de la nigromancia. Era representado en forma de Baphomet, un ídolo con patas de cabra, pechos de mujer y alas de murciélago. El punto culminante consistía en la profanación de hostias robadas previamente. En Las hermanas Masonas también presenta Taxil la por él inventada Sophia Walder, la bisabuela del Anticristo, la que el 21 de enero sería presentada como la Gran Maestra del Palladismo.<br/>Pronto tuvo Taxi numerosos discípulos que difundieron sus ideas en libros como El diablo en el siglo XIX, o Los Misterios del espiritismo. La masonería luciferina, Lucifer desenmascarado, La mano del diablo o la masonería. Satán y Cía.. etc. Un alto eclesiástico. monseñor Armand Joseph Faya, obispo de Grenoble, se afilió entre los discípulos de Taxil, del que llegó a ser un apasionado apóstol. Escribiendo El secreto de la masonería. Otro tanto ocurrió con el arzobispo francés León Maurin, quien escribió en 1893 un truculento libro, La Francmasonería, Sinagoga de Satán, que se apoya como toda autoridad en Taxil, y que todavía fue traducido en España en 1957 con el título de Filosofía de la Masonería.










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