Se conoce como el martillo de Londres, debido al nombre de la ciudad de Texas (EE UU) en cuyas cercanías fue encontrado en 1936, el artefacto apareció incrustado en el interior de una roca. La madera se encontraba petrificada y su cabeza de hierro fundida con la piedra que lo alojaba. Ante la escalofriante idea de que el martillo, para terminar en el interior de la roca, debía haberse construido antes de que esta se formase (unos millones de años atrás), los científicos decidieron olvidarla en el Museo Somerwell, de Texas.
Posteriormente, análisis realizados sobre el martillo demostraron que el interior del mango estaba carbonizado y que la cabeza (perfectamente formada) había sido construida en hierro con un grado de pureza, solo alcanzable con tecnología moderna.
El mango del martillo muestra no haber estado exento en el proceso de “petrificación” que evidencian los árboles de los bosques texanos. El lento proceso de petrificación prehistórica ocurrida en dicha zona, según los geólogos, data de hace 140 millones de años. La cabeza, según estudios del Instituto Metalúrgico de Columbia, está conformada prácticamente en un 97 de hierro puro, un 2 por ciento de cloro y un 1 por ciento de azufre. Asombrosamente también se comprobó que el hierro había sufrido un proceso de purificación y endurecimiento, propios de una metalurgia del siglo XX.
La porción de piedra que rodeaba la cabeza del martillo también presentó anomalías, pareciendo haberse fundido con algún tipo de recubrimiento del martillo. Como prueba física de está supuesto envoltorio se encontró una muesca regular. El análisis químico de esta “vaina” detectó también ciertas cantidades de potasio, silicio, cloro, calcio y azufre. Esta composición contradice a las hipótesis que postulaban que la cabeza del martillo pertenecía al fragmento de un meteorito, dado que los cuerpos de nuestro sistema solar no tienen tal naturaleza química.
El hecho de que la cabeza se haya encontrado fundida en la roca parece acusar que el proceso de incrustación se llevó a cabo bajo condiciones atmosféricas distintas a la actual (diferente presión atmosférica) probablemente según científicos, más concordantes a una época remota.
La información sobre la composición de la cabeza es cierta. El martillo se estudió en los laboratorios Batelle en Columbus, Ohio, donde se constató que la cabeza del martillo constaba de 96,6% de hierro, 2,6% de cloro, y 0,74% de azufre en peso. Baugh (presidente de la Pacific Internacional University) sugirió que este perfil sería imposible de duplicar con la tecnología moderna en las actuales condiciones atmosféricas, Baugh lo interpretó como evidencia de “la metalurgia avanzada” de una cultura pre-diluviana.