Decía el científico norteamericano Carl Sagan que él no quería creer, quería saber, y esos son dos caminos radicalmente opuestos.
Lo que llaman “fe” es, efectivamente, ese concepto abstracto que alude a la ignorancia de los que se acogen a ideas míticas, supersticiosas e indemostrables, o demostradas como falsas, y renuncian, dimitiendo de su razón y su voluntad, a la búsqueda de la verdad. El conocimiento del mundo y la evolución de la humanidad en todas sus facetas se ha producido, por cierto, con la oposición implacable y sempiterna de las religiones, en base al progreso del conocimiento y de la ciencia. Dice, al respecto, otro científico, el inglés Richard Dawkins, que quien tiene un hijo con malaria tiene dos caminos: rezar, o suministrarle 25 miligramos de tetraciclina. A todos nos viene a la mente cuál es el camino que conducirá, con infinitamente más probabilidad, a la sanación de la enfermedad. Decía Nietszche que tener fe es no querer saber la verdad, y decía el filósofo Adam Smith que la ciencia es el único antídoto contra el veneno del fanatismo y la superstición (refiriéndose a las religiones). El viejo debate de la oposición radical entre ciencia y creencia ya quedó hace mucho tiempo resuelto, en la medida en que la ciencia se basa en la búsqueda de la verdad, y la creencia en lo contrario, en la imposición de la mentira. Y es ya, por tanto, un debate obsoleto. A pesar de lo cual, en esta España del Partido Popular, siniestra, y de cerrado y sacristía, que decía Machado, en pleno siglo XXI se vuelve a reducir el conocimiento a absurdos y antidemocráticos dogmas de fe. El Boletín Oficial del Estado del pasado martes, 24 de febrero, ha dedicado nada menos que veintitrés páginas a especificar el currículo de la asignatura de religión en primaria y secundaria, y al leerlo parece que nos sumergimos, más que en un texto oficial y público del Estado español, supuesta y engañosamente aconfesional, en una encíclica católica o en el discurso irracional y soporífero que se vierte en miles de iglesias de España a diario, a modo de herramienta de adoctrinamiento ideológico y sectario. Porque, no lo olvidemos, técnica y objetivamente las religiones son verdaderas sectas, y emplean todas las técnicas coercitivas de manipulación o control mental correspondientes, tales como charlas de adoctrinamiento, inducción al fanatismo y al seguimiento incondicional del líder, o gurú, o como anulación de la libertad, control de la sexualidad, inducción al infantilismo intelectual, anulación de la racionalidad a favor del dogma, imposición del miedo, del temor al castigo, anulación de fuentes de información ajenas al grupo, rechazo de los no adheridos, hacer sentir a los adeptos formar parte de un grupo de elegidos, anulación de cualquier cuestionamiento o actitud crítica, empleo de una jerga específica y de símbolos propios, constante proselitismo, y así un largo etcétera. Pues bien, en el BOE del 24 de febrero de 2015, en la España del siglo XXI, leemos cosas tales como la inclusión en la enseñanza primaria de rezos, que serán evaluables para los alumnos; en 2º de Primaria, por ejemplo, se valorará si el niño “expresa oral y gestualmente, de forma sencilla, la gratitud a Dios por su amistad”. Y en el mismo curso, como criterios de evaluación del Bloque 1 de contenidos, leemos “Reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí mismo la felicidad”. Como para salir corriendo y no parar. Vuelta al nacionalcatolicismo franquista. Vuelta al Cara al Sol y los lavados de cerebro colectivos y seculares. Vuelta a la imposición de dogmas inhumanos que han llevado a la humanidad a las peores aberraciones. Vuelta al no pensar, al no aprender, al odio a la democracia, al odio al conocimiento, al odio al humanismo y al odio a la libertad. Vuelta a la España más zote, más cerril y más negra. Nos va quedando más que claro el país que está construyendo el PP. Era evidente, a priori, que tendríamos confesionalismo hasta en la sopa, pero creo que nos era muy difícil imaginar que se llegaría a estos extremos. Pobres niños españoles, lo que les espera en las escuelas. Acabarán muchos siendo reprimidos, fanáticos e intolerantes, que es, en realidad, lo que se espera. Que a la plebe hay que tenerla idiotizada para que no levante la voz. Mientras tanto, me viene a la mente la acción poética popular que propone: “Si venís a nuestras escuelas a rezar, iremos a vuestras iglesias a pensar”.
Coral Bravo es Doctora en Filología
Fuente: EL PLURAL
PUBLICADO EN : EL MASON APRENDIZ