servir al ejército español durante más de dos décadas. Así recordaba años más tarde el momento en que resolvió empeñarse en la lucha contra la decaída monarquía española: “En una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos de Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento a fin de prestarle nuestro servicio en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar”. Compartimos aquí un fragmento del nuevo libro de Felipe Pigna, La voz del gran jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín, sobre este extraordinario estratega militar, que se inició en la carrera de las armas a los once años y a los quince era ya un oficial con mando de tropa. El libro repasa, entre otras cosas, las versiones sobre su posible origen mestizo, su formación intelectual y militar, sus relaciones familiares, sus vínculos con la francmasonería y la diplomacia británica, la gran epopeya del cruce de Andes, sus profundos desencuentros con los políticos de turno, su negativa a empeñarse en luchas fratricidas, y su exilio. Transcribimos aquí un fragmento sobre diversos aspectos de su gobierno de Cuyo, donde el Libertador llevó adelante una política que trascendió por lejos la organización militar con miras a organizar el Ejército que se precipitaría sobre los españoles que acechaban tras la cordillera de los Andes. Su política integral iba desde la política impositiva, para que pagaran más los que más tenían, el desarrollo de la industria, la educación, la salud pública, hasta el sistema carcelario. |
Fuente: Felipe Pigna, La voz del gran jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín, Buenos Aires, Planeta, 2014, págs. 193-213. |
“Conozca el mundo que el genio americano abjura con horror los crueles hábitos de sus antiguos opresores y que el nuevo aire de libertad que empieza a respirarse extiende su benigno influjo a todas las clases del Estado.” Oficio de San Martín al Cabildo de Mendoza, 25 de marzo de 1816 A los amantes de la historia basada exclusivamente en “fechas y batallas”, aquella que nos arruinaba la mente en el secundario, a los que siguen queriendo ver un San Martín exclusivamente militar, hay que recomendarles que analicen al San Martín político, a aquel que durante poco más de dos años gobernó con gran eficiencia, equidad y honestidad las provincias cuyanas. Cuando llegó a Mendoza, en los primeros días de septiembre de 1814, hacía menos de un año que la región había obtenido, tras largos pedidos, la condición de gobernación intendencia. Desde los inicios de la invasión española y hasta 1776, Cuyo había estado bajo la jurisdicción de Chile, con el que seguía manteniendo estrechos vínculos económicos, sociales y culturales, para luego ser incorporada al Virreinato del Río de la Plata, pero integrando la intendencia de Córdoba. Recién el Segundo Triunvirato, a fines de noviembre de 1813, creó la gobernación de Cuyo y nombró al frente al coronel Juan Florencio Terrada,1 quien sería enviado a la Banda Oriental pocos días antes del nombramiento de San Martín. Interinamente, asumió el cargo a Marcos Balcarce.2 La capital de la nueva jurisdicción era la ciudad de Mendoza, mientras que en San Juan y San Luis ocupaban el cargo de teniente de gobernador, respectivamente, Manuel Corvalán3 (reemplazado en abril de 1815 por José Ignacio de la Roza)4 y Vicente Dupuy.5 Todos ellos pronto se convirtieron en firmes colaboradores de San Martín, tanto en la administración de la región como en el esfuerzo que requirió crear, organizar y abastecer al ejército libertador. (…) La heroica resistencia Para hacerlo, no contaban más que con sus propios recursos, que eran muy limitados. A fines de 1814, las milicias cuyanas, unos 900 hombres en las tres provincias, apenas si estaban equipadas y entrenadas. El principal cuerpo armado, los 200 miembros de la división auxiliar que había vuelto a las órdenes de Las Heras, más otros tantos expatriados chilenos que se pusieron a las órdenes de O’Higgins, debían ser reforzados con nuevos reclutas, a los que había que equipar. San Martín, desde fines de 1814, pidió refuerzos, incluidos por lo menos 150 granaderos.6 Pero las prioridades del gobierno en Buenos Aires eran otras: principalmente la guerra civil que venía librando en el Litoral contra el federalismo artiguista, que cuestionaba radicalmente la base ideológica y material del poder porteño y, en menor medida, en el Ejército del Norte. El Estado como agente de la economía Para llevarla adelante y no morir en el intento, emprendió una política que significaba movilizar y unir a la población, combinando la defensa de los intereses locales ante el gobierno central con la necesidad de hacer frente al peligro realista y distribuir de la manera más pareja posible el esfuerzo. En 1814, ante la falta de fondos para cubrir los gastos, tomó decisiones que dejaron en claro a los cuyanos cuáles eran las prioridades de su nuevo gobernador. Debía remitir a Buenos Aires lo recaudado por un “derecho extraordinario de guerra”, establecido por el gobierno central que gravaba los productos cuyanos con el supuesto fin, según se establecía en los papeles, de comprar mulas para el Ejército del Norte. También tenía que mandar a Córdoba, sede del obispado del que seguía dependiendo Cuyo, el diezmo eclesiástico. San Martín decidió hacerse de esos fondos para aplicarlos a los gastos de Cuyo. Estas medidas de emergencia, que aliviaban solo temporariamente la situación, le permitieron pagar las cuentas pendientes y cerrar ese difícil año sin imponer más sacrificios a los cuyanos. Un gobierno ejemplar Entre la extraordinaria y extensa obra de gobierno de San Martín en Cuyo cabe destacar los siguientes puntos:
Su acción no tenía límite ni se frenaba ante ningún poder terrenal o eclesiástico. Tenía un afinado servicio de inteligencia que lo mantenía al tanto de todo lo que pasaba en su jurisdicción. Así pudo enterarse de que el padre Manuel Benavídez estaba extorsionando al vecino Francisco Javier Guiñazú, amenazándolo con denunciarlo como colaborador de los españoles. San Martín sabía que Guiñazú era un patriota y dictó el siguiente decreto ejemplificador: “Resultando los antecedentes de un falso calumniante, ordeno que el Padre Fray Manuel Benavídez salga inmediatamente de esta ciudad para San Juan a disposición del Prelado del Convento de su orden, a quien se oficiará que vele sobre su conducta con apercibimiento que en el menor desliz en lo sucesivo se le aplicarán las penas de la ley, considerándosele el hombre más prostituido en su corazón indigno de cargar el hábito que profana”.9 La política de San Martín le ganó el afecto de los auténticos patriotas de todas las clases y la resistencia de no pocos poderosos criollos y españoles a los que no les gustaba para nada este “excesivo” intervencionismo estatal. A éstos San Martín les recordaba: “Cuando América por un rasgo de virtud sublime quebrantó las cadenas de la opresión peninsular, juró a la patria sacrificarlo todo por arribar al triunfo de aquel glorioso empeño. Así es que desde entonces debió desaparecer entre nosotros el ocio, la indiferencia, la molicie y todo cuanto podía enervar la fuerza de aquella valiente resolución. Consecuente a esto, la actividad, la dureza de la vida armada, es el verdadero carácter que debe distinguirnos. No es suficiente el sacrificio de nuestra fortuna. Es preciso dar el sosiego, nuestra existencia misma”. 10 San Martín y el vino cuyano Como gobernador, San Martín apoyó los reclamos de los cabildos cuyanos, luego defendidos por el diputado mendocino ante el Congreso de Tucumán y operador político de San Martín, Tomás Godoy Cruz, para que el Directorio bajase los muy altos impuestos y derechos de tránsito que gravaban a la producción local de vinos, aguardientes y frutas secas.11 Señala Maurín Navarro: “Los vinos y aguardientes de Cuyo, decía Godoy Cruz, a pesar de los aumentos de los derechos a los extranjeros, eran perjudicados por la concurrencia de estos últimos, agregando el diputado por Mendoza que la medida solicitada era universalmente adoptada por las distintas naciones para fomentar la industria nacional y que, a favor de la protección, llegarían a superar la calidad y desalojar los vinos del exterior. Al referirse a los derechos de exportación que percibía la Aduana de Buenos Aires expresaba que una parte de los vinos de Cuyo se exportaban a Montevideo y Brasil, en cuyo casos los derechos de exportación recaían sobre los productos nacionales, cosa reprobada en los buenos principios de economía”.12 Como signo de los intereses que predominaban en el Directorio, el proyecto fue rechazado por el Congreso, ya establecido en Buenos Aires. El diputado José Malabia,13 al fundamentar ese rechazo, sostuvo dos argumentos: que las cargas internas y los derechos de exportación eran necesarios para el tesoro nacional, “destinado a emplearse en utilidad y beneficio de todas las provincias”, y que la manera más eficaz para mejorar la calidad de los productos nacionales era la competencia de los importados.14 En igual sentido se manifestaron los comerciantes del Consulado y una “comisión de árbitros” consultados en 1817 por el director Pueyrredón, en estos liberales términos que les sonarán familiares a los lectores: “Que si bien los cuyanos han sufrido quebrantos como consecuencia de los donativos y anticipaciones que hicieron generosamente al glorioso Ejército de los Andes, no debe concederse la prohibición de introducir caldos extranjeros por las siguientes razones: Como bien señalaba Godoy Cruz, esas actitudes no hacían más que avivar las rivalidades internas, lo que en pocos años más se hizo evidente con la disolución de las autoridades nacionales y el largo período de guerras civiles, que se prolongó durante buena parte del siglo XIX. La educación como un derecho humano Fundó, con la colaboración de Godoy Cruz, el primer Colegio secundario de Mendoza, el de la Santísima Trinidad, que fue inaugurado el 17 de noviembre de 1817 bajo la dirección del padre José Lorenzo Guiraldes. Su plan de estudios estaba basado en el del Instituto Nacional de Francia, y en una primera etapa incluía materias como filosofía, física, matemáticas, historia, geografía, dibujo, nociones de derecho. Tiempo después se incorporaron las matemáticas superiores, la arquitectura civil, militar e hidráulica. A pesar de su nombre, el colegio no incluía en su programa la teología como materia especial.17 San Martín le escribía en este sentido al comandante José Godoy: “Un establecimiento tan útil a que las luces del siglo impelen a todo pueblo culto no podía confiarse a otras manos [que] a las de estos verdaderos amantes del bien público. Yo espero que terminadas las inevitables alteraciones de la guerra adquirirá la obra todo su cumplimiento. Pero ínterin llega ese tiempo de serenidad provengo a ustedes que después de reintegrados de los sesenta y seis pesos, resto de la cantidad que han suplido a los fondos, tengan la bondad de erogar las entradas sucesivas (sin prejuicio de los capitales) a favor de la manutención del Ejército. Promoviendo al mismo tiempo el dejar la casa (no obstante que sirve de cuartel) con la teja que aún existe. Ustedes conocen demasiado el espíritu que mueve al gobierno para esta providencia. Primero es ser que obrar. Las armas nos dan por ahora la existencia. Asegurada ésta por los esfuerzos militares, podremos entonces dedicarnos al interesante cultivo de las letras, que ahora la guerra y escasez suma de recursos paralizan desgraciadamente”.18 El Cabildo mendocino al anunciar la noticia, declaraba que “…si el guerrero ha sido el instrumento necesario para salvar la nación en las crisis peligrosas, el sabio debe serlo para constituirla estable y brillante en las delicias de la tranquilidad” E instaba: “Demos a la Patria hombres útiles en todos los ramos y su prosperidad será indudable y permanente […]. Padres de familia: la educación es el mejor patrimonio que en herencia podéis dejar a vuestros hijos”19. En agosto de 1817 decidió ceder una parte de la renta de la finca que le había donado el Cabildo Mendocino para aumentar la calidad educativa del Colegio: “Convengo en que la asignación del tercio de los productos de la finca que se me ha donado se aplique al Colegio; pero con calidad que sea para la dotación de una cátedra de matemáticas y geografía. V.S. sabe que estas dos facultades son la llave de la verdadera ilustración; porque sin ellas la historia y la crítica serán un adorno puramente superficial; y el teólogo, el jurista y el filósofo nada valen si carecen del conocimiento y cronología de los sucesos con el grande arte de compararlos y darles aquella colocación precisa, profunda y discreta que sólo pueden inspirar las matemáticas”.20 Nada de castigos corporales El gobernador San Martín no se anduvo con vueltas y les contestó con toda su ironía y genialidad a los cultores de “la letra con sangre entra”: “Siendo el trasero una parte corporal y a los ojos modesto muy mal quista, donde se pretende castigar, cuando no puede ser oída, ni puede ser vista, declaro no ha lugar. Sólo se concede al suplicante dar doce azotes a lo sumo en la palma de la mano con el guante”.22 Los maestros que violasen esta norma recibirían durísimos castigos, eso sí, no se aclaraba dónde. Pionero de la salud pública Por el mismo bando se creaba una junta sanitaria compuesta por facultativos y se les ordenaba a los sacerdotes actuar como enfermeros. Al año siguiente, creó juntas para inspeccionar los hospitales cuyanos, que además de las condiciones de atención debían fiscalizar el uso de los fondos. La reforma del régimen carcelario Referencias: 1 Juan Florencio Terrada (1782-1824) era porteño e integró las milicias desde 1798. Se destacó en la lucha contra las invasiones inglesas y comandó el batallón de infantería Granaderos de Fernando VII (popularmente conocido como “Granaderos de Terrada”), encargado de la custodia de los últimos virreyes. En mayo de 1810 su papel fue clave para la caída de Cisneros. Después dirigió a sus hombres en los dos sitios de Montevideo. Opuesto a Alvear, se sumó a la Logia en 1815, fue secretario de Guerra del director Pueyrredón, cargo desde el cual contribuyó a la creación del Ejército de los Andes. 2 Marcos González Balcarce (1777-1832), nacido en Buenos Aires, desde 1790 integró la milicia de Blandengues, luchó contra los portugueses en las Misiones y contra los invasores ingleses, que lo capturaron en Montevideo en 1807 y lo enviaron preso a Inglaterra. Con la invasión napoleónica de España, fue liberado y enviado a la Península, donde combatió en 1809. Regresado a Buenos Aires, participó en la Revolución de Mayo, integró el tribunal que en 1811 absolvió a Belgrano en la causa por la campaña al Paraguay y después actuó en el segundo sitio de Montevideo. En 1813 fue enviado al frente de una división de 300 hombres para auxiliar al gobierno de Chile, que luego siguió al mando de Juan Gregorio de Las Heras hasta la derrota de Rancagua. En 1815, Marcos Balcarce regresó a Buenos Aires, donde ocuparía en distintos momentos el cargo de secretario de Guerra. Hermano de Antonio González Balcarce, era tío del futuro yerno de San Martín. 3 Manuel de la Trinidad Corvalán (1774-1847) nació en Mendoza, pero se educó en Buenos Aires, donde participó en la milicia de Arribeños, contra las invasiones inglesas. Tras la Revolución de Mayo fue comandante de la frontera de Mendoza y, en 1814, teniente gobernador de San Juan. San Martín lo designó jefe de órdenes y, en reemplazo de fray Luis Beltrán, director de parque y maestranza, quedando en Mendoza durante las campañas libertadoras a Chile y Perú. En 1824 se estableció en Buenos Aires, donde adhirió al partido federal. General y edecán de Rosas, tendría destacada participación en la guerra civil contra los unitarios. 4 José Ignacio de la Roza (1788-1839), nacido en San Juan, se doctoró en leyes en Santiago de Chile. Al producirse la Revolución de Mayo estaba en Buenos Aires, donde conoció a San Martín en 1812. Regresó a San Juan en 1814, donde fue teniente de gobernador hasta 1820, cuando fue depuesto y desterrado. En 1821 se reunió en Perú con San Martín, que lo nombró auditor de guerra. 5 Vicente Dupuy (1774-1843) era porteño; participó en la Defensa de Buenos Aires en 1807 e integró los “chisperos”, que dirigían French y Beruti durante la Revolución de Mayo. Actuó en el segundo sitio de Montevideo; fue teniente gobernador de San Luis desde 1814, hasta que fue depuesto en 1820. Desterrado, se sumó al Ejército Libertador en la campaña del Perú. 6 Los dos escuadrones de Granaderos a Caballo que había llevado a Tucumán continuaban en el Ejército del Norte; los otros dos estaban empeñados en la desastrosa guerra civil contra los federales en la Banda Oriental y el Litoral. 7 Edgardo A. Díaz Araujo, La vitivinicultura argentina - I. Su evolución histórica y régimen jurídico desde la conquista a 1852, Universidad de Mendoza - Fundación Idearium, Mendoza, 1989, pág. 95. El Cabildo mendocino, encargado de la venta de tierras, le otorgó otras 200 cuadras para su hija, María Mercedes, que había nacido meses antes. 8 Emilio Maurín Navarro, Contribución al estudio de la vitivinicultura argentina, Instituto Nacional de Vitivinicultura, Mendoza, 1967, págs. 85 y 89-92. 9 En Alberto Palcos, Hechos y Glorias del general San Martín, El Ateneo, Buenos Aires, 1951, pág. 105. 10 Augusto Barcia Trelles, San Martín en América, Tomo 3, Aniceto López, Buenos Aires, 1943, pág. 333. 11 Emilio Maurín Navarro, Contribución al estudio de la vitivinicultura argentina, Instituto Nacional de Vitivinicultura, Mendoza, 1967, pág. 88-89 13 José Severo Feliciano Malabia (1787-1849) era diputado por Charcas (la actual Sucre, en Bolivia), lo que muestra que los intereses vinculados al puerto de Buenos Aires abarcaban una amplia red en todo el territorio del ex Virreinato. 15 En Horacio Juan Cuccorese, Argentina. Manual de Historia Económica y Social, tomo I: Argentina criolla, Macchi, Buenos Aires, 1971, pág. 197; citado por Díaz Araujo, op. cit., pág. 165. 16 En Anales, Tomo II, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, Mendoza, 1944, págs. 547-548. 17 Horacio Rivarola, “San Martín en la educación argentina”, conferencia pronunciada el 14 de agosto de 1963. 18 Libros copiadores de oficios, y denuncias de bienes girados por San Martín como Gobernador Intendente de Cuyo, En Museo Mitre, Documentos del Archivo de San Martín, Imprenta de Coni Hermanos, Buenos Aires, 1913, tomo II, página 279. 20 Juan Draghi Lucero, “Oficios firmados por el General San Martín (1817)”, Revista de la Sociedad de Historia y Geografía de Cuyo, Mendoza, cuarto trimestre de 1946, tomo II, pág. 66. 21 En Lucio Funes, El general San Martín, un aspecto desconocido de su carácter, Buenos Aires, 12 de diciembre de 1937. 23 Bando de San Martín, 17 de diciembre de 1814, citado en Camogli, Nueva historia del cruce de los Andescit., pág. 43-44. |