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¿A quién hago caso: al corazón o a la cabeza?


El ser humano tiene un cerebro límbico o sistema de supervivencia muy primitivo creado en los tiempos de las cavernas. Es muy rápido e instintivo y hace que reaccionemos sin pensar ante cualquier peligro.


El ser humano tiene un cerebro límbico o sistema de supervivencia muy primitivo creado en los tiempos de las cavernas. Es muy rápido e instintivo y hace que reaccionemos sin pensar ante cualquier peligro. A lo largo de miles de años hemos desarrollado otra parte del cerebro llamada córtex donde se desarrolla la inteligencia mental. Su función es analizar lo que ocurre para controlar y adaptar las reacciones primarias.


El problema es que aunque nuestra mente haya evolucionado mucho, seguimos teniendo el sistema de defensa primario aunque ahora corremos muchos menos peligros. Una animal huye de su depredador y si se salva, luego ya no se acuerda de nada. En cambio el cerebro nuevo o córtex de los humanos interactúa con el límbico y memoriza todo lo malo y lo archiva en el subconsciente.


Así pues tenemos una memoria emocional y vemos la realidad desde nuestro filtro emocional. Cualquier cosa nos puede provocar sufrimiento, no saber exactamente de donde viene y resurgir con fuerza en el momento que uno menos se lo espera.


Muchas veces tomamos decisiones importantes sin que provengan de la voluntad de nuestro ser interior, sino de este archivo emocional o filtro, formado por los mecanismos automáticos de respuesta del cerebro primitivo y archivados en el córtex. Ahí es donde vive el ego que se encarga de gestionar la información que nos define. Es en el ego donde viven nuestros saboteadores, que son los culpables de nuestros miedos.


Son esas voces que continuamente nos hablan, juzgan y que falsamente identificamos con nuestro ser. Somos mucho más que eso. Somos mente (ahí es donde habitan los saboteadores), espíritu, cuerpo físico y emociones. Un ego sano se incorporará a nuestro ser auténtico. Un ego insano tratará de separarnos de nuestro verdadero ser y ponernos contra el mundo. Por eso, es tan importante en las sesiones de Coaching que las personas se conecten con su ser interior -que es sabio y poderoso- para ampliar así el espectro de la realidad y tomar las decisiones desde ahí.


Para escuchar nuestro ser auténtico, hemos de serenar el parloteo mental constante del ego. En los procesos de Coaching, a los saboteadores les dedicamos una sesión y lo tenemos en cuenta cada vez que aparecen, ya que, como alguien dijo una vez, son como las cucarachas, cuando ven la luz desaparecen.


Algunos de los nombres de los saboteadores de mis clientes son muy curiosos como: don seguro, la princesita, el no pasa nada, el Sr. Cascarrabias, el Sr. Norma, la Sra. Descartes… Estos personajillos nos hacen sufrir por todo: por sentir miedo, porque creemos que hemos fracasado, por no conseguir lo que nos habíamos propuesto, por perder unas llaves, por las colas, por sentirnos juzgados… Ha llegado la hora de ser consciente de esto y utilizar el ego, en lugar de que sea él el que nos utilice a nosotros.
Tenemos que serenar el ego para escuchar a nuestro maestro interior. Es ese ser magnánimo de donde nacen las emociones superiores del ser humano, como la serenidad, el amor incondicional, la compasión, la generosidad, la fraternidad, la creatividad, la intuición. Por él, interactuamos no sólo con las personas, sino con todo el universo.


¿De dónde salen esas emociones positivas? Si no se producen ni en el córtex ni en el sistema límbico de supervivencia, entonces ¿en qué parte del cuerpo se encuentran? Cuántas veces hemos oído que no hay que hacer caso al corazón sino a la cabeza. Las investigaciones científicas de Annie Marquier en su libro dicen lo contrario. Según ella, “lo que somos de verdad no se encuentra en la cabeza sino en el pecho”. “El corazón tiene cerebro, es inteligente y puede mandar en la cabeza”.


Los investigadores del InstitutoHearth Math han estudiado que el corazón contiene un sistema nervioso independiente, específico y bien desarrollado. El corazón tiene cerebro, es un órgano sensorial que recibe y procesa información. Diferentes estudios han demostrado que un sentimiento de amor incondicional o un acto de generosidad, da lugar a cambios en la electrofisiología cardiaca que produce un efecto armonizador sobre todos los ritmos corporales, hasta el punto que para los investigadores del corazón puede ser considerado como un oscilador eléctrico maestro.


El corazón late y oscila. Según un principio de la física, lo que oscila con mayor intensidad arrastra a los osciladores de menor potencia. El campo electromagnético del corazón es 5.000 veces más intenso que el cerebro, influye en un alcance de 2 a 4 metros y cambia en función del estado emocional. El corazón puede imponer su ritmo a todos los demás sistemas del cuerpo a nivel emocional, mental y físico.


Cuando es así, todos los demás sistemas se armonizan y las emociones son estables y nos sentimos llenos de energía, de creatividad, felices. Robert K. Cooper va más allá y nos explica en su libro, ‘El otro 90%’, que para desarrollar nuestro máximo potencial debemos escuchar y utilizar las reacciones del corazón, el cerebro y los intestinos.


En el corazón se encuentra esa parte no racional y sin embargo inteligente, libre, compasiva y sabia, que es a la vez muy rápida ya que es intuitiva y no necesita pasar por los mecanismos de razonamiento del cerebro. Podemos calmar la mente para abrir la puerta a otro circuito de la conciencia mucho más interesante donde se encuentra nuestra esencia o ser superior.


Cuando nos conectamos con nuestra esencia, sentimos que la vida en si misma es un regalo, que no estamos solos ni somos insignificantes sino que pertenecemos a un Todo. En ese estado ideal del ser humano físico y psíquico, todo fluye y atraemos lo bueno.


Es fascinante la felicidad y la paz que se pueden sentir y todo eso nace del corazón, donde habita ese nivel de conciencia superior que nos puede llevar al éxtasis, a disfrutar con todo y de todo, y a amar la vida.








Foto de Tony Iñiguez.









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