EMMANUEL LEVINAS ENSAYO. Autor: Carlos Maurin Fernández
El Tiempo y el Otro reproduce la versión estenográfica de cuatro conferencias pronunciadas durante el curso de l946- l947, en el primer año de funcionamiento del Collège Philosophique fundado por Jean Wehl en pleno Barrio Latino. La tesis principal que señala Lévinas en este libro es en pensar El Tiempo no como una degradación de la eternidad, sino como relación con aquello que , siendo de suyo inasimilable, absolutamente otro, no se dejaría asimilar por la experiencia, o con aquello que , siendo de suyo infinito, no se dejaría comprender, si es que ese Infinito o ese Otro tolera que se le designe con el dedo mediante un demostrativo, como un simple objeto, y no exige un artículo determinado o indeterminado para tomar cuerpo. Una relación con un In-visible cuya invisibilidad no procede de la incapacidad del conocimiento humano sino de la ineptitud del conocimiento en cuanto tal -de su in-adecuación frente al Infinito de lo absolutamente otro, del absurdo que en este caso resultaría un acontecimiento como la coincidencia.
El Tiempo significa ese siempre de la no-coincidencia, pero también el siempre de la relación- del anhelo y de la espera. Se trata de una relación sin términos, espera sin esperado, anhelo insaciable. Una distancia que es proximidad, suplemento o el bien de una socialidad original. Que la diacronía sea más que una sincronización, que la proximidad sea más preciosa que el hecho de darse, que la felicidad a lo inigualable sea mejor que la conciencie de sí. Las descripciones que señala Lévinas ésta "distancia - proximidad”, sólo podrían ser aproximativas o metafóricas, ya que su sentido no figurado, su sentido propio y su modelo es la diacronía del tiempo. El " movimiento del tiempo, es entendido como trascendencia al Infinito de lo "completamente Otro", no se temporaliza de forma lineal no se asemeja a la rectitud de la flecha intencional. Su forma de significar, marcada por el misterio de la muerte, se desvía para penetrar en la aventura ética de la relación con otro hombre. La trascendencia temporal no se describe en este ensayo de l948 más que mediante esbozos que son preparatorios. Sin embargo su guía es la analogía entre la trascendencia que significa la diacronía y la distancia de la alteridad de los demás. Así como la insistencia en el vínculo-incomparable al que une los términos de una relación que atraviesa el intervalo de esta trascendencia.
El objetivo de las conferencias ya mencionadas, consiste en mostrar que el tiempo no remite a un sujeto aislado y solitario, sino que se trata de la relación misma del sujeto con los demás. No se trata de nuestra idea del tiempo, sino del tiempo mismo. Para sostener esta tesis el autor analiza en profundidad la noción de soledad. Se trata de afirmar que el ser no es una noción vacía, que posee su propia dialéctica y que nociones como soledad o colectividad aparecen en un cierto momento de esta dialéctica, que la soledad y la colectividad no son únicamente nociones psicológicas, como la necesidad que podemos tener de los demás como una presencia, un pensamiento o una anticipación de los demás implicada en tal necesidad. Al remontarnos a la raíz ontológica de la soledad, el autor nos señala, que la soledad misma puede superarse. Pero sin embargo las relaciones que podamos señalar conducen a la desaparición de lo otro. Por ello, se tropieza con el problema del sufrimiento y de la muerte; el fenómeno de la muerte la soledad se asoma al límite de un misterio… Misterio que no debe entenderse en forma negativa como lo desconocido, sino de su significación positiva. Esta noción permite localizar en el sujeto una relación que no se reduce al puro y simple retorno a su soledad. Ante la muerte, que será misterio y no necesariamente nada, no se produce la absorción de un término por la otra; finalmente muestra, el modo en que esa dualidad que se anuncia en la muerte se convierte en relación con los demás y en tiempo.
La vida cotidiana es una preocupación por la salvación. Siempre estamos rodeados de otros seres y cosas con las cuales tenemos relaciones, mediante nuestros sentidos, mediante la empatía o el trabajo en común, estamos con otros. Pero yo no soy el Otro. Soy en soledad. Los seres podemos intercambiarse todo menos su existir. Ser es, en este sentido, nos señala Levinas " aislarse mediante el existir". El existir rechaza toda relación, y multiplicidad solo se refiere a nadie más que al existente, por tanto la soledad no aparece como un aislamiento actual, ni como la incomunicabilidad de un contenido de conciencia, sino como la unidad indisoluble entre el existente y su acción de existir. El existir se contempla siempre en el existente. Este existir no debe olvidarse de sí, no puede ser solo razón, requiere de la luz. "La luz” es aquello merced a lo cual hay algo que es distinto de mí, pero como si de antemano saliese de mí y el objeto iluminado es al mismo tiempo hecho de estar iluminado, que encontramos como si saliese de nosotros". Su trascendencia está envuelta en la inmanencia. En el conocimiento y en el goce vuelvo a encontrarme conmigo mismo, pero la exterioridad de la luz no basta para la liberación del yo cautivo en sí. La razón y la luz por sí mismas consuman la soledad del ente en cuanto ente, realizan su destino de ser absolutamente el único punto de referencia. La intencionalidad de la conciencia permite distinguir al yo de las cosas, objetos, pero no hace desaparecer el solipsismo, (la estructura misma de la razón), porque su elemento la luz, nos hace dueños del mundo exterior, pero no, es capaz de encontrarnos un interlocutor.
La objetividad del saber racional no elimina en absoluto el carácter solitario de la razón. La objetividad de la luz es la propia subjetividad. La trascendencia del espacio no puede suponerse real más que si está fundada en una trascendencia sin retorno al punto de partida, es retornar a la situación concreta en la que se ofrece la luz en el goce, es decir, en la existencia material. Todo goce es a la vez sensación, es decir conocimiento y luz. En absoluto desaparición de sí, sino más bien olvido de sí y una suerte de abnegación primordial. La muerte es la imposibilidad de tener un proyecto. Esta cercanía de la muerte indica que estamos en relación con algo absolutamente otro, algo que no tiene alteridad, algo cuya existencia misma está hecha de alteridad. Por eso la muerte no confirma mi soledad sino al contrario, la rompe. En la muerte, el existir del existente se aliena. En verdad lo Otro, que así se anuncia no posee existir, es misterioso, incognoscible, refractario a toda luz. La relación con otro no es una relación idílica y armoniosa, le reconocemos al mismo tiempo, como semejante a nosotros y exterior a nosotros, la relación con otro es una relación con un Misterio.
Bibliografía. Levinas Emmanuel .El Tiempo y el Otro. Paidós I.C.E.-U.A.B. Pensamiento Contemporáneo.26.año l993 Barcelona. Buenos Aires. pp.139. Traducción. José Luis Pardo Torío.


