René Guénon
Un punto que da lugar a una aproximación particularmente significativa entre la tradición extremo oriental y las tradiciones iniciáticas occidentales, es el que concierne al simbolismo del compás y de la escuadra: éstos, como ya lo hemos indicado, corresponden manifiestamente al círculo y al cuadrado[1], es decir, a las figuras geométricas que representan respectivamente el Cielo y la Tierra[2]. En el simbolismo masónico, conforme a esta correspondencia, el compás está colocado normalmente arriba y la escuadra abajo[3]; entre los dos está representada generalmente la Estrella irradiante, que es un símbolo del Hombre[4], y más precisamente del «hombre regenerado»[5], y que completa así la representación de la Gran Tríada. Además, se dice que «un Maestro Masón se encuentra siempre entre la escuadra y el compás», es decir, en el «lugar» mismo donde se inscribe la Estrella irradiante, y que es propiamente el «Invariable Medio»[6]; así pues, el Maestro es asimilado al «hombre verdadero», situado entre la Tierra y el Cielo y que ejerce la función de «mediador»; y esto es tanto más exacto cuanto que, simbólica y «virtualmente» al menos, si no efectivamente, la Maestría representa la culminación de los «pequeños misterios», donde el estado del «hombre verdadero» es el término mismo[7]; vemos allí un simbolismo rigurosamente equivalente al que hemos encontrado precedentemente, bajo varias formas diferentes, en la tradición extremo oriental.
A propósito de lo que acabamos de decir del carácter de la Maestría, haremos incidentalmente una observación: este carácter, que pertenece al último grado de la Masonería propiamente dicha, concuerda bien con el hecho de que, como lo hemos señalado en otra parte[8], las iniciaciones de oficio y las que se derivan de ellas se refieren propiamente a los «pequeños misterios». Por otra parte, es preciso agregar que, en aquellos que son llamados los «altos grados», y que están formados por elementos de procedencias muy diversas, hay algunas referencias a los «grandes misterios», entre las cuales hay al menos una que se vincula directamente a la antigua Masonería operativa, lo que indica que ésta abría al menos algunas perspectivas sobre lo que está más allá del término de los «pequeños misterios»: nos referimos a la distinción que se hace, en la Masonería anglosajona, entre la Square Masonry y la Arch Masonry. En efecto, en el paso «from square to arch», o, como se decía de una manera equivalente en la Masonería francesa del siglo XVIII, «du triangle au cercle» [«del triángulo al círculo»][9], se encuentra la oposición entre las figuras cuadradas (o más generalmente rectilíneas) y las figuras circulares, en tanto que corresponden respectivamente a la Tierra y al Cielo; por consiguiente, no puede tratarse más que de un paso del estado humano, representado por la Tierra, a los estados suprahumanos, representados por el Cielo (o los Cielos)[10], es decir, de un paso del dominio de los «pequeños misterios» al dominio de los «grandes misterios»[11].
Volviendo a la aproximación que hemos señalado al comienzo, debemos decir también que, en la tradición extremo oriental, el compás y la escuadra no solo se presupone implícitamente que sirven para trazar el círculo y el cuadrado, sino que ellos aparecen expresamente en algunos casos, especialmente como atributos de Fo-hi y de Niu-koua, como ya lo hemos señalado en otra ocasión[12]; pero entonces no tuvimos en cuenta una particularidad que, a primera vista, puede parecer una anomalía a este respecto, y que nos resta por explicar ahora. En efecto, el compás, símbolo «celeste» y por tanto yang o masculino, pertenece propiamente a Fo-hi, y la escuadra, símbolo «terrestre», y por consiguiente yin o femenino, a Niu-koua; pero cuando son representados juntos y unidos por sus colas de serpientes (que corresponden así exactamente a las dos serpientes del caduceo), es por el contrario Fo-hi quien lleva la escuadra y Niu-koua el compás[13]. Esto se explica en realidad por un intercambio comparable al que hemos mencionado anteriormente en lo que concierne a los números «celestes» y «terrestres», intercambio que muy propiamente se puede calificar, en casos semejantes, de «hierogámico»[14]; no se ve cómo, sin un tal intercambio, el compás podría pertenecer a Niu-Koua, tanto más cuanto que las acciones que le son atribuidas la representan como ejerciendo sobre todo la función de asegurar la estabilidad del mundo[15], función que se refiere efectivamente al lado «substancial» de la manifestación, y que la estabilidad es expresada en el simbolismo geométrico por la forma cúbica[16]. En cambio, en cierto sentido, la escuadra pertenece también a Fo-hi en tanto que «Señor de la Tierra», la cual utiliza para medirla[17], y, bajo este aspecto, corresponde, en el simbolismo masónico, al «Venerable Maestro que gobierna con la escuadra» (the Worshipful Master who rules by the square[18]); pero, si ello es así, es porque, en sí mismo y no ya en su relación con Niu-koua, él es yin-yang en tanto que está reintegrado en el estado y en la naturaleza del «hombre primordial». Desde esta nueva perspectiva, la escuadra misma adquiere otro significado, ya que, debido al hecho de estar formada por dos brazos rectangulares, se la puede considerar entonces como la reunión de la horizontal y la vertical, que, en uno de sus sentidos, corresponden respectivamente, como hemos visto precedentemente, a la Tierra y al Cielo, así como también al yin y al yang en todas sus aplicaciones; y es por lo demás así como, también en el simbolismo masónico, la escuadra del Venerable es considerada en efecto como la unión o la síntesis del nivel y de la plomada[19].
Añadiremos una última observación en lo que concierne a la representación de Fo-hi y de Niu-koua: el primero está situado a la izquierda y la segunda a la derecha[20], lo que corresponde a la preeminencia que la tradición extremo oriental atribuye habitualmente a la izquierda sobre la derecha, de la que ya hemos dado la explicación anteriormente[21]. Al mismo tiempo, Fo-hi tiene la escuadra en la mano izquierda, y Niu-koua tiene el compás en la mano derecha; aquí, en razón del significado respectivo del compás y de la escuadra, deben recordarse las palabras que ya hemos mencionado: «La Vía del Cielo prefiere la derecha, la Vía de la Tierra prefiere la izquierda»[22]. Puede verse aquí con mucha claridad, en un ejemplo como éste, cómo el simbolismo tradicional es siempre perfectamente coherente, pero también se ve que no podría prestarse a ninguna «sistematización» más o menos estrecha, dado que debe responder a los múltiples puntos de vista bajo los que pueden considerarse las cosas, razón por la cual abre posibilidades de concepción realmente ilimitadas