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Las primeras logias masónicas en Quito









 

“Todo estudio cabal de la historia ecuatoriana debe enfocar, de  modo indispensable, el papel que la Masonería y los masones jugaron en la vida política y cultural del país. Y ello porque la  masonería es una institución que estuvo hermanada a la historia  de la nación ecuatoriana desde los matinales orígenes de ésta, y porque sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad han estado presentes en nuestra historia desde la época de Eugenio Espejo y su “Escuela de la Concordia” hasta los tiempos actuales.”[1]



Indiscutiblemente el aporte realizado por esta escuela filosófica, filantrópica y progresista ha sido de gran envergadura dentro de los linderos de la historia, puesto que eventos como la Revolución Francesa o la Revolución Liberal constituyen los baluartes para el surgimiento del pensamiento avanzado de la masonería. Conocer los motivos y las causas del aparecimiento de las primeras logias quiteñas será el objeto de este trabajo, empero, mucha preocupación ha causado el retoricismo que se maneja dentro de los templos en relación a los trabajos filosóficos e históricos, pero el estudio de los acontecimientos harto importantes son, sin lugar a dudas, el inició de la construcción del templo social.


El trabajo masónico realizado por los personajes que marcaron hitos dentro de la historia es muy poco conocido, posiblemente por los estigmas que ha causado particularmente la iglesia católica y las fuerzas conservadoras; pero los estudios realizados por los Jorge Núñez, Jorge Carrera Andrade, entre otros, han dado muchas luces en lo referente a la historia de la masonería en nuestro territorio.


DESARROLLO


“En el siglo XVIII (fue) la Masonería apóstol de la ciencia y el progreso. Al combatir el culto a la tradición y fomentar la libertad de pensamiento, preparó el camino de la revolución política que se produjo más tarde. Ya difundidas las teorías igualitarias y sociales entre los grupos de poder, dejaron de ser privativas de  la nobleza y de la élite, pasando al dominio de la burguesía y de la juventud. Una vez establecido  como grupo en el poder, el Oriente masónico enajenó a la burguesía liberal, cuyos jóvenes crearon sus propias asociaciones… Ellos defendieron como principio vital la libertad e igualdad de los ciudadanos…”[2]


Como habíamos anotado al inicio del trazado, la influencia que tuvo la máxima de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad; irradió en el mundo entero y particularmente en América el interés por el conocimiento profundo de los ideales masónicos, tanto es así que entre las relaciones comerciales se difundía bibliografía “secreta”, como dice Núñez: “En cuanto hace referencia al comercio, fue particularmente  importante la ruta mercantil entre Cartagena-Honda-Quito, por la cual hay evidencia de que transitaron no solo mercancías y tesoros sino también ideas y libros, gracias a la acción de comerciantes ilustrados como el quiteño Juan Pío Montúfar y  Larrea, segundo Marqués de Selva Alegre, y el santafereño Antonio Nariño, quienes compartían intereses, ideas y valores, y llegaron a constituirse en corresponsales de comercio y estrechos amigos. Lo singular del caso es que estos dos amigos, actuando de consuno, fundaron las primeras logias masónicas en Santafé de Bogotá y Quito, en su orden, y más tarde se convirtieron en líderes de los primeros movimientos insurgentes  de Quito y la Nueva Granada.”[3]


Entendiendo la influencia francesa y el apoyo que encontró en el intercambio comercial, Nariño funda “La logia bogotana…”El Arcano Sublime de la Filantropía”, (que) se constituyó en los años ochentas (del siglo XVIII), con la ayuda de ciertos notables hombres de ciencia españoles enviados a Santafé de Bogotá, quienes secretamente pertenecían a la Masonería. Uno de ellos fue el mineralogista Juan José D’Elhúyar  y otro el sabio naturalista José Celestino Mutis, que fundara toda una escuela de pensamiento científico en la Nueva Granada.”[4]


La logia masónica recién constituida funcionaba en una pequeña casa que poseía Nariño en la Plaza de San Francisco en Bogotá, donde mantenía una librería de intercambio, y encubría las reuniones masónicas “A tales tenidas pueden entrar  sólo unos pocos iniciados: su cuñado (de Nariño) el abogado José Antonio Ricaurte y Rigueiro, custodio de los estatutos de la sociedad secreta; José María Lozano y Manrique, hijo del marqués de San Jorge; los Azuola: José Luis, fundador del Correo Curioso, y Luis Eduardo, prócer de la independencia; el antioqueño  Juan Esteban Ricaurte y Muñiz, padre del héroe de San Mateo; su íntimo amigo Francisco Antonio Zea; el canónigo Francisco Tovar; el abogado, prócer y  mártir boyacense José Joaquin Camacho y Lago; el también abogado Andrés José de Iriarte y Rojas, a más de los franceses Rieux y Froes, de Pedro Fermín  de Vargas, del quiteño Espejo también precursores y algunos otros “ilustrados” de avanzada.”[5]


Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, desterrado en 1789 por el presidente de la Real Audiencia de Quito Juan José de Villalengua, llegó a Santa Fe en el mismo año y se inició masón tal como consta en el documento anterior, junto a él su hermano Juan Pablo Espejo y su discípulo de confianza Juan Pío Montufar y Larrea, refiriéndose a la logia donde trabajaron los quiteños, Cacua Prada aduce que “allí se conspiró, se habló de revolución, de independencia, de libertad, se estudiaron las constituciones de los Estados Unidos de América y de Francia, como también los Derechos del Hombre y del Ciudadano.”[6]


En 1792, tras volver a su país  natal, Espejo y Montúfar se abocaron a la tarea de constituir efectivamente la “Escuela de la Concordia”, concebida como una sociedad secreta, destinada al cultivo del pensamiento libre y la fraternidad masónica. Contaron  para ello con la colaboración  de otros dos masones quiteños,  iniciados en el Oriente de Francia: Miguel de Gijón y León, Conde de Casa Gijón, y su sobrino Joaquín Sánchez de Orellana, Marqués de Villa Orellana. Según señala Jorge Carrera Andrade, esa organización “llegaría a contar con veintidós miembros y veintiséis socios correspondientes y formaría, en 1789, el núcleo de la Sociedad Económica de Amigos del País. Naturalmente, el sagaz y activo conde (Gijón) fue el primer Presidente de la revolucionaria “Escuela…”, taller, logia y almáciga de los futuros próceres y mártires de la emancipación de la colonia”. Eugenio Espejo -intelectual brillante, pero de escasos recursos económicos y de modesta extracción social-  fue designado Secretario de la entidad.”[7]


“Mas el esfuerzo no quedó ahí. Siguiendo el modelo de las sociedades patrióticas europeas, esos iniciales masones quiteños buscaron constituir una organización pública, en la que pudieran participar otros individuos no iniciados en la Masonería, para  promover las ideas de progreso social. Nació así la  “Sociedad Patriótica de Amigos del País”  de Quito, que juntó a patricios quiteños y altos funcionarios coloniales; fue su Presidente al mismo que lo era de la Audiencia, el general Luis Muñoz de Guzmán, su Vicepresidente el progresista obispo José Pérez Calama y su Secretario el sabio doctor Espejo, quien quedó también encargado de la redacción y publicación del primer periódico quiteño, llamado “Primicias de la Cultura de Quito”.”[8]


La pronta extinción de la “Sociedad Patriótica de Amigos del País” de Quito, por falta de la real aprobación para sus estatutos, fue seguida de la prisión y muerte del revolucionario doctor Espejo y del enjuiciamiento de Gijón por la Inquisición limeña, lo que provocó la fuga de éste hacia Europa por las selvas del Amazonas y finalmente su  muerte en la ruta de tránsito. Todo ello contribuyó para el ocaso de la  “Escuela de la concordia”, pero no impidió que Juan Pío Montúfar organizase en Quito, hacia los últimos años de aquel siglo, una logia masónica nombrada “Ley Natural”, que tenía igualmente fines patrióticos. Formaron filas en ella el Barón de Carondelet, Presidente de la Audiencia entre 1797 y 1806, así como una pléyade de brillantes patricios quiteños: Joaquín Sánchez de Orellana, Marqués de Villa Orellana y rector de la Real y Pública Universidad de Santo Tomás, José Mejía, notable botánico y cuñado del difunto doctor Espejo, José Javier Ascásubi, José y Manuel  Matheu, Víctor Félix de San Miguel y José, Juan de Salinas y Andrés Fernández Salvador. A ellos se agregaron dos intelectuales americanos  avecindados en la ciudad y afamados por su inteligencia y patriotismo: el neogranadino Juan de Dios Morales y el altoperuano Manuel Rodríguez de Quiroga. En el Gobierno de Carondelet la “Ley Natural” fue verdaderamente una academia de pensamiento, nótese que muchos de sus miembros fueron protagonistas en el memorable 10 de agosto de 1809, paradójicamente 2 años después de la muerte del Barón de Carondelet.


CONCLUSIÓN


Notaremos a lo largo de la historia patria muchos nombres dotaron de luz masónica en el trajinar político, cultural o militar, así lo apreciamos en el levantamiento de columnas de las primeras logias en el actual Ecuador; el inagotable esfuerzo que destinaron por ver cumplido uno de los principales postulados de la masonería: libertad. El trabajo de la sociedad debería ser, sin lugar a dudas, estudiar con detenimiento los procesos en los que la masonería fue protagonista. Recordemos que la pérdida de las libertades no es un problema solo de la época colonial, nuestro trabajo es poder dar luz a quien no la posee, ya lo dijo Olmedo en Cadiz en 1812, “La humanidad, la justicia, la política reclaman un remedio pronto y eficaz; y este remedio no es otro que la absoluta abolición de las mitas. Lo reclama la humanidad, presentándonos millares de indios privados de todo humano socorro, haciendo largas y horribles peregrinaciones, sufriendo trabajos intolerables, y expirando de fatiga y de miseria, mientras sus numerosas familias, privadas de sus tierras y de sus cultivadores, perecen sin consuelo de hambre y de frío. (…) Lo reclama la justicia, presentándonos millares de hombres libres encorvados bajo la más cruel e ignominiosa servidumbre, privados de sus miserables posesiones, y sin más crímenes que la avaricia ajena y mansedumbre, condenados a los  horrorosos trabajos de las minas…” [9], posiblemente la figura de la mita haya sido abolida, pero han surgido nuevas maneras de explotación que amplía la brecha de desarrollo, tal vez  ahí se entienda el trabajo que debe realizar la masonería en la actualidad.

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