¿Porqué se decide entrar en masonería? Seguramente si hiciésemos una encuesta cada respuesta sería diferente, tan diferente como la vida de cada cual y entendiendo por ésta todo el cúmulo de experiencias y vivencias que vamos acumulando a lo largo de nuestra existencia.
En todo el tiempo que me he ido enfrentando a las preguntas de quienes han querido y conseguido traspasar, o no, la puerta he ido recompilando una buena colección de notas tomadas tras las reuniones y entrevistas y con las que me he permitido hacer un pequeño collage, contado en forma de primera persona, y que puede ser un buen panorama de lo que la gente busca(mos) cuando se decide a llamar a nuestra puerta.
¿Sabes qué es lo que yo sospecho que me va a proporcionar la masonería, al menos ésta, porque no sé realmente las diferencias entre una u otra Orden? Hablo de mis necesidades:
Una conciencia social más realista, a mayor escala, porque siempre la tuve, pero más de tú a tú, sin jactarme de ello y además de forma activa. Quizás lo que me falte es… gritar, alzar de viva voz sin miedo a ser reprobado, aquellas injusticias. A medida que escribo, voy analizando los porqués y veo que esto es educacional con tintes judeocristianos impuestos en el hogar de forma castrante.
Comunicación y temple: Esa represión provoca que me sienta como una olla a vapor, que puede explotar en cualquier momento. Mejor poder encauzarlo, aprendiendo a utilizar la palabra en su justa medida y con la mayor eficacia, aprendiendo a transmitir, manteniendo la distancia adecuada y necesaria para que el mensaje cale hondo sin herir sensibilidades. Ésto sólo es posible aprendiendo “de los mejores”, estudiando, examinando y aplicando; un entrenamiento real del cómo, construyendo puentes hacia el entendimiento.
Superación del miedo gracias a la fraternidad. Creo que ya entiendo éste término. La diferencia con solidaridad es el grado de implicación, es llorar, reir, soportar las inclemencias del tiempo, pero con “el otro”
Mis propios actos me han impelido sin darme cuenta a ese estado necesario para dar el paso que todo ser humano es incapaz de dar sin ayuda. Ése peldaño que completa al ser humano, como un universo del que participa e interacciona inexcusablemente como corolario físico. Somos una partícula ínfima, parte de un engranaje.
Crecimiento espiritual, si cabe, conciencia de la trascendencia del ser humano, un viaje menos angosto y más productivo, del que estoy convencido que voy a disfrutar, porque podré saborear los frutos de ese camino, que no será ya un desierto infinito. Será un oasis bien merecido.
Es curioso cómo sabemos cuándo es nuestro momento. Pues éste sí será el mío, después de un recorrido en el que “duro, arduo, improductivo, tedioso, desesperante”, son adjetivos que se quedan cortos. Por eso, cada vez que escribo o verbalizo ésto, lloro como un niño, porque no puedo expresar con mayor atino lo que siento. Estoy seguro de que otros, para llegar a este punto, no han necesitado tal recorrido; ¿acaso no lo necesitaban? Nunca entenderé qué sentido tiene llegar al mismo punto con vicisitudes tan dispares. ¿Cuál es el mensaje? Me liberaría tanto saberlo…
Pero ahora no debo parar, he de mirar y admirar mi oasis, no mirar atrás, ni para coger impulso. Soy dueño de mi destino y así ha de ser. No he recorrido tanto para parar ahora. Quizás mi recorrido vital sea en solitario, no me importa. ¿Acaso no ha sido así siempre? .
Un conocimiento de la polis, lo que eso supone como ciudadano del mundo, derechos, deberes, en una palabra, madurez política. Para eso, no sólo me sirve leer, porque necesito de otros para plantearme cuestiones que sin un debate, sin interacción, resulta complicado alcanzar la determinación necesaria para llevar a cabo una actitud coherente y proactiva a la hora de posicionarse y tomar cartas en el asunto. La transmisión oral posee un aditivo que no está en los libros, la pasión por una idea, unas creencias, que lejos de colisionar, mediante la tolerancia, pueden enriquecer al colectivo (fraternité?).
Y todo eso es lo que han ido diciendo