Por Leo Nisand, ex- Gran Maestre adjunto de la Orden Masónica Mixta Internacional
¿Porqué deberíamos llevar una vida coherente, adecuando la conducta a una ética y obligándonos a obedecer las leyes que rigen la sociedad?
¿Porqué mantenerse dignos para nosotros mismos y para los demás?
¿Porqué renunciar a satisfacer de inmediato los impulsos y deseos, haciendo que el tribunal íntimo de la conciencia los juzgue primero?
¿Cuál es el sentido de la persona humana y de la humanidad?
¿Existiría immanencia de una transcendencia en todos los humanos tal como lo afirman ciertas religiones y en particular las que emanan de la Biblia? Es posible…
Pero la respuesta pertenece al ámbito de las creencias personales.
Cuando un ser humano se encuentra, frente a frente, con otro ser humano, el único hecho que puede llegar a comunicarse a pesar de sus complejidades respectivas parece depender de una programación transcendente.
Esta transcendencia no necesita “revelarse” ni por medio de una aterradora tormenta en la cumbre de alguna montaña ni por el misterio de una “zarza ardiendo” que no se consume ni por cualquier epifanía –porque esa transcendencia está presente en nosotros.
Ahora bien, la espiritualidad laica de la Orden masónica mixta e internacional “Le Droit Humain” no se apoya en ningún dogma –en ninguna autoridad transcendente- para proponer una moral de relación fraterna entre “Yo” y “Tu”.
Si el mandato religioso de amar al prójimo ha fracasado durante milenios en los escollos del exclusivismo dogmático, el proyecto masónico, por su parte, consiste en crear el ejemplo de una forma de vivir juntos a pesar de las diferencias. Pero este proyecto masónico solamente se apoya en la razón humana –esa “razón” tan desacreditada (la “Puta del Diablo” según una imprecación de Lutero). La audacia de la microsociedad masónica es atreverse a levantar su voz en el gigantesco debate que opone a los poderosos imperios espirituales o políticos que, sin embargo, no consiguen detener el curso del colosal tren de la humanidad hacia la muralla de obstáculos belicosos.
No hay que confundir modestia con inexistencia. Si la Masonería en general y, en particular, la Orden Masónica Mixta “Le Droit Humain” El Derecho Humano desarrolla su ideología para una asamblea todavía limitada, no por eso deja de estar presente en el vasto mundo…. Y aporta así su contribución a la paz de la humanidad.
Sin embargo, dejando a parte el argumento teológico-ético, ¿es todavía posible discernir un sentido a la vida humana?
Dar un sentido no significa, ciertamente, que cualquiera pueda dedicar arbitrariamente el sentido de la vida humana –incluida la suya- a lo que mejor le parezca, al igual de aquel rey de Francia que consagró, simplemente, su país entero a la divinidad de su elección…porque “ese era su deseo”, según la fórmula aceptada de su época.
Según los creyentes religiosos, (porque se puede ser creyente sin ser religioso), todo ocurre como si el hombre hubiera sido creado por la divinidad para servirle por todos lados con las alabanzas y los cultos de las diversas instituciones establecidas a ese efecto. Esto deja suponer que, a pesar de ser todopoderosa, la divinidad tendría la necesidad de hacerse celebrar como lo haría un potentado humano. Esta definición antropomórfica del deseo divino se encuentra en muchas calificaciones corrientes como: Dios rey – Dios padre – Dios misericordioso – Dios celoso – Dios vengativo – Dios de la paz – Dios de los Ejércitos. Ahora bien –incluso para los agnósticos- esas denominaciones religiosas pueden parecer como extremadamente reductoras para calificar al Infinito y al Absoluto.
Si lo divino se ha “antropomorfizado” así en Occidente es porque el helenismo y después su réplica cristiana mezclaron los campos de lo divino y de lo humano. Sin embargo, podemos pensar también que una sima infranqueable separa el campo de la Potencia creadora del de su creación, incluido el ser humano.
Esta idea de la separación radical está fuertemente respaldada por el inexplicable y desconcertante “Silencio de Dios” en Auschwitz, por ejemplo. Porque efectivamente podemos asimilar “Auschwitz” con el paradigma del mal absoluto de la deshumanización de lo humano.
Mientras que los “milagros” abundan y son interpretados como derogaciones reveladoras impuestas a las leyes del cosmos por el Todopoderoso, ninguna palabra divina ha franqueado la sima del silencio en dirección a los humanos enloquecidos para impedirles –entre otras infamias- llevar colas enloquecedoras de niños hacia las cámaras de gas…. Pero, en el otro sentido, ninguna oración humana ha podido franquear la sima del silencio para lograr la misericordia divina.
Para los no religiosos y para los no creyentes, la sociedad humana es responsable de sí-misma –antes que recurrir a cualquier otra explicación- y tiene el deber de suscitar unos códigos éticos que le permitan sobrevivir en la dignidad.
La francmasonería liberal, institución liberada de todo dogma y de toda tiranía espiritual, es un lugar consagrado a la búsqueda de sentido para la vida humana…