La magia teúrgica se ocupa de la conversión de las energías universales en frecuencias prácticas que puedan ser utilizadas de acuerdo con las necesidades de cada ocasión.
En si mismas dichas energías son totalmente neutrales, no tienen ninguna afiliación con ninguna creencia, sistema o persona de este planeta o de cualquier parte del Universo, por lo que la coloración que toma el nivel mágico depende absolutamente de la naturaleza e intención de quien las utilice.
Aunque en el transcurso de los siglos el hombre haya ideado muchos modos de llevar a cabo ese proceso, acaba comprendiendo de forma inevitable que, básicamente, lo que está tratando de dominar es el poder de su propia mente.
El dominio de sí mismo es un campo del esoterismo, es necesario primero constatar que constantemente somos dominados por múltiples circunstancias y por una charla interna constante.
El dominio de sí, no se trata de una disciplina sencilla y sin problemas, pues, como todas las cosas de la vida, necesita ser apropiadamente digerida y entendida.
La magia en la masonería forma parte muy real de la vida de muchos masones, puesto que la masonería básicamente contiene algo más que un simple club social. la búsqueda mágica de los masones está simbolizada por la idea de que cada masón busca su divinidad, y se somete a una serie de aspectos iniciáticos que toman la forma de hazañas mitológicas.
Los que se sientan atraídos por la magia ritual, se preguntarán, por la manera en que ésta se acomoda dentro de la masonería. Afirmemos que la magia masónica se puede utilizar con o sin ritual, pues la ceremonia no es un prerrequisito esencial para su efectividad.
Lo que cuenta realmente es la fuerza mental del masón, y su capacidad para adaptarse a cualquier aspecto con la que se enfrente en un momento de su vida.
La masonería claro es eminentemente ritualística, para los ritualistas es importante la experiencia de grupo y el poder enfocado de todos los masones de un mismo taller para acrecentar el poder.
El altar o Ara Sagrada, sirve de punto focal para la conciencia, lo que ayuda a contrarrestar las condiciones de tensión negativa de la vida profana; el Ara Sagrada es el centro mágico de la Logia Masónica, por ello es importante que todos miren hacia ella durante los trabajos, el Ara Sagrada herencia de los antiguos druidas, que para ellos y para nosotros representaba a Belino el Dios Solar.
EL A R A La palabra ARA proviene del latín: ara o araus, que se traduce como Altar o Piedra de Sacrificios. A su vez, se define ALTAR como piedra, mesa, o monumento religioso dispuesto para inmolar a la víctima y ofrecer el sacrificio.
Puede describirse un altar como una estructura elevada sobre el nivel del piso, dedicada a algún culto, sea éste en forma de ofrendas, sacrificios, o plegarias.
Su estructura puede ser sencilla, y su construcción improvisada, o bien puede tratarse de una construcción soberbia con pretensiones de eternidad, pero en cualquier caso, es la forma que ha tenido el hombre, desde sus épocas más remotas, de manifestar su fe y su esperanza; el lugar que representa lo que venera, lo que respeta, o lo que considera superior a él.
Según refiere Heródoto, los egipcios fueron los primeros que erigieron altares a sus deidades. Posteriormente, todas las culturas lo hicieron, destacándose que los judíos, e igualmente sus vecinos paganos, edificaban dos clases de altares: uno para el ceremonial y el incienso, que ubicaban dentro de sus templos, y otro para el sacrificio y holocausto, que erigían en campo abierto, al aire libre, en el frente del templo. Mucho antes que ellos, casi todos los pueblos prehistóricos edificaron altares, realizando en ellos sacrificios de todo tipo, incluyendo los de seres humanos.
Para la Masonería, y según el diccionario masónico, Ara es la mesa consagrada para recibir los juramentos y promesas, y depositar en ella el libro de la ley y los atributos del grado en que se trabaja. El Ara es el artículo más importante y más sagrado del mobiliario del salón de una logia.
Si bien el ritual de iniciación hace referencia al Ara triangular de los juramentos, su forma puede variar, predominando básicamente dos modelos:
La forma cúbica de tres pies de alto, como la que vemos en nuestro templo, inspirada en la que adornaba primero el Tabernáculo, y luego el Templo del Rey Salomón, cuyas caras señalan los cuatro puntos cardinales, simbolizando para algunos, las cuatro estaciones, para otros los cuatro elementos de la naturaleza, y para otros, los cuatro principios fundamentales (que a veces se inscriben, uno en cada cara): querer, callar, saber y osar.
O bien la forma de un prisma de base triangular (como la que presenta nuestro templo vecino) tomada de los antiguos Druidas, cuyas caras miran respectivamente al oriente, al norte, y al sur.
A diferencia del Rito de York, en que el Ara se ubica en el centro del templo, en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado está ubicada a los pies del Oriente, frente al trono del Venerable Maestro, sobre el pavimento de mosaicos.
Habiendo explicado su definición, su evolución en la historia, su descripción física y su ubicación en nuestros templos, pasemos a analizar lo medular de su concepto, que es su simbolismo. Los ingleses han definido a la Masonería como la ciencia de la moral, velada por alegorías, e ilustrada con símbolos.
Los símbolos son tan antiguos como el hombre, y han sido expresión manifiesta de los primeros destellos de inteligencia. Símbolo es cualquier cosa que, por la representación, figura o semejanza, nos da a conocer o nos explica otra.
El lenguaje fundamental de la Masonería, se hace por medio de símbolos, de modo que a medida que profundizamos en su interpretación, ese lenguaje va cobrando para cada uno de nosotros un significado personal, vivenciado y no siempre transferible, que tiene por objeto llevar al masón al encuentro de un mensaje que lo conduzca hacia la verdad y hacia la luz.
El Ara es el símbolo de lo invisible por excelencia. Representa la eternidad, lo secreto, lo misterioso, lo desconocido, y en general, a las fuerzas ocultas que existen en el universo. Simbólicamente es lo que une al masón con el G.•.A.•.D.•.U.•.. Cuando el recipiendario realiza ante el Altar su promesa de honor, se retira de allí como hombre nuevo.