Por Zuberoa Marcos
Cuando era un niño, Scott Bolton no faltaba jamás a su cita frente al televisor para ver Star Trek. Después, por la noche, observaba las estrellas y se preguntaba qué habría allá afuera. Más allá de lo que su vista podía alcanzar. Y, aunque era consciente desde muy pronto de la imposibilidad de viajar hasta lugares tan lejanos, fue entonces cuando tomó la determinación de conocer todo lo posible sobre aquellos mundos.
Así pues, si hoy sabemos que las auroras boreales de Júpiter son espectaculares, se lo debemos en parte al atractivo de Mr Spock. Bolton, físico espacial e investigador principal de la misión Juno (la sonda que hace algunos días ha comenzado a orbitar alrededor del gigante gaseoso), cree que de momento -y hasta que seamos capaces de movernos con combustibles que califica de “exóticos” como la antimateria- debemos conformarnos con viajar sólo a los planetas de nuestro sistema solar.
Olvidemos el resto de galaxias: hay tanto que descubrir y aprender de este grupo de planetas al que pertenece la Tierra que, de momento, debemos dejar ese más allá en manos de los autores de ciencia ficción. Y puede que algún niño fascinado hoy por las tribulaciones espacio-temporales de Matthew MacConaughey en Interestelar, inicie dentro de algunas décadas esa conquista del espacio que ahora se nos antoja inalcanzable.
Mientras tanto, Bolton relata con auténtica pasión lo que significó para él el lanzamiento de la sonda Juno “creo que uno de los momentos más emocionantes fue ver el cohete despegar en 2011. Verlo marchar después de todo nuestro trabajo. Ver que el cohete se alejaba, abandonaba la Tierra y se dirigía a Júpiter fue tremendamente emocionante”.
Durante más de cinco años Juno atravesó millones de kilómetros (nos separan entre 650 y 950 dependiendo de las órbitas de ambos astros) hasta aproximarse lo suficiente al mayor planeta del sistema solar. Durante la misión, cuyo final está previsto para febrero de 2018, la sonda realizará un total de 36 vuelos alrededor de Júpiter. Gracias a los datos enviados por Juno, los científicos esperan comprender mejor cómo nació este planeta hace 4.500 millones de años y, con ello, añadir una pieza fundamental en el enigma de la formación del sistema solar.
La misión de situar a Juno a poco más de 4.000 kilómetros de la superficie del planeta ha sido una de las más complejas llevadas a cabo por la NASA en toda su historia. Kevin Rudolph, uno de los ingenieros de Lockheed Martin responsables de diseñar y construir la sonda dijo en una entrevista: “Queda muy lejos, así que está muy oscuro; es frío porque está oscuro, y es una aspiradora, pero no tiene gravedad”. Las perspectivas pues no eran muy halagüeñas. Había enfrentarse a una radiación extrema, capaz de destrozar cualquier sistema electrónico, y a un campo electromagnético muy agresivo. Expertos de la NASA, en declaraciones a la BBC, describían el planeta alrededor del que se mueve Juno como “un monstruo que gira a tal velocidad que hace que su gravedad lance rocas gigantes, cometas y rayos cósmicos hacia afuera”.
Bolton reconoce que hubo momentos muy complicados -especialmente cuando tuvieron que frenar la nave para entrar en la órbita del gigantesco planeta- que podrían haber dado al traste con un proyecto de más de 1.000 millones de dólares. El pasado 10 de julio Juno hizo una primera fotografía. Una hermosa imagen de Júpiter y tres de sus grandes lunas (Io, Europa y Ganímedes), confirmando así que está preparada para ayudarnos a resolver lo que Bolton llama “este gran misterio”. Un misterio que es el origen de todo lo que conocemos.