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DIÁLOGOS CONMIGO MISMO: Nunca te adaptes a lo que no te hace feliz

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“La felicidad no está en el exterior, sino en el interior, de ahí que no dependa de lo que tengamos sino de lo que somos” (Pablo Neruda)

A veces lo hacemos, nos adaptamos a lo que no nos hace feliz como quien se calza un zapato a la fuerza pensando que es su talla, y al poco, descubre que es incapaz de caminar, de correr, de volar…La felicidad no duele y por tanto no debe oprimir, ni rozar ni quitar el aire, sino permitirnos ser libres, ligeros y dueños de nuestros propios caminos.

Podríamos decir, casi sin temor a equivocarnos, que una buena parte de nosotros nos adaptamos casi a la fuerza a muchas de nuestras rutinas cotidianas, incluso siendo conscientes de que no nos hacen felices (o utilizando el símil de los zapatos, que nos hacen ampollas). Es como ir en el interior de una noria que nunca para de girar. El mundo, la vida, acontece nerviosa y perfecta ahí abajo, inaccesible y risueña, mientras nosotros seguimos cautivos de nuestras rutinas…

Nos adaptamos para sentirnos seguros

De niños nuestros padres nos ataban con un doble nudo los zapatos o zapatillas para que no se desataran y no tropezásemos. Nos arropaban bajo las mantas y la colcha con sumo cariño, subían hasta arriba las cremalleras de nuestros abrigos y chaquetas para que estuviéramos bien calentitos, atendidos, cuidados.

Muchas de esas veces estábamos algo incómodos por toda esa presión corporal, pero si había algo que sentíamos era seguridad. A medida que nos hacemos mayores y adquirimos responsabilidades de adultos, esa necesidad por sentirnos seguros sigue muy presente. Sin embargo, esta indefinible pulsión por la búsqueda continua de seguridad muchas veces no dirige nuestro comportamiento desde nuestra consciencia.

Por curioso que parezca, el más sensible frente a esta necesidad es nuestro cerebro. No le agradan los cambios, los riesgos ni aún menos las amenazas. Es él quien nos susurra aquello de “adáptate aunque no seas feliz, porque la seguridad garantiza la supervivencia”. Sin embargo, y esto debemos tenerlo claro, la adaptación no siempre no va de la mano de la felicidad; entre otras razones porque esta adaptación muchas veces no se produce.

Hay quien sigue manteniendo el vínculo de su relación de pareja sin que exista un amor real, sin que haya una complicidad auténtica ni aún menos felicidad. Lo importante para algunos es escapar de la soledad y para ello no dudan en adaptarse a la talla de un corazón que no va con el suyo.

Lo mismo ocurre a nivel laboral. Son muchas las personas que optan por mostrar lo que se conoce como “un perfil bajo”. Alguien dócil, manejable,servicial, alguien que llega a bajar méritos y estudios cuando redacta su currículum porque sabe que es el único modo de adaptarse a determinadas jerarquías empresariales.

Es como si en nuestra mente existiera un nuevo eslogan grabado, como el de la empresa de jabones citada al inicio: “Adaptarse o morir, renunciar para subsistir”.

Ahora bien… ¿de verdad merece la pena morir de infelicidad?

MRM

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