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LA PIEDRA CÚBICA

Para mí, la Masonería es mi barrio Fausto (Minerva)

Por el H:. Horacio

El hombre se inicia en la Masonería como piedra bruta. Ayudado por sus Hermanos, comenzará a trabajarla y pulirla, intentando lograr su forma perfecta, la piedra cúbica. Una vez conseguido este objetivo, encajará con las demás y podrá contribuir a la construcción de la Catedral.

La piedra (el hombre) así trabajada, puede coincidir con sus cuatro vecinas, las dos de sus costados, la que ha de soportarla y la que ha de soportar. Las otras dos, la que da al interior y la que enfrentará el exterior, estarán igualmente lisas y pulidas.

Si la tarea del pulidor ha sido correcta, cualquiera de las caras puede cumplir con cualquiera de estas funciones: hermanarse con sus vecinas, apoyarse en la de abajo, sostener la de encima, mostrar un liso y homogéneo rostro a los feligreses que visitan el templo o soportar con la misma tersa superficie las inclemencias del exterior.

La piedra cúbica es, también, intercambiable. El Maestro artesano puede elegir el lugar de la hilera que ocupará y su altura. La cara que ofrecerá, tanto al exterior como a los ojos de los feligreses que oran en su interior, también es relativamente indiferente, ya que todas son -si el trabajo es perfecto- iguales.

Adelanto que el símbolo de piedras pulidas, de caras iguales, del mismo tamaño, forma cúbica y cumpliendo la misma función en donde fuere que se las coloque, no coincide con mi idea de lo que es la Igualdad.

Las caras de estas piedras –con diversa destreza pulidas- son unidas firmemente por el Maestro artesano, por medio de una argamasa que las convierte en un todo. Esta argamasa las une y a su vez las separa. No hay contacto íntimo, cara a cara, independientemente del celo y amor con que cada una de ellas haya sido pulida.

Esto no coincide con mi idea de la Fraternidad, también me adelanto a decir.

Con estas piedras cúbicas –nos cuentan nuestros orígenes- se construían catedrales.

Las catedrales se construyeron en las llanuras. Las llanuras son lo más parecido a un no paisaje. Geométricamente, son un plano. Y un plano tiene dos dimensiones. No hay -por lo tanto- un compromiso estético con la naturaleza. Ni siquiera la piedra bruta que cada Masón pule para construirla es de allí.

Las catedrales apenas se apoyaban en la tierra para estirar sus dedos hacia el infinito cielo, supuesta morada de dios. En ese viaje a las alturas, dejaban de camino la pequeñez del ser humano, que era quien las elevaba. No fueron hechas a la medida del Hombre. Quisieron llevar el Hombre hasta la medida de Dios. Las piedras sólo llegaron hasta donde las piedras de los masones pudieron soportar. Y ahí están las catedrales, como medida exacta del intento.

Las catedrales que los masones construyeron no eran un hogar para nadie. Allí, las gentes se reunían, pero sólo un hombre hablaba. Pero no le hablaba a los reunidos. Elevaba su voz, intentando llegar aún más alto que el templo que los masones habían estirado hacia arriba hasta lo posible. Jamás hubo respuesta.

La piedra cúbica construyó enormes, hermosas catedrales. Allí se elevaron piadosas plegarias por la justicia. No hubo justicia. Se imploró paz. No hubo paz. Se ofreció amor. No hubo respuesta.

Debo decir que la piedra cúbica y sus catedrales tampoco alientan mis fantasías sobre la Libertad.

De acuerdo con la Constitución que nos rige, no puedo sostener una moción de censura sobre la piedra cúbica y sus catedrales, sin presentar una alternativa.

Es lo que voy a intentar. Y lo voy a intentar sabiendo que -para ello- he de enfrentarme a una enfermedad endémica y secular que aqueja a estas tierras desde hace siglos. Me refiero al Eurocentrismo. Esta dolencia se expresa en la convicción de que lo que no sea europeo o no ostente ese origen no sirve, no vale o no tiene la menor importancia.

Dicho esto -y sin pretender abatir el entrañable símbolo que es, para muchos, la piedra cúbica y sus catedrales europeas-, pongo a su consideración otro símbolo y otra construcción. Otra piedra y otro edificio.

Me refiero a la piedra Inca y un edificio llamado Machu Pichu.

La piedra Inca no sigue el concepto del cubo, aunque también esté concebida y pulida para construir. Cada una de ellas es totalmente diferente de las demás, tanto en forma como en tamaño. Su individualidad, empero, no le impide integrarse en un todo. Pero sus caras laterales, las que deben encajarse con sus vecinas, adoptan mutuamente sus formas y su pulimento. Esto se produce de un modo tal que su coincidencia es absoluta.

No son intercambiables. Cada una está donde debe estar, conservando su diferencia. Una puede ser enorme y la otra pequeña. La otra mediana y la siguiente totalmente irregular. Sus caras coinciden. La individualidad de cada una se adapta y coincide con sus vecinas sin perderse.

El encaje de las caras que han pulido es tan perfecto que una hojilla de afeitar no puede introducirse entre ellas. No hay ninguna argamasa, ni ideología religiosa que las una. Su contacto es íntimo, cara contra cara en verdadera unión.

No pueden girarse. La cara que da al exterior no está pulida porque no es necesario. Puede llevar un bajorrelieve o estar totalmente sin pulir. Da igual. Todas se integran en un conjunto armónico y fuerte. Puede que asimétrico, pero igualmente bello, fuerte y cumpliendo la función para la que fue diseñado.

Cumpliendo su función, pero diferente y personal, integrando al otro en profundidad, cara contra cara y sin pegamentos, la piedra Inca simboliza al ser humano mejor que la piedra cúbica, que a la luz de este paralelismo, se me antoja despersonalizada y uniforme.

El Machu Pichu también tiene signos más prometedores en su simbología relacionada con el ser humano. Está integrado en la cima de una montaña, en un paisaje ya tridimensional, forma parte de la Pacha Mama, está más hecho a la medida del hombre que cualquier catedral. Pero su función –que es lo que hace a cualquier obra humana- está sujeta a especulaciones, pero a ninguna certeza.

Puestas en paralelo la piedra cúbica y la piedra Inca es menester preguntarse lo que hay que construir. Sabemos que la piedra cúbica sirvió para construir catedrales y no estamos seguros del significado del Machu Pichu. Con una o con otra piedra, ¿qué hemos de construir?.

No quiero terminar con una pregunta sino con una propuesta:

Propongo utilizar la piedra Inca para construir.

Propongo no construir ni templos ni murallas, ni castillos ni palacios.

Propongo… un barrio. Un barrio es un sitio que está integrado en una ciudad, y sin embargo mantiene su propio duende. No está aislado. Cualquiera puede atravesarlo, pasear por él y hasta quedarse, sin preguntas ni pasado a dar cuentas. Un barrio hasta permite que duendes menores definan una calle independiente o una casa abierta.

Propongo un barrio en el que este miserable y maravilloso dechado de imperfecciones que somos los seres humanos puedan amar y odiar, enfadarse, envidiar y admirar, pensar, discutir, intercambiar, crear y proyectarse al mundo.

Propongo un barrio, en suma, que sea tan hermoso como el que sueña nuestro Hermano Fausto.

Fuente: LOGIA DESCARTES, G.L.S.E.

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