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Entrevista de Jean-Michel Quillardet sobre Sarkozy en el Vaticano

Nicolas Sarkozy preside un país que, en 1905, se convirtió, con la ley de separación de la Iglesia y el Estado, en un referente mundial en materia de laicidad y libertad de conciencia. Hoy en día lo sigue siendo. Pero Monsieur Sarkozy es un adepto de la teoría del choque de civilizaciones, y potenciar a la Iglesia Católica le parece la manera idónea de evitar la “islamización” de Francia que quita el sueño a esa extrema derecha a la que con tanto tesón cortejó durante la campaña electoral.

El Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Jean-Michel Quillardet, expresa el malestar de los masones franceses en una entrevista concedida Le Nouvel Observateur. La traducimos a continuación:

Le Nouvel Observateur: En el Vaticano, Nicolas Sarkozy a hablado de las “raíces cristianas de Francia” y ha evocado “la contribución de la Iglesia católica para aclarar nuestras eleccciones y construir nuestro porvenir”. ¿Qué es los que le ha chocado?

Jean-Michel Quillardet: Estamos profundamente inquietos y heridos por su voluntad de reintroducir la moral religiosa en el seno de la sociedad, por sus declaraciones virulentas sobre la moral laica que podría, dijo, conducir al fanatismo, sobre la imposibilidad de vivir sin esperanza o sobre las raíces cristianas de Francia. Es una visión simplista de la Historia. Por supuesto que Francia tiene raíces cristianas. Pero hay que distinguir entre el cristianismo y la Iglesia católica, que siempre participó del absolutismo político y religioso, y recordar nuestras raíces griegas, el humanismo del Renacimiento, y, sobre todo, el pensamiento de las Luces que enuncia la libertad absoluta de conciencia. Nos hiere oír decir que un no-creyente es marginal, y ver así relegada su labor intelectual a un segundo plano. Pienso, de hecho, que incluso cristianos como François Bayrou no pueden sino sentirse chocados por semejantes afirmaciones. ¿Qué significa, además, “laicidad positiva”? “Laicidad positiva” es “laicidad, pero”. Es una regresión tanto más grave cuanto que emana del jefe del Estado. Desde de Gaulle a Chirac, jamás se oyeron semejantes discursos en toda la historia de la Quinta República, ni se vió a un jefe de Estado practicar su culto tan ostentosamente. Vuelve a ser un caso de manipulación de los símbolos. Todo esto nos parece extremadamente peligroso para el parcto republicano que permite a cada uno vivir de acuerdo con su fe o con la ausencia de ella.

N.o.: Sarkozy ya había expresado, como ministro de Interior y en su libro “La República, las religiones, la esperanza” su deseo de hacer evolucionar la ley de 1905.

J.-M. Quillardet: Nos habíamos alarmado mucho cuando se publicó el informe Madelon, que preconizaba, sobre todo, el financiamiento por las comunas de los lugares de culto, y que corría el riesgo de abrir una brecha muy importante en la ley de 1905. Pero, durante la campaña presidencial, Nicolas Sarkozy obvió estas cuestiones, y pensamos que habíamos ganado la partida. Este discurso, pronunciado con firmeza, despeja las dudas sobre sus intenciones. Recordemos también que, en la reforma de las instituciones, el presidente ha propuesto de las grandes corrientes espirituales ¡tengan representación en el Consejo económico y social! Es ideología, un auténtico proyecto político que inscribe el liberalismo y la religión en el corazón de la sociedad, como indispensables para las buenas costumbres. Ya hemos percibido las consecuencias de ese proyecto en los suburbios en los cuales los poderes públicos apelan a los imames para apaciguar las tensiones. Es una derrota de la República. La única identidad que debe interesar al político es la ciudadanía. Al dirigirse, no ya a los ciudadanos, sino a los católicos, a los judíos, a los protestantes, y al privilegiar a algunos de ellos, se cambia completamente la naturaleza del régimen republicano.

N.O.: ¿Ve usted en todo ello un deslizamiento hacia una laicidad a la americana?

J.-M. Quillardet: Sin duda, hay en ello la idea tocquevilliana según la cual la democracia no puede prescindir de la religión -y, para Tocqueville, se trata ya de la religión cristiana-. Pero la laicidad a la americana es Bush pronunciando sin cesar sus discursos en nombre de Dios, es un presidente que presta juramento sobre la Biblia. ¿Vamos a volver a eso? Se corre el peligro de dividir un poco más a la nación. Se nos dirá que no se tocará la ley de 1905, pero nuestro temor es que se transforme su espíritu con medidas técnicas reglamentarias, abriendo la posibilidad de hacer pasar a las religiones de un estatuto de culto a un estatuto cultural, por ejemplo. Se está destruyendo cierta idea de la República. Los franceses siguen muy apegados a la laicidad y el presidente comete un error muy grave intentando atentar contra ella.

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