Mujeres, solo mujeres ...
la Primera Gran Vigilante
de la Gran Logia Femenina.
Entró a los 28 años.
El cisma económico que provocó la crisis de 1983 fue la coyuntura que las masonas aprovecharon para desligarse del grupo mixto que conformaba la Gran Logia Metropolitana y fundar, posteriormente, la Gran Logia Femenina de Chile. Dado el descalabro económico, los miembros de la Logia Metropolitana no pudieron seguir pagando el arriendo del lugar donde se reunían y decidieron abatir columnas. Las mujeres, sin embargo, optaron por trasladarse a un lugar más barato, específicamente a la Logia Judía Odd Fellow, que las acogió por varios años en un segundo piso de la calle Concha y Toro.
Aunque no contaban con suficientes comodidades en el lugar, la idea de ahorrar dinero para comprar algún día una casa propia para la Orden las hizo perseverar. Fue así como en 1994 concurrieron a un remate y adquirieron una propiedad en la calle Colo Colo. Ahí construyeron su primer templo, uno "pequeño pero digno", según cuenta la Serenísima Gran Maestra, Nancy Muñoz.
"Las butacas las donó un caballero que las compró en el remate que hizo el cine El Golf antes de ser derrumbado. Y las cortinas (unas azules que suelen cubrir las cuatro paredes del templo masónico) fueron hechas por una de las hermanas. Aunque todas pagamos una cuota mensual, si alguien puede donar algo, lo hace. Es parte de la generosidad de las masonas. Cuando hacemos eventos, siempre hay una que se ofrece para traer flores u otra que regala parte del ágape", afirma la Serenísima Gran Maestra, quien ha sido elegida y reelegida por cuatro períodos.
La casa de Colo Colo ha sufrido varias transformaciones desde su compra. Gracias a las reestructuraciones hechas por una "hermana" arquitecta, fue posible hacer un segundo templo, uno mucho más grande que el primero y acondicionado con pequeñas lucecitas en el techo que simulan las estrellas del universo. Hoy cuentan con un tercero, uno que está en el segundo piso de una nueva casa adquirida por la Logia Femenina en la calle Tegualda. Todo dentro del mismo perímetro, pues es un sitio que está literalmente a la vuelta de la esquina.
La expansión era necesaria. Para el grupo de mujeres que asistían semanalmente al templo, no era suficiente el espacio del que dispo-nían para sus Tenidas (ver recuadro). Si a eso se le sumaban las dos asambleas anuales con las demás logias del país, la sede resultaba pequeña. No es que les sobrara el dinero - a diferencia de la logia masculina, la femenina no es dueña de colegios ni de universidades- , pero con préstamos de una que otra "hermana" lograron reunir la cantidad suficiente. "Nosotros tenemos cosas, pero nos ha costado. Es quizás por eso que valoramos más lo que hemos conseguido", afirma Muñoz.
La Logia Femenina de Chile no se formó por reacción; por considerar que "si los hombres lo hacían, ellas también". Su iniciativa obedeció sencillamente a una necesidad de género. "A nosotras nos gusta trabajar a nuestro ritmo. Las mujeres cumplimos demasiados roles, entonces tenemos que repartir el tiempo entre la casa, los hijos y el trabajo. Además, somos más minuciosas y tenemos el ingenio para hacer maravillas con poco dinero", dice la Serenísima Gran Maestra.
Muchas de las pioneras en la masonería femenina eran esposas de los miembros de la Gran Logia de Chile, pero llegó un momento en que ya no quisieron seguir siendo vinculadas a la masonería por sus maridos y decidieron canalizar sus inquietudes - intelectuales y espirituales- por una vía exclusiva e independiente.
Fue en 1970, y gracias a una "hermana" española radicada en México llamada María de Letre, que las féminas pudieron agruparse en la primera Logia Femenina llamada Araucaria Nº 3, nombre que se debía a la perdurabilidad de la especie y a sus orígenes autóctonos. En uno de sus viajes a Chile como delegada del Gran Oriente Mexicano, De Letre encontró a un grupo de mujeres que querían formar su propia logia, pero aunque hizo todos sus esfuerzos para que el entonces Gran Maestro Sótero del Río las acogiera, sólo fue posible incorporarlas en una Orden mixta. "Después de lograr esto, vino el proceso del año '73, que fue bien difícil. Pero logramos mantenernos y crecer lentamente hasta independizarnos en 1983", recuerda la Serenísima Gran Maestra.
Hoy las logias se reparten entre nombres como Acacia, Atenea, Ayún y Génesis. Incluso hay una que se llama Cruz del Sur y que es itinerante, porque su misión es trasladarse a diversas provincias e ir formando grupos encargados de formar más "hermanas".
Aunque no contaban con suficientes comodidades en el lugar, la idea de ahorrar dinero para comprar algún día una casa propia para la Orden las hizo perseverar. Fue así como en 1994 concurrieron a un remate y adquirieron una propiedad en la calle Colo Colo. Ahí construyeron su primer templo, uno "pequeño pero digno", según cuenta la Serenísima Gran Maestra, Nancy Muñoz.
"Las butacas las donó un caballero que las compró en el remate que hizo el cine El Golf antes de ser derrumbado. Y las cortinas (unas azules que suelen cubrir las cuatro paredes del templo masónico) fueron hechas por una de las hermanas. Aunque todas pagamos una cuota mensual, si alguien puede donar algo, lo hace. Es parte de la generosidad de las masonas. Cuando hacemos eventos, siempre hay una que se ofrece para traer flores u otra que regala parte del ágape", afirma la Serenísima Gran Maestra, quien ha sido elegida y reelegida por cuatro períodos.
La casa de Colo Colo ha sufrido varias transformaciones desde su compra. Gracias a las reestructuraciones hechas por una "hermana" arquitecta, fue posible hacer un segundo templo, uno mucho más grande que el primero y acondicionado con pequeñas lucecitas en el techo que simulan las estrellas del universo. Hoy cuentan con un tercero, uno que está en el segundo piso de una nueva casa adquirida por la Logia Femenina en la calle Tegualda. Todo dentro del mismo perímetro, pues es un sitio que está literalmente a la vuelta de la esquina.
La expansión era necesaria. Para el grupo de mujeres que asistían semanalmente al templo, no era suficiente el espacio del que dispo-nían para sus Tenidas (ver recuadro). Si a eso se le sumaban las dos asambleas anuales con las demás logias del país, la sede resultaba pequeña. No es que les sobrara el dinero - a diferencia de la logia masculina, la femenina no es dueña de colegios ni de universidades- , pero con préstamos de una que otra "hermana" lograron reunir la cantidad suficiente. "Nosotros tenemos cosas, pero nos ha costado. Es quizás por eso que valoramos más lo que hemos conseguido", afirma Muñoz.
La Logia Femenina de Chile no se formó por reacción; por considerar que "si los hombres lo hacían, ellas también". Su iniciativa obedeció sencillamente a una necesidad de género. "A nosotras nos gusta trabajar a nuestro ritmo. Las mujeres cumplimos demasiados roles, entonces tenemos que repartir el tiempo entre la casa, los hijos y el trabajo. Además, somos más minuciosas y tenemos el ingenio para hacer maravillas con poco dinero", dice la Serenísima Gran Maestra.
Muchas de las pioneras en la masonería femenina eran esposas de los miembros de la Gran Logia de Chile, pero llegó un momento en que ya no quisieron seguir siendo vinculadas a la masonería por sus maridos y decidieron canalizar sus inquietudes - intelectuales y espirituales- por una vía exclusiva e independiente.
Fue en 1970, y gracias a una "hermana" española radicada en México llamada María de Letre, que las féminas pudieron agruparse en la primera Logia Femenina llamada Araucaria Nº 3, nombre que se debía a la perdurabilidad de la especie y a sus orígenes autóctonos. En uno de sus viajes a Chile como delegada del Gran Oriente Mexicano, De Letre encontró a un grupo de mujeres que querían formar su propia logia, pero aunque hizo todos sus esfuerzos para que el entonces Gran Maestro Sótero del Río las acogiera, sólo fue posible incorporarlas en una Orden mixta. "Después de lograr esto, vino el proceso del año '73, que fue bien difícil. Pero logramos mantenernos y crecer lentamente hasta independizarnos en 1983", recuerda la Serenísima Gran Maestra.
Hoy las logias se reparten entre nombres como Acacia, Atenea, Ayún y Génesis. Incluso hay una que se llama Cruz del Sur y que es itinerante, porque su misión es trasladarse a diversas provincias e ir formando grupos encargados de formar más "hermanas".