Las elegidas...
En la foto Virginia Ortiz,
Segunda Gran Vigilante de la Logia,
es una de las autoridades máximas de la Orden.
Una masona no se convierte en masona tocando el timbre en la calle Tegualda y expresando su voluntad de pertenecer a la Obediencia. No es que haya que cumplir con requisitos inalcanzables, como tener doctorados y un bagaje cultural fuera de lo común. Pero sí es necesario ser aprobada por toda la logia a la cual ha sido invitada.
El primer filtro lo pone la "hermana" que extiende la invitación. Ella es quien debe procurar que está eligiendo, primero, a una mujer que dispone de tiempo y, en segundo, a alguien de valores morales sólidos, capaz de fraternizar con los demás y con una gran amplitud de criterio. "Nosotros tenemos católicas en nuestra institución. Pero como la masonería no cree en dogmas, se hace difícil compatibilizar ambas cosas. Ahora: eso no quiere decir que no aceptemos a alguien de fe, porque las masonas nos caracterizamos por ser tolerantes", aclara Jimena Muñoz.
Una vez que una mujer es aceptada dentro de las filas masónicas, pasa por la ceremonia de iniciación y se convierte en Aprendiz. Los grados que logre alcanzar desde ese momento en adelante dependerán sólo del tiempo que le dedique al estudio y de las ganas que tenga de ir progresando. Un mínimo de dos años puede pasar hasta que una Aprendiz pase a Compañera, y el mismo tiempo hasta que esta última alcance el grado de Maestra. "Eso no quiere decir que son dos años justos. Hay mujeres que avanzan tan rápido, que en un año ya están listas para cambiar de grado. Y otras que por las exigencias de su trabajo tardan cuatro años en pasar de un nivel a otro", explica Virginia Ortiz.
Aunque ser Maestra no es la máxima categoría que puede alcanzar una masona, lo cierto es que muchas permanecen ahí por años. Como la Primera Gran Vigilante, Jimena Muñoz, y la Segunda Gran Vigilante, Virginia Ortiz. Ellas han ejercido, eso sí, cargos que no podrían haber asumido si no hubieran sido Maestras. Como, por ejemplo, el de Venerables, que son las encargadas de guiar a todas las mujeres de una logia (pueden ser hasta 14).
Desde 1983, cuatro mujeres han ocupado el cargo de Serenísima Gran Maestra: Chita Cruz Donoso, Eliana Corbalán, Nancy Muñoz y Miriam Silva. A diferencia de las Aprendices, Compañeras y Maestras, a las Grandes Maestras se les elige por votación democrática cada tres años durante los solsticios de invierno (junio). Para entonces se organiza un meticuloso plan de elecciones: durante una semana hay una Comisión de Elecciones que recibe los votos de las Hermanas y un comité distinto es el que realiza el conteo de votos una vez que cierran las urnas.
La edad promedio en que una mujer suele ingresar a la Gran Logia Femenina es a los 35 años, ya que según cuenta Virginia Ortiz "ésa es la edad en la que las mujeres ya tienen a sus hijos más grandes y pueden dedicarles más tiempo a los talleres masónicos". Sin embargo, hay quienes lo hacen antes o después, como algunas chicas que a los 21 figuran hoy como aprendices. La semilla de estas jóvenes está en los clanes femeninos paramasónicos, a los cuales asisten, por lo general, los hijos de masones.
Lo que aspira la Logia Femenina es que esas mujeres se conozcan mejor y como fin último logren ser mejores personas, que con su actuar puedan contribuir a una sociedad más fraternal y solidaria. "Hay mujeres que participaron en otros tipos de instituciones y en nuestras Logias se han sentido mejor interpretadas en sus aspiraciones. Y claro, es un espacio donde las mujeres pueden reflexionar, filosofar y forjarse un proyecto de vida para participar de una vida mejor", destaca Nancy Muñoz.
En la foto Virginia Ortiz,
Segunda Gran Vigilante de la Logia,
es una de las autoridades máximas de la Orden.
Una masona no se convierte en masona tocando el timbre en la calle Tegualda y expresando su voluntad de pertenecer a la Obediencia. No es que haya que cumplir con requisitos inalcanzables, como tener doctorados y un bagaje cultural fuera de lo común. Pero sí es necesario ser aprobada por toda la logia a la cual ha sido invitada.
El primer filtro lo pone la "hermana" que extiende la invitación. Ella es quien debe procurar que está eligiendo, primero, a una mujer que dispone de tiempo y, en segundo, a alguien de valores morales sólidos, capaz de fraternizar con los demás y con una gran amplitud de criterio. "Nosotros tenemos católicas en nuestra institución. Pero como la masonería no cree en dogmas, se hace difícil compatibilizar ambas cosas. Ahora: eso no quiere decir que no aceptemos a alguien de fe, porque las masonas nos caracterizamos por ser tolerantes", aclara Jimena Muñoz.
Una vez que una mujer es aceptada dentro de las filas masónicas, pasa por la ceremonia de iniciación y se convierte en Aprendiz. Los grados que logre alcanzar desde ese momento en adelante dependerán sólo del tiempo que le dedique al estudio y de las ganas que tenga de ir progresando. Un mínimo de dos años puede pasar hasta que una Aprendiz pase a Compañera, y el mismo tiempo hasta que esta última alcance el grado de Maestra. "Eso no quiere decir que son dos años justos. Hay mujeres que avanzan tan rápido, que en un año ya están listas para cambiar de grado. Y otras que por las exigencias de su trabajo tardan cuatro años en pasar de un nivel a otro", explica Virginia Ortiz.
Aunque ser Maestra no es la máxima categoría que puede alcanzar una masona, lo cierto es que muchas permanecen ahí por años. Como la Primera Gran Vigilante, Jimena Muñoz, y la Segunda Gran Vigilante, Virginia Ortiz. Ellas han ejercido, eso sí, cargos que no podrían haber asumido si no hubieran sido Maestras. Como, por ejemplo, el de Venerables, que son las encargadas de guiar a todas las mujeres de una logia (pueden ser hasta 14).
Desde 1983, cuatro mujeres han ocupado el cargo de Serenísima Gran Maestra: Chita Cruz Donoso, Eliana Corbalán, Nancy Muñoz y Miriam Silva. A diferencia de las Aprendices, Compañeras y Maestras, a las Grandes Maestras se les elige por votación democrática cada tres años durante los solsticios de invierno (junio). Para entonces se organiza un meticuloso plan de elecciones: durante una semana hay una Comisión de Elecciones que recibe los votos de las Hermanas y un comité distinto es el que realiza el conteo de votos una vez que cierran las urnas.
La edad promedio en que una mujer suele ingresar a la Gran Logia Femenina es a los 35 años, ya que según cuenta Virginia Ortiz "ésa es la edad en la que las mujeres ya tienen a sus hijos más grandes y pueden dedicarles más tiempo a los talleres masónicos". Sin embargo, hay quienes lo hacen antes o después, como algunas chicas que a los 21 figuran hoy como aprendices. La semilla de estas jóvenes está en los clanes femeninos paramasónicos, a los cuales asisten, por lo general, los hijos de masones.
Lo que aspira la Logia Femenina es que esas mujeres se conozcan mejor y como fin último logren ser mejores personas, que con su actuar puedan contribuir a una sociedad más fraternal y solidaria. "Hay mujeres que participaron en otros tipos de instituciones y en nuestras Logias se han sentido mejor interpretadas en sus aspiraciones. Y claro, es un espacio donde las mujeres pueden reflexionar, filosofar y forjarse un proyecto de vida para participar de una vida mejor", destaca Nancy Muñoz.