Escribe Hno:. VICENTE ALCOSERI
Grupo SECRETO MASONICO
Para infundir nueva vida a la masonería, es necesario ante todo, saber de la antigua masonería y sus metas. No es necesario cambiar nada pero si dar impulos renovadores. Es decir, no hasta que uno compruebe exactamente cómo nuestra tradición se transformó en lo que se transformó; para qué, cada una de las ideas y rituales está destinado y cómo –exactamente cómo y por qué causas- estos elementos se han distorsionado. Cómo cada una de las indicaciones para la vida se mezcló con las ambigüedades de la vida cotidiana carente de meta y fue asociada con el lenguaje y las concepciones de la vida “profana” carente de sentido. Admito que se siente cierta incomodidad al hablar así de la masonería. Me gustaría hacer una distinción entre masonismo y masonería, donde la primera significa lo que el hombre ha hecho del segundo agregando ismos a todo. Pero la “orden masónica” tiene implicaciones equivocadas en una era en que la dirección política está tan disociada de los principios fraternales. Hablando en sentido práctico, por supuesto uno no necesita en realidad la distinción entre ambas masonerías, entre la masonería destruida y la masonería real.
Sólo conocemos la masonería destruida.
Debemos habitar el cuerpo de la antigua masonería, el cuerpo mortal de la Verdad inmortal. Criticar no es la cuestión. La cuestión es la presencia, el darse cuenta del vacío que separa las ideas y la situación real. Sólo momentos de una presencia masónica tal no son suficientes, no alcanzan. En realidad, tales momentos en que uno confronta la separación entre lo que debería ser y lo que es, son en sí mismos un gran peligro porque si uno no valora esos momentos de manera correcta, el impulso por corregir las cosas se apodera de uno e inmediatamente y de manera inconsciente se pierde contacto con la fuerza de la Razón.
Así se originó la ciencia.
El problema que abruma es el del apego a la enseñanza misma; el “amor fraternal” por la propia del egoísmo espiritual, o cualquiera sea el nombre que se le asigne. Dentro de cada enseñanza sucede lo mismo respecto de cada una de sus diferentes partes; me apego a esta o aquella idea o método que me ha ayudado en el pasado. No veo cómo está conectada a todo lo demás dentro de la enseñanza, y mucho menos a todo lo demás que me fue dado experimentar. No veo cómo ciertos elementos de la enseñanza que yo juzgo negativamente han sido en realidad necesarios, que sin ellos nunca hubiera llegado a comprender como comprendo ahora.
“Dios creó la tierra y vio que era buena”: esto se aplica –primero y principalmente- a la Enseñanza, la Palabra, el Camino. Mientras no podamos defender esto, no podremos ser guardianes de ninguna cosa.
No obstante, la tradición masónica que hoy tenemos no puede ser equiparada con la enseñanza en este sentido. La tradición tal como hoy la encontramos, es el resultado final de un millón de esfuerzos de mejoramiento o de erradicación o de asimilación de otras tradiciones que funcionaban mejor.
¿Cuáles de todos esos cambios producidos durante cientos de años de historia de la masonería son el resultado de la operación de la fuerza regeneradora o del ímpetu libertario, como cuando se fomentaron por francmasones las revoluciones sociales?
Es extraordinario pensar cuánto de la actividad intelectual del hombre es en realidad un principio de contacto con esta fuerza que desea ser libertaría. Todo esfuerzo para pensar, en la medida en que es la convocatoria a una confrontación de niveles, es un primer paso hacia la regeneración social. El pensar comienza por ver, pero desafortunadamente termina con la esclavitud a los mecanismos de la conceptualización. A partir de estas conceptualizaciones, que sólo son los registros que quedan de los momentos de visión en el sistema nervioso, sólo son resultados neurológicos del espíritu, y que son necesarios como instrumentos de la energía del espíritu que existe en el mundo, o realidad inferior, el hombre, de manera errada, trata de imitar el trabajo del espíritu. Pero sólo el espíritu puede hacer el trabajo del espíritu.
El pensar, que en esencia significa ver, existe en estos diversos niveles. No existen pensamientos profundos ni ideas profundas, como tales; pero sí un pensar profundo, una acción interior que implica la energía de la armonización y reconciliación entre niveles. Podríamos con alegría dejar las palabras “conciencia” y “conciencia de sí mismo” para los masones y masonas de nuestros días, ¡que tengan buena suerte!. Pero ojala podamos continuar buscando y ojalá encontremos un lenguaje que pueda guiarnos en la observación y conquista de la totalidad de nuestro ser. “Conciencia” y “atención”, palabras que pueden sufrir el mismo destino que “pensamiento” y “mente”, términos que en su origen significaban la acción posible del ideal libertario masónico dentro de la estructura de la naturaleza masónica.
¿Pero quién hay que pueda hacerse cargo de la tradición masónica para reconstruir la enseñanza?
¿Dónde están los pocos masones que podrían llegar a ser, por así decirlo, el “cuerpo impulsor” de la Masonería?
Mi meta – está más allá de mi poder- es llamar a estas personas, invocar a estos masones, si se me permite expresarme así, porque la Masonería siempre requerirá de un impulso extra que la renueve año traz año
Sólo se puede empezar con individuos que puedan habitar sus propios seres. Con la Internet se puede viajar por todo el mundo, y trato de ver y aceptar lo que la Masonería ha devenido; trato de no permitir que toda mi fuerza se disipe con las reacciones de gusto o disgusto que constantemente surgen en mí. Sólo en escasos momentos puedo ser hacia mí mismo lo que deseo ser hacia la tradición masónica. Yo comienzo en una escala muy pequeña, primero con un pensamiento que busca liberarse de las reacciones egoístas más obvias de gusto y disgusto, un pensamiento que hasta cierto punto es independiente del deseo. De este modo, comienzo como un científico que se auto-investiga.
Se escucha decir que la masonería, en su esencia, es psicología práctica. Pero, sólo porque algo funciona no significa que sea comparable a una ciencia moderna. La verdadera metafísica funciona, la verdadera filosofía funciona, el verdadero misterio también. La verdadera magia funciona a través del fenómeno de la resonancia. Uno debe conocer las palabras exactas que hay que decir y uno debe decirlas en el lugar exacto y el tiempo correcto; y entonces, las fuerzas del cielo pueden ser evocadas.
Sin embargo, para ser sensitivo a la ley de resonancia más allá del ámbito observable por los sentidos, es necesario invocar una gran inteligencia en la petición; o eso, o un estado emocional de gran pureza. O un grado extraordinario de sufrimiento corporal, sufrimiento corporal puro, sin el aditamento o la intensificación que aportan las emociones personales.
La propia masonería debe poner su magia en esto; la propia magia debe ser masónica.
Grupo SECRETO MASONICO
Para infundir nueva vida a la masonería, es necesario ante todo, saber de la antigua masonería y sus metas. No es necesario cambiar nada pero si dar impulos renovadores. Es decir, no hasta que uno compruebe exactamente cómo nuestra tradición se transformó en lo que se transformó; para qué, cada una de las ideas y rituales está destinado y cómo –exactamente cómo y por qué causas- estos elementos se han distorsionado. Cómo cada una de las indicaciones para la vida se mezcló con las ambigüedades de la vida cotidiana carente de meta y fue asociada con el lenguaje y las concepciones de la vida “profana” carente de sentido. Admito que se siente cierta incomodidad al hablar así de la masonería. Me gustaría hacer una distinción entre masonismo y masonería, donde la primera significa lo que el hombre ha hecho del segundo agregando ismos a todo. Pero la “orden masónica” tiene implicaciones equivocadas en una era en que la dirección política está tan disociada de los principios fraternales. Hablando en sentido práctico, por supuesto uno no necesita en realidad la distinción entre ambas masonerías, entre la masonería destruida y la masonería real.
Sólo conocemos la masonería destruida.
Debemos habitar el cuerpo de la antigua masonería, el cuerpo mortal de la Verdad inmortal. Criticar no es la cuestión. La cuestión es la presencia, el darse cuenta del vacío que separa las ideas y la situación real. Sólo momentos de una presencia masónica tal no son suficientes, no alcanzan. En realidad, tales momentos en que uno confronta la separación entre lo que debería ser y lo que es, son en sí mismos un gran peligro porque si uno no valora esos momentos de manera correcta, el impulso por corregir las cosas se apodera de uno e inmediatamente y de manera inconsciente se pierde contacto con la fuerza de la Razón.
Así se originó la ciencia.
El problema que abruma es el del apego a la enseñanza misma; el “amor fraternal” por la propia del egoísmo espiritual, o cualquiera sea el nombre que se le asigne. Dentro de cada enseñanza sucede lo mismo respecto de cada una de sus diferentes partes; me apego a esta o aquella idea o método que me ha ayudado en el pasado. No veo cómo está conectada a todo lo demás dentro de la enseñanza, y mucho menos a todo lo demás que me fue dado experimentar. No veo cómo ciertos elementos de la enseñanza que yo juzgo negativamente han sido en realidad necesarios, que sin ellos nunca hubiera llegado a comprender como comprendo ahora.
“Dios creó la tierra y vio que era buena”: esto se aplica –primero y principalmente- a la Enseñanza, la Palabra, el Camino. Mientras no podamos defender esto, no podremos ser guardianes de ninguna cosa.
No obstante, la tradición masónica que hoy tenemos no puede ser equiparada con la enseñanza en este sentido. La tradición tal como hoy la encontramos, es el resultado final de un millón de esfuerzos de mejoramiento o de erradicación o de asimilación de otras tradiciones que funcionaban mejor.
¿Cuáles de todos esos cambios producidos durante cientos de años de historia de la masonería son el resultado de la operación de la fuerza regeneradora o del ímpetu libertario, como cuando se fomentaron por francmasones las revoluciones sociales?
Es extraordinario pensar cuánto de la actividad intelectual del hombre es en realidad un principio de contacto con esta fuerza que desea ser libertaría. Todo esfuerzo para pensar, en la medida en que es la convocatoria a una confrontación de niveles, es un primer paso hacia la regeneración social. El pensar comienza por ver, pero desafortunadamente termina con la esclavitud a los mecanismos de la conceptualización. A partir de estas conceptualizaciones, que sólo son los registros que quedan de los momentos de visión en el sistema nervioso, sólo son resultados neurológicos del espíritu, y que son necesarios como instrumentos de la energía del espíritu que existe en el mundo, o realidad inferior, el hombre, de manera errada, trata de imitar el trabajo del espíritu. Pero sólo el espíritu puede hacer el trabajo del espíritu.
El pensar, que en esencia significa ver, existe en estos diversos niveles. No existen pensamientos profundos ni ideas profundas, como tales; pero sí un pensar profundo, una acción interior que implica la energía de la armonización y reconciliación entre niveles. Podríamos con alegría dejar las palabras “conciencia” y “conciencia de sí mismo” para los masones y masonas de nuestros días, ¡que tengan buena suerte!. Pero ojala podamos continuar buscando y ojalá encontremos un lenguaje que pueda guiarnos en la observación y conquista de la totalidad de nuestro ser. “Conciencia” y “atención”, palabras que pueden sufrir el mismo destino que “pensamiento” y “mente”, términos que en su origen significaban la acción posible del ideal libertario masónico dentro de la estructura de la naturaleza masónica.
¿Pero quién hay que pueda hacerse cargo de la tradición masónica para reconstruir la enseñanza?
¿Dónde están los pocos masones que podrían llegar a ser, por así decirlo, el “cuerpo impulsor” de la Masonería?
Mi meta – está más allá de mi poder- es llamar a estas personas, invocar a estos masones, si se me permite expresarme así, porque la Masonería siempre requerirá de un impulso extra que la renueve año traz año
Sólo se puede empezar con individuos que puedan habitar sus propios seres. Con la Internet se puede viajar por todo el mundo, y trato de ver y aceptar lo que la Masonería ha devenido; trato de no permitir que toda mi fuerza se disipe con las reacciones de gusto o disgusto que constantemente surgen en mí. Sólo en escasos momentos puedo ser hacia mí mismo lo que deseo ser hacia la tradición masónica. Yo comienzo en una escala muy pequeña, primero con un pensamiento que busca liberarse de las reacciones egoístas más obvias de gusto y disgusto, un pensamiento que hasta cierto punto es independiente del deseo. De este modo, comienzo como un científico que se auto-investiga.
Se escucha decir que la masonería, en su esencia, es psicología práctica. Pero, sólo porque algo funciona no significa que sea comparable a una ciencia moderna. La verdadera metafísica funciona, la verdadera filosofía funciona, el verdadero misterio también. La verdadera magia funciona a través del fenómeno de la resonancia. Uno debe conocer las palabras exactas que hay que decir y uno debe decirlas en el lugar exacto y el tiempo correcto; y entonces, las fuerzas del cielo pueden ser evocadas.
Sin embargo, para ser sensitivo a la ley de resonancia más allá del ámbito observable por los sentidos, es necesario invocar una gran inteligencia en la petición; o eso, o un estado emocional de gran pureza. O un grado extraordinario de sufrimiento corporal, sufrimiento corporal puro, sin el aditamento o la intensificación que aportan las emociones personales.
La propia masonería debe poner su magia en esto; la propia magia debe ser masónica.