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La respuesta de los masones


'El símbolo perdido', de Dan Brown, un thriller esotérico sobre la masonería que ha desatado el interés por esta asociación, se publica hoy en España

Escribe JULIO ARRIETA
Diario HOY

El lanzamiento de la última novela de Dan Brown, 'El símbolo perdido', que hoy sale a la venta en España, ha disparado la curiosidad del público por la masonería. Tras la salida en Estados Unidos del libro, Ronald J. Steiner, relaciones públicas de la Gran Logia de Nueva York, comentaba el fenómeno en una nota dirigida a sus hermanos: «Los medios están repletos de artículos, reseñas y entrevistas relacionados con el libro y con la francmasonería», decía en el texto, publicado en la web www.nymasons.org. Steiner señalaba que va a aumentar «el interés sobre quiénes somos como masones y qué hacemos como miembros de la hermandad fraternal más antigua y grande del mundo». Entre otras sugerencias sobre cómo atender a la avalancha de curiosos, Steiner recordaba a sus hermanos que «las preguntas son bienvenidas». ¿Qué es la masonería? ¿Qué hacen los masones en sus logias? ¿Son una sociedad secreta? son algunos de los interrogantes más frecuentes.

Si se acude al diccionario de la RAE, la definición parece clara. «Francmasonería: asociación secreta de personas que profesan principios de fraternidad mutua, usan emblemas y signos especiales y se agrupan en entidades llamadas logias». Sin embargo «no es una definición correcta», apunta Javier Otaola, escritor, síndico -defensor del vecino- de Vitoria y maestro masón. «De hecho hubo un grupo de hermanos que presentó un escrito ante la Real Academia Española señalando que la masonería no puede ser una sociedad secreta porque ese tipo de agrupaciones están prohibidas en la Constitución y ese concepto es contradictorio con la realidad legal de la masonería en España». La RAE lo ha tenido en cuenta y en la próxima edición del diccionario se va a modificar ese concepto. «En las sociedades secretas no se conoce quiénes son sus directivos y sus miembros no tienen derecho a dar a conocer su pertenencia». Sin embargo, la masonería está reconocida legalmente, «sus directivos son conocidos y los miembros tienen total libertad para dar a conocer su pertenencia».

Albañiles libres
La masonería no es, por lo tanto, una sociedad secreta. Ni tampoco una secta, ni una religión, como suelen insistir las logias en sus páginas de Internet. Una de las definiciones más antiguas describe a esta fraternidad como «un peculiar sistema de moral, velado por alegorías e ilustrado por símbolos». Por su parte, Otaola la describe como «una sociedad filosófica que utiliza como instrumento de su actividad asociativa las tradiciones de las antiguas hermandades de constructores».

El origen de la masonería es gremial. La palabra 'mason' significa albañil tanto en inglés como en francés. En la Edad Media los canteros y albañiles libres, los 'franc masones' o 'free masons', que trabajaban en grupos independientes de compañeros, se reunían en 'logias'. Se trataba de locales adyacentes a las grandes obras como las catedrales, en los que se formaban en el oficio, administraban sus trabajos y salarios y resolvían sus cuestiones internas. Con el tiempo estas logias comenzaron a acoger miembros que no eran albañiles. A finales del siglo XVII en Inglaterra el número de estos masones aceptados era superior al de los albañiles 'operativos'. La masonería tal como se conoce en la actualidad nació en Londres en 1717, cuando un grupo de masones decidió refundar la asociación desvinculándola de todo carácter gremial. Así nació la Gran Logia de Londres. Y hasta hoy.

Este origen explica los grados en los que se dividen los masones: aprendices, compañeros y maestros. El mandil que visten en sus reuniones o tenidas es un recuerdo del que llevaban sus antecesores operativos para protegerse de las esquirlas mientras trabajaban la piedra bruta para fabricar sillares. Las herramientas que se usaban para levantar edificios, como el compás, la escuadra, la regla, la plomada o el nivel, se utilizan ahora como parte de un rico lenguaje simbólico.

Filosofía práctica
Durante la tenida, «los masones realizan un trabajo colegiado de reflexión que podríamos llamar en términos muy amplios como filosófica, pero no una filosofía de eruditos, sino una filosofía práctica», explica Otaola. En sus trabajos, destinados a buscar el perfeccionamiento como personas, «utilizan el lenguaje de los símbolos para describir y para construir ese discurso filosófico». En definitiva, «es una reflexión existencial ritualizada, un diálogo ritualizado».

Diálogo, pero no disputa. Y no está permitido hablar ni de política ni de religión. El curioso que espera encontrar un conciliábulo de conspiradores se llevará un chasco. Eso sí, los detalles concretos de los rituales se quedan en la logia, sólo están al alcance de los iniciados. ¿Secretismo? «No. La de la masonería es una actividad privada, como las cosas que se discuten en familia, y lo que es privado no es público, por definición».

Otro mito con el que tienen que lidiar los masones es el del poder político que se les atribuye. «En España -detalla Otaola- la masonería es un grupo demasiado pequeño como para tener una acción de poder. En otros países donde tiene una presencia más numerosa puede llegar a tener una cierta influencia social, como mucho, tan legítima como la de otros grupos de opinión».

En España hay algo más de 4.000 masones agrupados en logias que forman parte de varias obediencias diferentes. Las que cuentan con más miembros son la Gran Logia de España (GLE), la más numerosa, y la Gran Logia Simbólica Española (GLSE).

4.000 es un número llamativamente pequeño si se compara con los 20.000 masones que hay en Portugal, los 120.000 de Italia, los 250.000 masones franceses y los 700.000 británicos. En Estados Unidos hay 5.200.000. El reducido número de masones españoles se explica por la persecución a la que fue sometida la masonería en el pasado.

Durante el franquismo 16.000 personas fueron ejecutadas por el 'delito' de ser masones, un número terrible por partida doble si se tiene en cuenta que antes de la Guerra Civil no había más de 6.000 masones en el país. Como asociación, la masonería no fue legalizada hasta 1982.

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