Ex V:.M:.I:. B:.R:.L:.S:. “Justicia Bondad y Moralidad 157 No.6”.
Vall:. Trujillo, 27 de Noviembre del 2009. e.v.
La Francmasonería, al iniciarnos en sus misterios, ha querido hacer de nosotros hombres pensadores, elevándonos por sobre la masa de los seres que en nada piensan. No pensar, es consentir en ser dominado, conducido, dirigido y tratado comúnmente como una bestia de carga. Es por sus facultades intelectuales que el hombre se distingue del bruto. El pensamiento lo vuelve libre, y le da el imperio del mundo. Pensar es reinar.
Pero el Pensador ha sido siempre una excepción. En otro tiempo cuando el hombre tuvo ocasión de abandonarse al recogimiento, se perdió en el sueño; en nuestros días, cae en un exceso contrario; la lucha por la vida lo absorbe, hasta el punto que no le queda tiempo para meditar con calma y cultivar el Arte supremo del Pensar. Pues, este Arte, llamado el Arte Real, le corresponde a la Francmasonería el hacerlo revivir entre nosotros.
El pensador no es el hombre que sabe mucho. No debe tener la memoria sobrecargada de recuerdos embarazosos. Es un espíritu libre, que no tiene necesidad ni de catequizar ni de adoctrinar.
El pensador se forma por sí solo, es hijo de sus obras. La Francmasonería lo sabe, y evita inculcarle dogmas. Contrariamente a las Religiones, no pretende estar en posesión de la verdad. La Masonería no sólo se limita a ponerlo en guardia contra los errores (el error), sino que además se afana en que cada uno busque la Verdad, la Justicia y la Belleza.
La Francmasonería repudia la fraseología y las fórmulas, con las cuales los espíritus vulgares se enseñorean para engalanarse de todos los oropeles de un falso saber. Quiere obligar a sus adeptos a pensar y da, en consecuencia, su enseñanza bajo el velo de las alegorías y de los símbolos. Invita, asimismo, a reflexionar a fin de que se apliquen a comprender y a descubrir. Es decir quiere “hombres libres y de buenas costumbres”.
La francmasonería elige a sus adeptos, los disciplina y organiza y contribuye a que en su individualidad, desaparezcan total o parcialmente los defectos o desvalores y estén siempre presentes y obren de un modo efectivo los valores relacionados con la familia, la comunidad, la patria y la humanidad.
El grado de aprendiz, que recibe el profano con todas sus debilidades, fallas y ansias desmesuradas de ser algo o alguien, y con todo sus miedos, prejuicios, tabúes y predominio del yo y su consiguiente irracionalidad, y que ha de efectuar la ciclópea tarea de limpiarlo de esas taras y de esos inconvenientes que se presentan a su exaltación, necesariamente ha de ser considerado con el correspondiente respeto y el afán consiguiente de permutar en él lo negativo en positivo.
Por lo tanto deberá huir del error, del prejuicio, del dogma, del fanatismo y empeñarse en el logro del imperio de la verdad, de la tolerancia, de la libertad y de la legítima y útil igualdad. Desde el comienzo su trabajo ineludible, una vez purificado por los tres simbólicos elementos, es pulir su piedra tosca, lograr la rectitud moral e intelectual y empeñarse porque su espíritu se desembarace de todo lo que le impide alcanzar la luz de oriente.
Durante al primera etapa de la instrucción masónica el aprendiz, mediante dos vías, la autoeducación (ceremonia de iniciación, asistencia a tenidas, estudio profundo de la masonería) o recibiendo las lecciones de sus hermanos mayores durante la exposición de los trazados o trabajos masónicos, va formando paulatinamente su carácter, este aprendizaje seguro y gradual va creando convicciones propias que lo conducirán por el camino de la verdad en la compleja tarea del perfeccionamiento humano.
La Masonería no pretende absolutamente estar en posición de la verdad, cada masón esta llamado a construir por si mismo el edificio de sus convicciones. Con este propósito se ha iniciado en la práctica del arte del pensamiento. Este arte se ejercita con materiales que es preciso desbastar. En otros términos se trata de eliminar los errores que desfiguran la verdad, la verdad esta en todas partes pero oculta.
El verdadero amigo de la verdad no sabría ser un espíritu limitado, sistemáticamente encerrado en el estrecho círculo de su horizonte mental. Debe ser una inteligencia ampliamente abierta a todas las ideas susceptible de provocar una modificación en las convicciones presentes.
Al defender nuestras convicciones ante los HH:. y ante los profanos, debemos hacerlo con cordura, amabilidad, delicadeza, sin humillar ni menospreciar a nadie, porque todo somos iguales, teniendo en cuenta que debe primar lo colectivo antes que lo individual.
“Para conocer la sabiduría y la instrucción, para comprender los discursos inteligentes, para recibir una instrucción iluminada, justicia, equidad y rectitud; para los jóvenes la ciencia y la reflexión: que escuche el sabio y acrecerá su saber y el inteligente adquirirá habilidad”. SALOMON (Proverbios)