LA «MASONOLOGÍA», DISCIPLINA QUE ESTUDIA EL FENÓMENO MASÓNICO EN SUS DIMENSIONES HISTÓRICA, FILOSÓFICA, LITERARIA Y SOCIOLÓGICA, ENTRE OTROS ASPECTOS, HA LLEGADO A CONVERTIRSE PARA MUCHOS MIEMBROS DE LA ORDEN EN UNA AUTÉNTICA PESADILLA QUE DESVELA FALSAS LEYENDAS Y DERRIBA ALGUNAS “VERDADES INCUESTIONABLES” HASTA NO HACE TANTO TIEMPO.
H:. JOAQUIM VILLALTA
M.·. M.·. del Grande Oriente Ibérico
Miembro del Círculo de Estudios del Rito Francés «Roëttiers de Montaleau»
Es esta actitud rigurosa y crítica en el método de investigación histórico en la Francmasonería, la que ha llegado a hacer tambalear los pies de barro que sustentaban algunas visiones estructurales que se tomaban como ciertas, cual acto de fe, lo que ha llevado a muchos estudiosos y a su obra a etiquetarlos de antimasónicos, a pesar de ser muchos de ellos —los más conocidos— francmasones convencidos y comprometidos.
Alec Mellor, refiriéndose a la masonología en su Dictionnaire de la Franc-Maconnerie et les Fran-Maçons:
Semejante ciencia se concibe tomando a la Francmasonería como objeto de estudio pero sustituyendo los titubeos del empirismo, las fuerzas desordenadas —cuando no desvergonzadas— del sentimiento, la declaración de principios de filosofías individuales y con mucho más razón de la locuacidad excesiva de las falsas iniciaciones, por los métodos científicos.
La original falta de distinción entre el hecho histórico y lo legendario plasmada en los primeros documentos masónicos ha permanecido vigente para muchos “hijos de la viuda” a pesar del paso de los siglos, aunque lo realmente sorprendente, es la resistencia, el rechazo y la reacción de sectores que se dicen en “busca de la verdad” pero atrincherados en la obscuridad de lo intangible e irracional. Gran parte de esta “culpa” la tuvo sin duda el propio Anderson al intentar “legitimar” la nueva estructura obediencial en las Constituciones de 1723 con una Historia de la Francmasonería que se remonta desde Adán hasta dicha fecha de principios del siglo XVIII.
La Francmasonería, nuestra francmasonería, es una Orden iniciática tradicional y simbólica que tan solo es una heredera indirecta de aquellos constructores de catedrales. La Francmasonería contemporánea nace a finales del siglo XVII y principios del XVIII alrededor de la Royal Society en un país que salió de horribles guerras de religiones entre católicos y anglicanos. Estos hombres de ciencias e ilustrados que no quieren renunciar a sus aspiraciones espirituales, se inspiran en los ritos y símbolos de estos constructores de catedrales de quienes no son herederos directos, creando una francmasonería especulativa moderna fundamentada en unos mitos importados a tal efecto.
Cada día me resulta más claro cuánto nos hemos alejado de lo que en realidad fue el auténtico fons et origo de la francmasonería.
Sea como fuere lo que se me aparece como incuestionable es como el soporte vehicular era y debe ser simple, sencillo. Un uso simbólico-alegórico claro que finalmente debe mostrar un mensaje cercano y simple. Un contenido que haga estimular en el hombre sus potencialidades, apreciar su libertad así como el uso de la misma, encontrar esa felicidad en la búsqueda autocrítica a las respuestas perennes compartidas con un sentido de pertenencia e interacción universal y despertar su responsabilidad hacia un conjunto —la humanidad— liberada de todo tipo de imposición irracional, dogmática, tiránica.
Hablando de “nuestra masonería” (de la que en realidad somos descendientes) por eso nació cuando nació y por eso bebió de las fuentes que bebió, admiramos esta gran forma para unir lo disperso y liberarse del yugo discriminatorio, dando entrada a todo ser humano, al margen de su religión. Ese espíritu universal y ecuménico fue el detonante de la idea de Désaguliers y su entorno, un sentido amplio que puede dar cabida a todo ser humano con unos principios ético-morales fundamentales, haciendo que se mantenga al abrigo de las fuerzas de tensión generadas por la diversidad religiosa, siempre fuente de confrontaciones, así como de los disensos de tipo político fuera de la Logia. Al respecto, resulta curioso comprobar cómo esa contención en la opinión política y religiosa, queda regulada en los deberes del Francmasón en el apartado dedicado a la conducta cuando la Logia está cerrada estando aún reunidos los Hermanos, lo cual no explicita la imposibilidad de tratar de estos temas en Logia abierta siguiendo el Orden ritualmente establecido y coherente con los compromisos adquiridos como miembros de la Orden en cuanto a tolerancia, respeto y amor. Revisando los primeros textos del XVIII, disfrutamos de esas ceremonias simples, sobrias, con mensajes claros... alegóricos, pero muy claros. Unas propuestas sobre moral y virtud que por su simplicidad aparente, precisamente por ello, resultan tan complicadas de llevar a la práctica. Todo un reto. Volviendo al trillado “problema/método simbólico”, la lectura es fácil si la mente ha sido adecuadamente abierta. La respuesta está delante y es siempre simple y sencilla. Clara como el agua de un arroyo. Lo demás puede llegar a ser una estafa. Y hay todo un “negocio”, una lucha de poder detrás de ella. No hay más secreto masónico que aquel que cada uno vive y experimenta mediante la práctica vital de estas “simples” premisas. No hay más.
No hay magias, no hay teúrgias, levitaciones, fantasías que han sido caldo de cultivo para originar la mayor perversión de esos “sencillos” principios necesarios en una humanidad compuesta por seres pasionales e imperfectos. La masonería es un “artefacto” que puede llegar a ser peligroso en manos de algunos. Mal entendida, puede hacer surgir sus más despreciables aspectos vanidosos, airados, competitivos, jerárquicos, dictatoriales... y engañosos. Los denominados “altos grados” han sido en parte responsables de dar alimento a “todos los alegóricos asesinos de Hiram” tristemente para algunos. Para otros ha sido un positivo desarrollo paralelo. Pero en todo caso, han contribuido muy mucho a ampliar la confusión genética real de nuestra Orden, introduciendo “películas” complejas e inverosímiles que llegan a tornar ininteligible lo simple y a deformar conscientemente lo auténtico, tornándolo falsedad. Muchos se han enzarzado en batallas estériles sobre la forma, sobre tener la razón, sin ir al fondo. Quienes pretenden ostentar el secreto de su abuso y el beneficio de éste, no recuerdan aquello de sic transit gloria mundi. Buscan reconocimientos efímeros y vacíos que en ocasiones denota una falta de solidez e inseguridad en sus principales valores, ya no intelectuales, sino una enorme ceguera de las enormes aristas personales aún por ser trabajadas en sus fases más elementales además de una irracional resistencia de aceptar las evidencias incuestionables que como arriba apuntábamos, la masonología nos aporta con métodos cada día más afinados. ¿Es menos digno reconocer la verdadera historia del nacimiento de nuestra Orden? ¿Nos hace esto menos masones o sentirnos acreedores de una condición ilegítima? ¿Nos decepciona bajar de pedestales que nunca existieron? Al contrario. Nuestro deber y responsabilidad como francmasones es rectificar y enderezar aquello que se desvió de la perpendicular. En esa búsqueda de la verdad y en la defensa de la misma, se potencian aún más esos valores que se nos presuponen forman parte de nuestra cualidad.
Mantener posturas inmovilistas nos acercaría a adoptar actitudes similares a las de aquellos que tantas y tantas veces han querido aplastar nuestra libertad de pensamiento mediante dogmas y verdades inconcusas de todo tipo. Devendríamos el polo opuesto de aquello que soñábamos alcanzar en nuestra construcción individual. Cuando algunos masones cuestionan, por ejemplo, la calidad de otros en base de una creencia confesional, debieran a su vez preguntarse: ¿de quién son descendientes?, ¿de qué línea de sucesión “regular” proceden?, ¿hay varias líneas?, ¿apuestan por la teoría de la transición de masonería operativa a especulativa y un real enlace entre ambos tipos?, ¿detentaba esta masonería operativa misterios heredados desde tiempo inmemorial?, ¿todas las masonerías operativas eran idénticas en las Islas Británicas? La francmasonería tal y como hoy la entendemos procede de la Gran Logia de Londres y de todo el entorno que dio lugar a su génesis pese a quien le pese. Sin duda alguna la masonería inglesa que elaboró los Antiguos Deberes desde 1390 fue una corporación profesional cristiana de tipo religioso. Primero católica hasta devenir anglicana en 1534. El contenido esencialmente bíblico de esta masonería operativa así lo atestigua. No obstante, con el paso de los siglos la masonería sufrió diversas metamorfosis que, diversificando su identidad primitiva, terminaron por hacer de esta antigua corporación profesional cristiana una expresión moderna de la tradición del eclecticismo. Hacia 1637 la masonería escocesa, de confesión calvinista, elaboró el rito del Mason Word que contribuyó a transformar la antigua masonería operativa en masonería especulativa. En 1723 Désaguliers y Anderson presentan como base moral de la Orden la religión natural que deviene en ese entorno especulativo, puerta consecuente al pensamiento filosófico abierto y diversas formas de deísmo e incluso ateísmo teórico, y por supuesto del librepensamiento en las logias. La penetración sucesiva de estos diversos puntos de vista en masonería, además de explicar la génesis del eclecticismo, debe invitarnos a reflexionar sobre las consecuencias y la coexistencia pacífica de dichos diversos puntos de vista en el seno de la misma Orden masónica. El rito calvinista del Mot de Maçon, creado hacia 1628/1637 por los masones escoceses de Kilwinning para reemplazar el rito de los Antiguos deberes operativos de la edad media y del Renacimiento, fue anglicanizado y catolizado antes de ser transmutado por la Gran Logia de Londres de 1717 en rito filosófico universal. Y aquí radica la auténtica grandeza de este principio ecuménico que, como en pocas formas rituales, el Rito Francés ha sido fiel a pesar del paso del tiempo y de la historia.
Como acertadamente apunta el Hermano Patrick Négrier: ... la forma original del rito Word en tres grados (aprendiz, compañero y maestro) practicado hoy en el mundo por la casi totalidad de las logias masónicas, permitió a la Francmasonería acceder a un ecumenismo conciliador y tolerante, elevando la interpretación de la Escritura al nivel filosófico de donde proceden los principios éticos.
En el marco contextual de 1723, las Constituciones de Anderson y Désaguliers presentaron la religión natural como la base moral de la Orden masónica. Pero esta introducción de la religión natural en las logias trajo seguidamente la visión filosófica haciendo de este modo posible conciliar diversas formas de deísmo, así como un ateísmo teórico y de libre pensamiento en las logias. Y en su expresión natural, la francmasonería, consecuente y heredera de este planteamiento ilustrado, tiende y debe tender a esa universalidad no exclusiva, no restringida a criterios de orden interno particular, religiosos, formales o discriminatorios, desde el respeto y la tolerancia, uniendo desde la diversidad donde el nexo común es la práctica y desarrollo de la virtud. Hacer prevalecer el bien sobre el mal.
El cristianismo de tipo confesional y religioso se retoma en Francia en 1735 cuando traduciendo los Deberes de un Francmasón inseridos por Désaguliers en las Constituciones de 1723 el abad Moret, gran secretario de la Gran Logia en Francia, cristianizó el texto de Désaguliers, cuya versión fechada en 1737 sirvió de constitución a las primeras logias de Suecia convertidas posteriormente en Logias confesionales. Este acto en dicho contexto geográfico obedecía sin duda alguna a la realidad histórico-social que tenía los días contados.
No puede por lo tanto mostrar contradicción ninguna cuando el rito de los Modernos retoma durante la Ilustración continental que desemboca en el Régulateur du Maçon su forma base propuesta por Désaguliers, a través de exigir el simple deber la práctica espontánea de la ley moral universal inscrita en el corazón de todo ser humano y en toda época. Esta actitud personal no incluye, sin excluirla tampoco, la institución de comunidades como las Iglesias. Pero la comunidad no deviene un grupo social instituido por las iglesias, sino por comunidades naturales ya sea, la familia, los amigos, el Estado no confesional (laico) y a partir de ahí toda la humanidad. El Estado laico (no confesional) no está privado de valores éticos o espirituales. Este estado laico liberal es inevitablemente consecuencia del pluralismo confesional, lugar de mestizaje cultural y en particular de valores religiosos. La humanidad constituye una comunidad, una unidad que no puede existir sin el respeto práctico de la ética, del amor al prójimo, haciendo a los demás lo que quisieras que ellos hicieran por ti. Para algunos amantes “curadores” de una determinada forma exclusiva de “regularidad”, en particular a los que se creen herederos legítimos y únicos de la única “línea buena” donde las Constituciones de Anderson da el pistoletazo de salida, a pesar de que algunos se empeñen en remontarse a la masonería de los Egipcios e incluso Incas, Mayas, Aztecas o Atlantes, propongo la siguiente reflexión/afirmación del ya referenciado Q.·. H.·. Patrick Négrier: El criterio jurídico de admisión a la recepción ritual en Logia (hoy llamada "iniciación") que está definido por los "Deberes de un francmasón" de las Constituciones de 1723, y éstas que definen este criterio jurídico de admisión a la recepción en Logia como siendo la práctica de la ley moral universal (religión natural), práctica que no es una confesión ni una creencia, la Gran Logia Unida de Inglaterra y las Grandes Logias americanas que ponen una creencia cualquiera y teórica (en lugar de la práctica de la ley moral universal) como condición de acceso a la recepción en Logia son irregulares desde el punto de vista de la parte jurídica y por lo tanto normativa de las Constituciones de 1723. Espero que este artículo de opinión y reflexión personal, no sea apreciado como antimasónico. Les aseguro que no es así, sino todo lo contrario.