Por Frank Cobo-Toranzo 33° G:.C:.S:.G:. (*)
El valor de la Palabra que buscamos, que se realiza por medio de su perfecta pronunciación, se nos hará manifiesto cuando sepamos que, según reza la tradición hebrea, en ella se encierran y por su medio se conocen todas las ciencias divinas y humanas. Lo cual sólo puede explicarse por verse en ella justamente el ápice o vértice de la tetrágona Pirámide de la Sabiduría.
Es sabido que se veneraba a tal punto esa Palabra o Nombre secreto y sagrado de la Divinidad, que estaba prohibido pronunciarla, aparte del hecho de que su verdadera pronunciación era desconocida. Y de la misma manera que se la sustituía corrientemente con Adonai, o sea Mi Señor, también se sustituyó su pronunciación verdadera por media vocalización convencional modelada sobre dicho sustituto. Dado que en la lengua hebrea, al igual que en los demás idiomas semíticos, todas las letras se consideraban como consonantes y las vocales no se escribían: sólo en época posterior se trató de indicarlas por medio de signos suplementarios, de preferencia sobrepuestos a las letras respectivas.
También se dice que el Sumo Sacerdote pronunciaba correctamente la Palabra una vez cada año, pero lo hacía en medio de un ruido tal que sólo los que ya la conocían podían darse cuenta de ello. Similares tradiciones, de la misma manera, relatan que quien comunique la Palabra de Poder a otro oído tiene que morir, por lo cual sólo acostumbraba comunicarla en punto de muerte el Iniciador al que consideraba digno de sucederle, asumiendo a la vez la responsabilidad de ese precioso depósito.
Lo cual nos da una idea de la importancia de tan perfecta pronunciación, así como de la necesidad de que siga permaneciendo secreta y sagrada: secreta, precisamente, en virtud de su carácter sagrado- dado que representa la Suprema Verdad- y sagrada en razón de su secreta veneración. Lo cual, sin embargo, no puede impedirnos de seguir analizándola en los elementos constituyentes que proceden de la división comprensiva de esa Inefable Totalidad.
Por supuesto, a la Inspiración Creadora de la Naturaleza corresponde la Espiración Divina que la induce y produce, de la que, en último análisis, procede. Y, de la misma manera, a la Inspiración Divina corresponde la Espiración o Disolución de todo lo que existe. Como se ve, tienen razón las tradiciones que relacionan la Palabra con la Muerte y la Vida, que de igual manera proceden de ella, y cómo resulta peligroso considerar con demasiada ligereza este Misterio del Eterno Devenir.
Esta comprensión, que se identifica con la respiración consciente, nos hace ver y sentir en cada nuestra “inspiración”, el Aliento Divino que literalmente SOPLA en nuestra nariz la Vida que nos sostiene; y, de la misma manera, en cada “espiración”, nuestra última tensión y abandono hacia El. Dado que a la Espiración Divina corresponde la inspiración humana, y de la misma manera, a la espiración humana la Inspiración Divina. La perfecta coordinación alternada de ambas es la vida misma: el Ritmo estimulante, conservador y renovador de nuestra existencia.
Fuente: Masoneria en Masonería
El valor de la Palabra que buscamos, que se realiza por medio de su perfecta pronunciación, se nos hará manifiesto cuando sepamos que, según reza la tradición hebrea, en ella se encierran y por su medio se conocen todas las ciencias divinas y humanas. Lo cual sólo puede explicarse por verse en ella justamente el ápice o vértice de la tetrágona Pirámide de la Sabiduría.
Es sabido que se veneraba a tal punto esa Palabra o Nombre secreto y sagrado de la Divinidad, que estaba prohibido pronunciarla, aparte del hecho de que su verdadera pronunciación era desconocida. Y de la misma manera que se la sustituía corrientemente con Adonai, o sea Mi Señor, también se sustituyó su pronunciación verdadera por media vocalización convencional modelada sobre dicho sustituto. Dado que en la lengua hebrea, al igual que en los demás idiomas semíticos, todas las letras se consideraban como consonantes y las vocales no se escribían: sólo en época posterior se trató de indicarlas por medio de signos suplementarios, de preferencia sobrepuestos a las letras respectivas.
También se dice que el Sumo Sacerdote pronunciaba correctamente la Palabra una vez cada año, pero lo hacía en medio de un ruido tal que sólo los que ya la conocían podían darse cuenta de ello. Similares tradiciones, de la misma manera, relatan que quien comunique la Palabra de Poder a otro oído tiene que morir, por lo cual sólo acostumbraba comunicarla en punto de muerte el Iniciador al que consideraba digno de sucederle, asumiendo a la vez la responsabilidad de ese precioso depósito.
Lo cual nos da una idea de la importancia de tan perfecta pronunciación, así como de la necesidad de que siga permaneciendo secreta y sagrada: secreta, precisamente, en virtud de su carácter sagrado- dado que representa la Suprema Verdad- y sagrada en razón de su secreta veneración. Lo cual, sin embargo, no puede impedirnos de seguir analizándola en los elementos constituyentes que proceden de la división comprensiva de esa Inefable Totalidad.
Por supuesto, a la Inspiración Creadora de la Naturaleza corresponde la Espiración Divina que la induce y produce, de la que, en último análisis, procede. Y, de la misma manera, a la Inspiración Divina corresponde la Espiración o Disolución de todo lo que existe. Como se ve, tienen razón las tradiciones que relacionan la Palabra con la Muerte y la Vida, que de igual manera proceden de ella, y cómo resulta peligroso considerar con demasiada ligereza este Misterio del Eterno Devenir.
Esta comprensión, que se identifica con la respiración consciente, nos hace ver y sentir en cada nuestra “inspiración”, el Aliento Divino que literalmente SOPLA en nuestra nariz la Vida que nos sostiene; y, de la misma manera, en cada “espiración”, nuestra última tensión y abandono hacia El. Dado que a la Espiración Divina corresponde la inspiración humana, y de la misma manera, a la espiración humana la Inspiración Divina. La perfecta coordinación alternada de ambas es la vida misma: el Ritmo estimulante, conservador y renovador de nuestra existencia.
Fuente: Masoneria en Masonería
(*) Tomado de “El Comendador” Órgano Oficial del Supremo Consejo del Gr:. 33 de Lenguas Española para el Sur de Estados Unidos. . Pag. 05. Sept- Oct- de 2009.