En estos momentos nuestros enemigos llenos de ignorancia, fanatismo y ambición están desatando una feroz campaña de mala fe contra la masonería que defendemos desde esta orilla, por ello me voy a permitir, y creo que es preciso hacer una confrontación de los factores.
Si todos los sectores de hermandad y especialmente en el Perú tuviesen cierta base rudimentaria de cultura masónica esta contradicción seria casi inútil. Pero no sucede por desgracia así. Gran parte de este sector no han aprendido a organizar su mente institucional, y lo peor de todo no han aprendido a discernir con claridad los fundamentos en que asentar una sola opinión masónica real.
Y ni puede ser de otra manera. 200 años de ignorancia, fanatismo y ambición en la francmasonería peruana han mantenido paralizado el cerebro masónico que solo se ha movido por bruscos y vagos raptos emotivos, sin bases racionales o doctrinarios de ningún género.
La Masonería es una orden iniciática, tradicional y basada en una hermandad justa y solidaria. Que constituye una unión de los hombres buenos y verdaderos hombres libres, de todos los orígenes, todas las nacionalidades y todas las convicciones. Pero hoy en el siglo XXI también lo constituyen el eslabón femenino (femme) porque iguales virtudes y defectos los tienen ellas y los tenemos los hombres. Y si el objetivo fundamental, histórico y ancestral de la masonería es la mejora de la humanidad, esta orden iniciática no puede negarle ese derecho a las mujeres o acaso las mujeres no son parte de la humanidad.
Para lograr entonces estos objetivos, los masones debemos trabajar constantemente en mejorar su condición humana, así como en lo espiritual y lo intelectual.
Aprendamos entonces hermanos a respetar a los demás su pensamiento y apoyemos todo tipo de libertad de expresión, claro está, en la medida que éste no vulnere la integridad moral, religiosa o psicológica de otra personas o individuo de nuestra sociedad.
Busquemos la conciliación de las oposiciones y logremos unir a todos los hombres y mujeres de nuestros pueblos - naciones en la práctica de una moral universal y en el respeto de la personalidad de cada uno.
Nuestra formación francmasónica nos hace ver el trabajo (Arte) como un deber y un derecho. Por eso, los masones del Perú y del mundo respetamos los poderes civiles y no estamos preocupados de conspirar contra la paz y el bienestar de la nación en que residimos. Muchos nos consideran iluminados y también ciudadanos disciplinados, por el modelo de vida que llevamos, así como observan de formas varias las exigencias de nuestra conciencia en pro de un mundo mejor. Por eso, cada masón es libre para ocultar o no su calidad de masón, pero no debe divulgar la participación de otros hermanos como miembros de la hermandad.
Es cierto que nuestro éxito ante el mundo durante casi 300 años de historia oficial se debe mucho por el respeto de las normas tradicionales, usos y costumbres de la Orden. La logia, hermanos y hermanas, es el centro del todo y a la vez es la nada misma. Ese lugar es donde nos reunimos y trabajamos nuestra alma y conciencia los masones. Por eso creo y creeré en que cada logia es libre de ser gobernada de acuerdo a las decisiones adoptadas por la mayoría de los Maestros Masones reunidos en una Cámara del Medio, pero no puede hacer a un lado los principios generales de la masonería, ni los reglamentos de la obediencia a la que pertenece.
La Gran Logia Constitucional del Perú ejerce la distribución de los Grados de la masonería simbólica liberal y adogmática: Aprendiz, Compañero, Maestro Masón. Tienen el respeto de la soberanía y la independencia de las demás jurisdicciones masónicas y se abstiene de interferir en sus asuntos internos. Mantiene entre sí las relaciones necesarias para la cohesión del orden universal. Firmamos libremente Tratados y Alianzas Fraternales entre sí, pero no determina ello que ninguna autoridad masónica nacional o internacional sea superior a nosotros. Por ello, podemos decidir soberanamente nuestras normas y asegurarnos del buen funcionamiento de nuestra administración, la justicia y la disciplina interna.
Así es como el carácter universal de la Orden Masónica se mantiene dentro del respeto de la personalidad de cada organismo masónico nacional, dentro de la autonomía de cada templo masónico y de la libertad individual de cada hermano para que entre todos los masones perciba el amor, la armonía y la concordia que le permita vencer la ignorancia, el fanatismo y la ambición.
Si todos los sectores de hermandad y especialmente en el Perú tuviesen cierta base rudimentaria de cultura masónica esta contradicción seria casi inútil. Pero no sucede por desgracia así. Gran parte de este sector no han aprendido a organizar su mente institucional, y lo peor de todo no han aprendido a discernir con claridad los fundamentos en que asentar una sola opinión masónica real.
Y ni puede ser de otra manera. 200 años de ignorancia, fanatismo y ambición en la francmasonería peruana han mantenido paralizado el cerebro masónico que solo se ha movido por bruscos y vagos raptos emotivos, sin bases racionales o doctrinarios de ningún género.
La Masonería es una orden iniciática, tradicional y basada en una hermandad justa y solidaria. Que constituye una unión de los hombres buenos y verdaderos hombres libres, de todos los orígenes, todas las nacionalidades y todas las convicciones. Pero hoy en el siglo XXI también lo constituyen el eslabón femenino (femme) porque iguales virtudes y defectos los tienen ellas y los tenemos los hombres. Y si el objetivo fundamental, histórico y ancestral de la masonería es la mejora de la humanidad, esta orden iniciática no puede negarle ese derecho a las mujeres o acaso las mujeres no son parte de la humanidad.
Para lograr entonces estos objetivos, los masones debemos trabajar constantemente en mejorar su condición humana, así como en lo espiritual y lo intelectual.
Aprendamos entonces hermanos a respetar a los demás su pensamiento y apoyemos todo tipo de libertad de expresión, claro está, en la medida que éste no vulnere la integridad moral, religiosa o psicológica de otra personas o individuo de nuestra sociedad.
Busquemos la conciliación de las oposiciones y logremos unir a todos los hombres y mujeres de nuestros pueblos - naciones en la práctica de una moral universal y en el respeto de la personalidad de cada uno.
Nuestra formación francmasónica nos hace ver el trabajo (Arte) como un deber y un derecho. Por eso, los masones del Perú y del mundo respetamos los poderes civiles y no estamos preocupados de conspirar contra la paz y el bienestar de la nación en que residimos. Muchos nos consideran iluminados y también ciudadanos disciplinados, por el modelo de vida que llevamos, así como observan de formas varias las exigencias de nuestra conciencia en pro de un mundo mejor. Por eso, cada masón es libre para ocultar o no su calidad de masón, pero no debe divulgar la participación de otros hermanos como miembros de la hermandad.
Es cierto que nuestro éxito ante el mundo durante casi 300 años de historia oficial se debe mucho por el respeto de las normas tradicionales, usos y costumbres de la Orden. La logia, hermanos y hermanas, es el centro del todo y a la vez es la nada misma. Ese lugar es donde nos reunimos y trabajamos nuestra alma y conciencia los masones. Por eso creo y creeré en que cada logia es libre de ser gobernada de acuerdo a las decisiones adoptadas por la mayoría de los Maestros Masones reunidos en una Cámara del Medio, pero no puede hacer a un lado los principios generales de la masonería, ni los reglamentos de la obediencia a la que pertenece.
La Gran Logia Constitucional del Perú ejerce la distribución de los Grados de la masonería simbólica liberal y adogmática: Aprendiz, Compañero, Maestro Masón. Tienen el respeto de la soberanía y la independencia de las demás jurisdicciones masónicas y se abstiene de interferir en sus asuntos internos. Mantiene entre sí las relaciones necesarias para la cohesión del orden universal. Firmamos libremente Tratados y Alianzas Fraternales entre sí, pero no determina ello que ninguna autoridad masónica nacional o internacional sea superior a nosotros. Por ello, podemos decidir soberanamente nuestras normas y asegurarnos del buen funcionamiento de nuestra administración, la justicia y la disciplina interna.
Así es como el carácter universal de la Orden Masónica se mantiene dentro del respeto de la personalidad de cada organismo masónico nacional, dentro de la autonomía de cada templo masónico y de la libertad individual de cada hermano para que entre todos los masones perciba el amor, la armonía y la concordia que le permita vencer la ignorancia, el fanatismo y la ambición.