de Edmundo Alosilla
Lima Peru
SOLSTICIO (1)
En el principio fue el Caos. Todas las cosas, todos los mundos ya existían, pero sólo estaban en la mente de Cronos, El Tiempo, del tiempo que aún no era. En la negrura del Caos existían todas las posibilidades, de todos los mundos, pero estaban dispersos en la mente de Cronos.
Cronos creó el tiempo y el tiempo hizo posible que las cosas pudieran suceder en su DUALIDAD. La luz y la oscuridad, el frío y el calor, dolor y placer, vida y muerte... sonrisa y llanto. También creó las dualidades, los opuestos que mueven al mundo y le dan forma. Cronos casó con Gea, La Tierra y tuvieron doce hijos. Los Titanes. Un día o una noche, no lo sé. los Titanes se revelaron contra los otros Dioses del Olimpo, supongo que como en todas las revueltas, los motivos fueron los de siempre... la envidia, el afán de poder, el quítate tu para ponerme yo y esas cosas. Sea por lo que fuese el Universo creado se vio envuelto en una terrible guerra, aquella sí que debió de ser la madre de todas las guerras, no los balines de ahora. Los Titanes perdieron y cómo todo perdedor sufrieron el consiguiente castigo de los vencedores y fueron arrojados al Tártaro, el Infierno de los griegos. No tenemos tiempo, ni es motivo de esta plancha, pero es de los más interesante cada uno de los lugares que ocuparon los titanes desde entonces por haber desafiado a los Dioses. Podemos acordarnos de la cosmogonía bíblica, Luzbel y sus huestes contra Miguel y los suyos. Lo s Titanes en el Tártaro, Luzbel en los Infiernos.
Aquella guerra tuvo unas consecuencias terribles para la vida de la Tierra, esta había quedado yerma y fría, todo ser vivo había desaparecido, así que reunidos los dioses acordaron encargar a Epimoceto y a Prometeo la creación, al primero las plantas y los animales y al segundo la creación del hombre, cuando hubiese terminado Epimoceto. Este era un verdadero artista y creó inmensas selvas con toda clase de árboles, ríos profundo y silenciosos lagos, creó con esmero amebas y rinocerontes, águilas y lagartijas, tortugas y alces, creó la pluma y el huevo, el helecho y la magnolia, al gorgojo y la flor. Fue un trabajo bien hecho. Prometeo visto lo visto y con las pocas posibilidades de mejorarlo, se le ocurrió hacer al hombre a semejanza de los dioses, pequeños y grandes al mismo tiempo y con todas las potencias ocultas en su interior.
Nos cuenta la Mitología, que Prometeo no solo creó al hombre sino que los amó con especial afecto, vamos, que fue un padrazo.
Todo estaba de nuevo en orden, el Universo estaba otra vez en marcha, La Tierra era un lugar agradable donde vivir. Nada rompía la calma ni el sosiego. Paraíso lo llamo la Biblia.
Pero Prometeo como buen padrazo que era, sintió la necesidad de mejorar a los hombres, hacerlos definitivamente superiores al resto de la Creación. No eran capaces de remontar al águila en el vuelo, ni seguir la estela de los rápidos delfines en el mar, ni tener la carrera del caballo en tierra. Todas esas cualidades empequeñecían, según Prometeo, a sus amados hombres. Así que se propuso dotarlos con algún don que superase al resto de los seres vivos, algo que los demás seres no poseyesen. Y lo mejor que se le ocurrió fue darnos el fuego.
El fuego que era un don exclusivo de los dioses y que guardaban con celo en el Olimpo. El fuego era el Conocimiento que iluminaba las mentes y calentaba la fría ignorancia.
Una tarde o una noche, no sé. Prometeo robó el fuego a los dioses. Lo robó y se lo dio a aquellos seres pequeños llamados hombres. Los dioses se enfadaron. No podían consentir que aquellos humanos minúsculos pudieron acceder al Conocimiento. Era intocable. Prometeo como todos sabemos acabó encadenado en las montañas del Cáucaso por semejante osadía y no solo lo encadenaron, sino que un águila descendía cada día a devorarle el hígado, que volvía a regenerarse para ser de nuevo comido al día siguiente.
A los dioses no se les roba.
¿Y los hombres? ¿Cómo hacerles pagar la posesión de Conocimiento? ¿Cómo mitigar la posesión del fuego que le daba poder sobre la Naturaleza? Con él dominarían el Mundo, conocerían los secretos del bien y del mal y alzándose sobre la verticalidad querrían ser dioses. La Sabiduría podía ser peligrosa para la estabilidad del Olimpo. ¿Qué hacer?
Reunidos en consejo pensaron un justo precio para los humanos. Atenea, la de los ojos azules, dio con la solución. Propuso crear a la mujer, la condición femenina que tan bien conocía ella. La llamaron Pandora, que significa la bien dotada, pues poseía todos los dones. La inteligencia, belleza, don de seducción y la mejor conversación... y con su sonrisa, Atenea, la de los ojos azules, también la dotó con una irresistible curiosidad, clave de su maquinación.
Los dioses la vieron hermosa y dieron su aprobación para enviarla junto a los hombres, no sin antes darle un regalo para ellos, un hermoso regalo, que tenía una la única condición, que no se abriera por ningún motivo.
Imaginamos a los hombres seducidos por Pandora, la bien dotada, largas tardes oyéndola contar fabulosas historias, recitar poemas de mar y lluvia bajo los sauces, les enseñó el hermoso don del lenguaje, pulió sus gestos toscos y embelesados la veían transformar el viscoso barro en curvilíneos recipientes, enseñándoles el arte de la alfarería con infinita paciencia. Sí, Pandora, la bien dotada, les enseñó a reír y a escuchar. Era lo que faltaba en el Paraíso.
Pero Pandora, la femenina, una mañana o una tarde, no sé, observando el regalo de los dioses, sintió el cosquilleo de la curiosidad. ¿qué ocultaría la hermosa caja en su interior? ¿Qué era lo que no querían los dioses que viesen? Le pareció absurdo que poseyendo una caja, no se pudiera ver el interior. ¿Qué tesoros tendría y estarían ocultos para siempre?
Pandora propuso a los hombres abrirla, estos horrorizados, se negaron. No se debía desobedecer a los dioses. Pero Pandora no se quedó tranquila, su innata curiosidad la empujaba una y otra vez a volver a la idea de abrir la caja. ¿Qué guardaban los dioses en su interior?
Atenea, la de los ojos azules, sonreía. Pandora, la bien dotada, dudaba. Una mañana o una tarde, no se, La Bien Dotada buscó un lugar solitario y se dispuso a abrir la caja de los dioses.
¡Qué emoción! Imaginó Pandora. Arrodillada bajo la fresca sombra de un fresno, dispuesta a descubrir el secreto. Confieso que yo tampoco me hubiese resistido, la disculpo. Sí, la imagino arrodillada con ese hermoso y largo vestido azul, de estilo griego clásico, los brazos descubiertos, el sol haciendo claroscuros de luz y sombras en su rostro... observaría sobre sus hombros buscando miradas indiscretas... y se dispuso a abrirla. Al principio lo hizo muy despacio, aflojó el cierre con cuidado, oiría el clic, contendría unos segundos la respiración para dar tiempo a que su corazón desbocado se calmase un poco, luego, muy despacito alzaría la tapa solo un poco, una ranura como un dedo, trataría de ver su interior y nada vería y no aguantando más, la abriría de golpe.
Un fuerte viento salió de su interior agitando sus cabellos, sombras sin forma salieron ululando, se arremolinaron a su alrededor y salieron en todas las direcciones. Pandora, la bien dotada, con el rostro aterrado y el corazón latiéndole desbocado. cerró con brusquedad la tapa. Imagino a Pandora acurrucada sobre la caja llena de pavor, la protegería contra su pecho sin comprender muy bien que había ocurrido. Aterrada huiría con su caja, nada se adivinaba ya en su interior, deambularía de acá para allá, trataría de comprender lo sucedido, huiría de la compañía de los hombres, se refugiaría en la fría niebla, en la oscuridad de la cueva, apretando contra su pecho aquel tesoro ¿Qué hacer? ¿A dónde acudir? ¿Que decir?
Por vez primera sintió el desasosiego y la duda. Por primera vez tuvo miedo. Miedo al mañana, miedo al minuto siguiente. Acudió cabizbaja a los hombres, acudió a ellos con el sabor salado y desconocido de las lágrimas, a ellos que poseían el fuego de los dioses, ellos con su conocimiento le darían la respuesta. Les explicó lo sucedido. Los hombres aterrados comprendieron. Ya nada sería igual. Nada seria lo que fue. Pandora con su curiosidad había lanzado al mundo, la envidia, la enfermedad, la ira, la soberbia y la avaricia, el odio, la mentira y la guerra, el egoísmo y la Muerte. Ya nada sería igual y tuvieron por primera vez miedo de su existencia, miedo al futuro, miedo de sí mismos y de los demás. Y miedo a la oscuridad, esa oscuridad que venía cada tarde espesa y amenazadora.
La Muerte era oscura, oscuro se tornaba el Conocimiento, oscuros eran los dioses allá en su Olimpo. Sólo el fuego apartaba un poco las sombras, sólo el regalo de Prometeo ponía un poco de calor y luz en la colusión de la noche.
Pandora, la bien dotada, lloraba desconsolada con la caja de los dioses apretada contra su pecho, entre los estertores de su llanto, tuvo la sensación de que algo se movía en su interior, escuchó con atención y sintió agitarse con un leve roce la caja. Todos sabemos lo que había quedado en el fondo de la caja, allí acurrucada en una esquina estaba la esperanza, La Esperanza que Pandora guardó en su corazón y quedó a todos sus hijos. desde entonces el hombre podrá perderlo todo menos la esperanza, esa virtud que nos empuja a seguir adelante a pesar de los infortunios. Pandora, la bien dotada, guardó la esperanza para todos nosotros. En esto estamos. El solsticio de invierno.
Nuestros antepasados, aquellos seres hechos a semejanza de los dioses, poseedores de la luz y el fuego, pero medrosos ante la muerte, ante la oscuridad, ante los dioses poderosos, pero igualmente oscuros, comenzaron a caminar por la senda del conocimiento a trompicones. Todos los días miraban al cielo, a la Luna cambiante que coincidía con los menstruos de sus mujeres, al sol rubicundo que cambiaba el rostro de la tierra en renacimientos de primavera y en agostos calurosos... en las estrellas siempre inmutables...
Con aprensión, veían que le sol se ocultaba cada día un poco antes y que las noches se hacían un poco más largas y los árboles perdían sus hojas y la tierra se volvía yerma y los animales desparecían. El sol parecía agonizar. La oscuridad parecía ganar a la luz, la noche parecía que se hacía eterna...
La eterna Oscuridad parecía haberse adueñado del mundo.
¿A quién acudir?
¿A qué dioses suplicar?
¿A qué dioses suplicar?
El dios Sol cada día era más gélido. Sólo el regalo de Prometeo parecía mitigar tanta oscuridad y tanto frío. El regalo de Prometeo y la esperanza que guardó Pandora.
Esperanza y fuego. Fuego y esperanza, esa es la fiesta del solsticio, la fiesta de la LUZ
Se hicieron fuegos en aquella agonía solar, se pusieron luces para ahuyentar tanta oscuridad, se animaba al Sol a que no muriese, que renaciese, la esperanza animaba a los hombres a luchar contra la oscuridad y el oscurantismo... y así un día de Diciembre parecía que la oscuridad se detenía, que el fuego y las luces de Prometeo ayudaban al sol a revivir, que la oscuridad se detenía. Esto ocurría el veinte... las sobras luchaban contra la luz... la tensión era máxima. ¿Quién sería el ganador? La noche del veinticuatro no había ya dudas, la oscuridad retrocedía, el dios renacía poco a poco. Día de fiesta. El Niño Dios había nacido.
Fiesta grande, el Dios Luz renacía de nuevo. Nacía así un ritual mágico, donde el fuego conjuraba a las sombras, donde se repetía hasta la saciedad en todas las culturas.
El fuego se transformó en ente sagrado para conjurar a la oscuridad. Así, Prometeo roba el fuego a los dioses y en torno a él, los humanos vamos desarrollando nuestra cultura y es así como el Niño Dios nace en torno al 25 de diciembre y se llama, Hércules, Krhisna, Merkar, Osiris, Serapis, Dionisios, Baco, Mitra o Cristo.
Qué importan los miles nombres, es la misma historia narrada una y otra vez. Narrada casi de igual forma, teniendo como centro el fuego, la luz y el nacimiento del Niño Dios.
Mitos y leyendas se han tejido en torno al solsticio de invierno, que tendrá su culminación en la noche de San Juan en el solsticio de verano, otra fiesta solar y de fuego.
Y aquí estamos, en el año 2000 haciendo los mismo que hacían los primitivos habitantes de Atapuerca hace miles de años, los de Altamira, romanos y griegos o persas, pero las mismas fechas. Transformamos los nombres, pero no los hechos, cambiamos los escenarios pero no los actores, lo cambiaremos todo, pero no la esencia mágica del fuego.
Hoy el microondas y la vitrocerámica has sustituido al fuego en el hogar, las velas se han sustituido por bombillas y neones, pero seguimos celebrando el mismo hecho, que es, el triunfo de la luz y el retroceso de la oscuridad, La oscuridad de las ideas frente a la renovación del conocimiento.
Podemos meter todos los mitos y símbolos en la hormigonera de la historia, pero siempre nos saldrá la idea básica.
Hasta hace poco tiempo, en Nochebuena se guardaba el fuego del hogar para alumbrar la casa el resto del año, hoy una compañía eléctrica se ocupa de ello. Los tiempos cambian, pero el Conocimiento prevalece. Así, podemos dejar que el fuego arda tranquilo en la hoguera o emplearlo para arrasar el mundo, podemos alumbrar o quemar, el Conocimiento es dual, no existe magia blanca o negra, sólo magia, conocimiento, la forma en que lo usemos, marcará la diferencia. Hoy tenemos abombillados nuestros pueblos de luces de colores, se cantan villancicos sin ton ni son en los centros comerciales, gastamos en un derroche pirotécnico alocado besos y felicitaciones... ¿Pero que nos queda al hombre actual de los antiguos mitos? Creo que sólo el gesto bobalicón del mono imitador que nada sabe, ni nada quiere comprender.
¿Quién soy? Soy hijo de Pandora, curioso por saber, esperanzado porque algún día pueda dominar el fuego que Prometeo robó a los dioses, esperanzado de poder llegar al Conocimiento que me hará como ellos, desterrar la ignorancia que me tiene preso, hacer de la libertad de ideas mi religión y tratar de buscar la verdad aunque a veces me sea dolorosa. Ese soy yo, eso somos nosotros, hijos de Pandora, la bien dotada, curiosos, solitarios y esperanzados. ¿Quién es mi hermano? Mi hermano es un hombre igual que yo, con el mismo afán de andar el mismo camino solitario. Eso somos, hombres efímeros en busca de lo eterno. 25 de diciembre fun, fun, fun... canta el pueblo como un papagayo. Unidos a él cantemos también a coro... en el fondo, dentro de otros 2000 años, si es que aún estuviéramos aquí, repetiríamos el mismo gesto y las mismas formas, pero con otros muebles y con otros nombres.
SOLSTICIO (2)
Hace ya casi tres meses que vi en un establecimiento de carretera la nota en grandes letras, "Hay lotería de Navidad". La tarde de finales de Agosto reverberaba sobre el asfalto y la llanura, los días eran aun largos y calurosos, el verano estaba en su esplendor. Hay lotería de Navidad.
No podemos sustraernos al mundo en que vivimos, la sociedad que alimentamos y que nos alimenta, nos envuelve y nos reboza en lo cotidiano, en nuestros continuos afanes. Nadie es culpable de nada y todos lo somos de todo, con esto quiero decir que no quiero mantenerme al margen, ni quiero ni debo, es así que me siento culpable de los desastres de mi sociedad y orgulloso de sus logros.
Dicho esto y no renegando de nada, digo y sostengo que en una sociedad desacralizada la Navidad no existe. Cuando una sociedad ha perdido el ritmo de lo sagrado hablar de Navidad es como hablar de la venida de Helton Jon, Tom Cruis y Julio Iglesias. En una sociedad laica el absurdo de lo sagrado llega a extremos surrealistas. Navidad viene de natividad, osea, nacimiento, en este caso el nacimiento de un dios, bien sea cristiano, romano, griego, o vikingo. El solsticio es el nacimiento de la Luz, el niño dios. Luz sagrada, espiritual e interior, junto a la luz física y astronómica. Cuando ese ritmo se rompe sea por las causas que sean, llegamos al absurdo, a la superstición tecnológica, si me es permitida semejante expresión, para referirme a algo en lo que ya no creemos, pero que seguimos repitiendo como papanatas robotizados en busca de lo imposible.
Hace mes y medio vi los primeros preparativos de las guirnaldas navideñas en el Carrefur de turno, ya saben, lucecitas y toda la parafernalia de papas noeles y de felicitaciones sin sentido. Felicidades de que y por porqué. Pregunten, nadie lo sabe y a nadie le interesa. ¿Por qué tengo que hacer regalos a los seres queridos, a las amistades, a los clientes?. Nadie parece saberlo. Te dirán que porque es Navidad, y porque es Navidad llevamos la hipocresía al extremo de lo absurdo.
Ignoro lo que ocurre en otros puntos del globo es por ello que hablaré de mi sociedad, la que conozco.
Hablar de Navidad en el hemisferio sur es rizar el rizo del absurdo, es una aberración astronómica, lo siento por toda sudamérica, pero que un argentino celebre el 25 de Diciembre como la Navidad, como mi solsticio de invierno es una auténtica payasada cultural y metafísica, no voy a entrar en más detalles sobre el tema, solo diré que nosotros los europeos exportamos nuestra cultura y religión al resto del mundo, quedando amalgamada en una sopa que la mayoría de las veces resulta insulsa e incongruente. No es culpa de nadie, es así. Nuestra religión europea esta imbricada en tradiciones, en contextos culturales, mitológicos y astronómicos, que más allá del trópico de Cáncer pierden todo su significado y sentido. El cristianismo voraz impuso sus normas en latitudes donde perdía su contesto cultural y mítico. Pasada la euforia de la nueva religión esta devino en un pastiche efectista y bobalicón que después de tardar tres siglos en dar la vuelta al mundo, llega de nuevo a nosotros, incomprensible y verbenera, transformada la religión, las tradiciones, los mitos, y la astronomía de la vieja Europa en un monstruo policéfalo, en una Medusa informe, en un Leviatán consumista y comercial que ya nadie entiende ni razona.
Así que desaparecido el carácter religioso y el sentido de lo sagrado del tiempo de nuestras vidas, estas fechas se transforman en una payasada al sur del tópico de Cáncer y una incongruencia en mi vieja, cansada y amada Europa.
Llevamos dos meses viendo anuncios de juguetes en la tele, a los niños solo le interesan los tres mil millones de Papas Noeles que se colarán por las chimeneas que no tienen trayéndoles juguetes que no les hacen falta, es el primer síntoma de las Navidades que se avecinan, como una maldición de plaga bíblica, llena de colorines, lucecitas, y subida de precios, pero nadie sabe ya del porqué de las luces, los regalos a los niños, las velitas, los villancicos al dios que nace, las felicidades gozosas.
Los juguetes y la lotería han sido los primeros, luego vendrán los otros, esos anuncios pornográficos y soeces, esos que rayando la pornografía me hacen sentir culpable y me presentan niños llenos de mocos y famélicos, me muestran no el mundo que hemos creado, sino, el sacudirme el bolsillo a golpe de conciencia solidaria, haciendo del mal ajeno empresas repartidoras de caridad, cinco, diez mil ONGs mendigando un lavado de conciencia. No seré políticamente correcto, pero lo digo, no me gusta el regusto morboso comercial del asunto. Es Navidad sé solidario.
Podemos engañarnos, podemos aparentar solidaridad y buenas intenciones, podemos hacernos los felices y alegres, pero todos sabemos, todos, que ya no sabemos los porqués, porque hacemos la fiesta y porqué regalamos regalitos.
Queridos hermanos perdonarme por aguaros un poco la fiesta, y os pido disculpas por la comparación con nuestra organización, pero cuando se pierde el sentido de lo sagrado se pierde el Conocimiento y cuando se pierde el Conocimiento se hace teatro populista, democrático o aristócrata, donde todo vale, Nada. Y se convierte como en una asociación de hinchadores de globos, donde todos soplamos para ver quien lo hace más grande, pero todos sabemos que están llenos de aire.
Por supuesto que os deseo felicidad, es mi deseo que alcancéis el don de la serenidad, ese estado búdico del nirvana, que la diosa fortuna llame a vuestras puertas o baje por las chimeneas que ya no encendéis. Por supuesto que os deseo lo mejor en este solsticio que es la esencia de toda la vida que ha existido y de toda la vida que existirá en este planeta, ea tercero a partir del Sol. Sin el ritmo de los Solsticios la vida no sería tal como la conocemos, y a mi me gusta tal y como es. Yo, si celebrase algo sería eso, la vida, la esencia de nuestra especie, el fuego, donde se resumen todos los mitos todas las religiones de nuestra vieja y cansada Europa. El solsticio es la celebración de mi propia existencia, la celebración de toda la vida que me acompaña como individuo solitario, desde el virus o las amebas hasta el elegante vuelo del albatros raseando el mar, desde el humilde musgo, al altivo roble, las magnolias los sapos, mi vecina del 5º o Séneca, todos somos producto de esos ritmos sagrados solsticiales. El nacimiento a la Luz, a la nueva vida, el morir a la muerte y renacer a una nueva vida. Muerte y renacimiento, a nosotros los hijos de la viuda nos suena mucho todo esto. La muerte no tiene ningún misterio, el verdadero misterio es la vida, el renacer de cada agonía, la perpetuación, la luz, el ritmo del tiempo. Por eso celebramos nosotros de forma especial los solsticios, por eso somos del solsticio de san Juan, Hombre ya formado en el conocimiento, el que posee la Luz total.
Me alegro y me felicito por compartir este paréntesis de la Eternidad con vosotros, por compartir mi tiempo y mi vida, breve, a veces triste o gloriosa y milagrosa siempre. Vuestra vida es la mía, pues compartimos un tiempo y un espacio en la pétrea Eternidad y eso es gracias al ritmo de los solsticios, los antiguos la sabían y lo reflejaron en sus mitos y religiones, lo retomaron los cristianos y nuestra sociedad digital lo ha olvidado.