El que quiera saber lo que es la Masonería, no tiene más que acudir a una librería especializada y adquirir bibliografía adecuada. La Masonería no tiene ningún "secreto", entendido ello como ocultación poco ética ante la Sociedad en que se ubica. No existen en ella secretos de grupos de poder que pretendan dominar y manipular grupos políticos, estados o multinacionales.
No obstante, existe ciertamente un secreto masónico esotérico o filosófico, y un planteamiento de segundo término que permite mantener, aunque fácilmente violable por la investigación externa, un secreto de pertenencia. El secreto masónico por antonomasia es el primero. Incide en la configuración del núcleo y esencia de la Masonería. Desde ese núcleo fascinante para el francmasón, experimental, interno, intransmisible, pero sí participable con otros, nace toda la andadura masónica, su desarrollo, sus efectos, su configuración, su estructura, su actualización al momento histórico desde su inmutabilidad, su belleza, su incidencia social, su eficacia en suma. La Masonería, en cuanto a que es una colectividad humana, también incurre en errores, pero dicho con puridad, en su nombre se cometen errores. Tengamos la humildad de reconocerlo y la satisfacción de distinguir la bondad de su esencia y enseñanzas, de la comisión de desvarío, y la satisfacción a la vez, de ver que si hacemos cuentas, son más los que se le imputan con animosidad, que los que se cometen, y desde luego, en un inventario general, el activo de los aciertos supera miles de veces el pasivo de los errores. A que nos referimos, es la ceremonia iniciática a que se somete el adepto, su significado, que vamos a analizar y el juramento que se realiza en dicho acto. Y contemplamos el juramento como cuestión previa por ser precisamente, ante el observador profano, lo que puede inducir a creer que existe algo que ocultar, rodeado de tremendismo y expresado de forma rocambolesca. Sirva de ejemplo de esta apariencia, los términos del juramento que el ritual de la masonería española recogió desde la fundación del Gran Oriente de España, procedente del rito escocés antiguo y aceptado, recogido a su vez en otras Obediencias con origen y tradición de la primera, y que dice literalmente:
"Yo (nombre y apellidos), de mi libre y espontánea voluntad, en presencia del Gran Arquitecto del Universo y de esta respetable asamblea de masones, juro (o prometo por mi honor) solemnemente y con sinceridad, no revelar jamás ninguno de los misterios de la Francmasonería que me sean revelados, si no es a un legítimo y buen masón o en una Logia regularmente constituida. Prometo, asimismo, amar a mis hermanos, socorrerles y prestarles toda mi ayuda en sus necesidades y verter en su defensa y en la de la Orden, hasta la última gota de mi sangre. Obedeceré la Constitución de... (1) sus Estatutos y Reglamentos generales, leyes, decretos y disposiciones, como también el Reglamento particular de este respetable Taller que me recibe, y preferiré se me corte el cuello, antes de faltar a mis promesas".
La fórmula transcrita se sitúa en una expresión intermedia, en cuanto a tremendismo de lenguajes. El juramento inglés (de 1717), utilizaba maldiciones del siguiente tenor..."so pena de que me cercenen la garganta, me arranquen la lengua, y ser enterrado en la arena del mar, con el fin de que el flujo y reflujo de las olas, me conduzcan al olvido eterno". Por el contrario, más modernamente, en el rito de Emulación se dice ..."so pena de ser deshonrado como perjuro, de ser estigmatizado como un ser desprovisto de todo valor moral". Otro juramento más moderno, contempla incluso la posibilidad de excepción añadiendo, tras el compromiso del silencio "... a menos que haya recibido la autorización necesaria". No sorprende así, que el observador profano, interprete que tales sanciones conllevan un temible secreto que levante graves sospechas, que exija clarificación, reservas y cautelas frente a los que lo practican, o que se tome como bufonada de alucinados, por otros.
La realidad es que el juramento masónico, que conserva expresiones arcaizantes en razón de su lenguaje y cuyas razones de conservación y contenido significante tratamos en otro Cuaderno, se corresponde, o es un eslabón más de la ceremonia iniciática. Ni en épocas pasadas, en las que la tortura se practicaba institucionalmente, la Masonería como corporación, ha podido practicarla como sanción al hipotético delito masónico de sus adheridos. La tortura, el encarcelamiento, el juicio severo, ha sido siempre facultad del poder temporal, el monarca, el señor, la Cámara de representatividad popular con más o menos soberanía, la Inquisición, por cuanto a las facultades de poder temporal que tenía conferidas por quien legítimamente se lo podía conceder. Pero no las corporaciones que no ostentaban el poder, como ha sucedido siempre con la Masonería. No pudiendo, así, ejercitar las sanciones enunciadas, de una manera física, hay que excluir su realización o cumplimiento y buscar su causa y anunciamiento en otras razones. Si cortar la garganta o enterrar en la arena a un francmasón, porque revele algún hecho o suceso de la actividad masónica, ha sido en la historia, es y será un delito perseguible por la Justicia ordinaria, y por ende impracticable, ¿qué sentido tiene tal amenaza? Es claro que no se trata de una trasnochada y arcaica costumbre que se haya practicado en la historia de Masonería y se conserve la fórmula como esclerosis de su doctrina en el mundo moderno. La misma razón y causa tuvo hace siglos que tiene en la actualidad.
Y precisamente su sentido simbólico, que analizaremos a continuación, al no quererse reconocer como tal, es lo que ha dado lugar a persecuciones y repulsas, que se han pertrechado tras la facilidad de imputar tenebrosidad a un mero acto ideológico o creencial, auténticamente metafísico, con la etiqueta de sociedad secreta, que atacaba el orden establecido, tanto en lo material como en lo espiritual, y ésta ha sido durante más de dos siglos la justificación de la excomunión practicada por la Iglesia Católica, que atendió más a razones de poder temporal que espiritual, sin que dejen de ser censurables las hostiles e injustificables, pero sí explicables, reacciones anticlericales masónicas, así como la hostilidad, hasta en la actualidad moderna de los Estados totalitarios, y hasta hace pocos años en nuestro país, con el antiguo régimen, con esa patraña que se montó de que la confabulación judeo-masónico-marxista, tenía la culpa de todo lo malo que nos sucedía. La realidad es que de la Masonería salen en legiones hombres con características liberales humanistas, contrarios al oscurantismo, al dogmatismo, de actitudes socializantes, y defensores de los derechos humanos, como expresión de lo que se proclama en Masonería, enunciado como perfección moral, cualidades que no siempre son gratas al orden establecido.
Pero retomando el sentido simbólico de ese núcleo que tiene carácter mistérico iniciático y que se cubre y justifica con el llamado secreto masónico filosófico, podemos distinguir en él, como conjunto de ceremonias, tres fases, la de preparación del recipendiario en la cámara de reflexiones, el acto iniciático propiamente dicho, y el juramento masónico. Abundando sobre el sentido esotérico y simbólico que hemos apuntado sobre el juramento, hay que ver en él un vestigio de consolidación de las pruebas iniciáticas experimentadas, y su sentido de permanencia a otra dimensión de percepción, distinta de la vida y la muerte, conocidas al modo convencional, quizás de ahí las expresiones tremendistas sobre muerte con tortura, si se falta a ese juramento, es decir, a esa percepción, para resaltar con ello su alcance y transcendencia.
Situado el recipendiario en ese umbral, a él le corresponde, como en todo acto iniciático, percibir, emotiva, intuitivamente y psicológicamente, la aprehensión de conocimiento que se le depara. No podemos definir "que sea esa cosa", ni mucho menos imponer una conclusión de la experiencia, sería otra experiencia, y para el que quiera de alguna forma establecer unas categorías, unas escalas de valores, un agarradero gratificante para no incurrir en un nihilismo perturbador, le proponemos que elija entre todo el abanico de posibilidades que existe entre la conocida cita de Eleuter "Hay otros mundos, pero están en éste" hasta la consoladora creencia de "la resurrección de la carne" como principio ortodoxo del cristianismo, en ese enfrentamiento que el juramento masónico conlleva de enfrentamiento con la muerte. Del conjunto de ceremonias íniciáticas a que nos referimos, situamos también con sentido simbólico y en relación con el tema de la muerte, la preparación del recipendiario, que antes de ser introducido en la Logia, reflexiona en una cámara oscura, pintada de negro, sin más mobiliario que una mesa rudimentaria, una tenue luz de vela, una calavera y unas cuartillas para escribir ciertas preguntas de orden filosófico trascendente y redactar un testamento filosófico o espiritual, que posteriormente se quema en la ceremonia iniciática propiamente dicha. La cámara tiene escritas en su pared determinadas leyendas, la más obligada es V.LT.R.I.O.L. —Visita interiora terrae. Rectificando invenies occultum lapidem—. Visita el interior de la tierra. Al rectificar encontrarás la Piedra escondida. Se suelen añadir otras del siguiente estilo: "Si una vana curiosidad te conduce aquí, márchate"..."Naciste para morir", en suma, de orden moralizante, pero con especial simbolismo sobre la muerte. Las Cámaras de reflexión más dotadas, suelen añadir una configuración en forma de gruta, catacumba o recinto sepulcral, y sobre la mesa un plato con cenizas, un gallo, un cuchillo mohoso y roto.
Abundancia de símbolos sobre la muerte, pero con sentidode fuerzas transmutadoras y transmigradoras, como lo expresa Sánchez Dragó —Gárgoris y Habidis— al estudio de la simbología céltica, traída a nuestra península por los druidas, y estableciendo la diferencia entre el cráneo y la caldera, en su simbolismo análogo, si bien "el cráneo por su forma de bóveda, alude a aspectos superiores del proceso biológico, mientras la caldera —abierta por encima— guarda relación con los movimientos inferiores de la naturaleza". Jung descubre diferencia entre psique y conciencia, para no caer en el error de que el hombre viene al mundo con una psique sin contenido, y que en años posteriores contiene solamente lo que aprende.
Considerada la psique como algo más que la conciencia, nos impulsa de modo instintivo a una actividad que trasciende la
muerte y tiene relación con la evolución de la especie, y que en otras especies zoológicas se observa a través de los instintos. La evolución de la especie, como algo que nace desde un inconsciente colectivo en el que participamos y nos determina a un intento de transmutaciones, por encima o más allá de nuestra propia muerte. Así se comprende mejor, al margen de toda fe religiosa, y sin perjuicio de ella, la expresión utilizada por Sánchez Dragó, de muerte con sentido transmutador, sin prescindir de otros alcances que el autor citado nos haya pretendido mostrar, pero lo entendemos en un sentido darwinista, si existen unas mutaciones biológicas ¿por qué no han de producirse psíquicas?
Se constata en la Antigüedad, la incorporación en ritos iniciáticos del problema ante la muerte. En los misterios eleusinos, donde su objeto fundamental es la adoración a diosas de la fertilidad (Demeter y Persefone) no se contempla sólo el propósito de obtener una mayor riqueza vivencial, por la abundancia que se ruega, también se utilizaba como preparación para la muerte. En el orfismo también toma función iniciática la muerte. El cristianismo establece la inmortalidad del alma y augura un destino de salvación. Desde el paganismo de la Antigüedad se comprueba el simbolismo, que desencadena un proceso iniciático con una consecuencia psíquica, a través de unos modelos que se repiten. Si hubo hombres que necesitaron la "violencia" del rito iniciático dionisíaco, otros aceptaban la sumisión de la disciplina ordenada y ceremonial del templo o gruta sagrada, como sugería la religión de Apolo. Pero la iniciación plena, abarca ambos temas y tiene siempre un propósito civilizador y espiritual a pesar de la explosión, brillantez, o violencia psíquicas, como sucede en las formas tremendistas del juramento masónico, y otros actos intimidatorios de la ceremonia, ojos vendados, espada contra el pecho, pruebas del sello, de la sangre, del agua dulce, que pueda haber en el rito, para reducir y ordenar la fuerza vital de la juventud, poniendo en marcha un proceso de análisis de transición de las épocas de la vida, preparando al hombre, a través del símbolo, para que se libere de inmadurez o fijeza en una forma existencial, desligándose o trascendiéndose a otras formas existenciales más maduras de su desarrollo. Y es curioso observar, cómo los viejos modelos, los mitologemas de la Antigüedad, se repiten en el hombre moderno. La Psicología profunda, ha hecho grandes descubrimientos al efecto. Es conocido el descubrimiento jungiano de los arquetipos "anima" y "animus" en el hombre y la mujer, como componentes de su psique, en el hombre por lo que tiene de femenino, y en la mujer por lo que tiene de masculino. De las funciones psicológicas que generan, nos remitimos necesariamente a las publicaciones del autor referido y sus comentaristas, pero destacamos que en "El hombre y sus símbolos" reconoce Jung, como actuaciones de "presión", del animus en la psique de la mujer, representaciones de demonios de la muerte, que afloran en la literatura, en el arte, en la ejecución de actos frecuentes día a día, y pone los ejemplos de figuras de "animus" negativo, como el personaje Barba Azul, de Gustavo Dore, o Heathelif, el conocido protagonista de la novela, y después película cinematográfica "Cumbres Borrascosas", explica que ese "animus" negativo se representa otras veces con carácter grupal, pandilla de bandoleros, y pone el ejemplo de la película cinematográfica "O cangaceiro". Con respecto al "anima", deforma análoga en el hombre, ejemplariza por sus aspectos en relación con la muerte, o sentido negativo, desde el ejemplo mítico teutónico de las lorelei, espíritus femeninos de las aguas que atraen con sus cantos al hombre hacia la muerte, hasta ejemplos del arte moderno, como la versión cinematográfica hecha por Cocteau, de Orfeo, en que la figura femenina actúa letalmente, llevando a Orfeo a su perdición, y en esa versión moderna del mito, es conducido por personajes con casco y gafas, como de motorista, que representan figuras tenebrosas del "mundo inferior".
Todas esas manifestaciones sobre la muerte y la comunicación con fuerzas inferiores de lo inconsciente, tienen el mismo significado psicológico que las correlativas incorporadas a las iniciaciones míticas, de la Antigüedad y en el paganismo. Además de los aspectos referidos a esos arquetipos "anima" y "animus", que podrían calificarse de negativos, pero quizás mejor como conexión con fuerzas o contenidos de un mundo inferior, Jung revela en sus análisis, unos aspectos positivos o de contacto hacia unas vías de realización gratificantes. El "anima" en el hombre puede ejercer una función de guía para su encuentro con el "si-mismo" en su "proceso de individuación". Es como una función vital que desempeña así ese arquetipo, al poner la mente del hombre a tono y en términos de recepción de sus valores internos escondidos o no reconocibles, desde el inconsciente. Y esta función positiva se produce, nos explica Jung, cuando un hombre toma en serio los sentimientos, esperanzas y fantasías enviadas por su anima y los fija de alguna forma, por escrito, en pintura, escultura, en arte, conducta, comportamiento creativo... aprovechando el material inconsciente más profundo, salido de sus honduras y conectado con materiales anteriores. Ejemplos de representatividad del "anima" con ese carácter arquetípico, son cuatro modelos que a la vez se corresponden con cuatro etapas de su desarrollo, Eva para la primera, como la mejor simbolización de relaciones puramente instintivas y biológicas. La Helena de Fausto, como nivel romántico y estético, aun caracterizado por elementos sexuales. La Virgen María, la diosa Kwan-Yin china, la Shakti hindú o la Fátima (hija de Mahoma) musulmana, como figuras que elevan el amor a niveles espirituales. El cuarto tipo simboliza la sabiduría que trasciende, incluso lo más santo o puro, ejemplo son la diosa Minerva o la Sulamita del Cantar de los Cantares.
Análogas funciones realiza en la mujer el arquetipo "animus" por lo que tiene de "hombre interior" dentro de su psique, pudiendo a su través personificar un espíritu emprendedor, atrevido, veraz, y en su forma más elevada de profundidad espiritual. En ambos procesos, el ser humano desarrolla la búsqueda y encuentro con el "sí-mismo", entendido, al modo como lo describe Jung, como un factor de guía interior distinto de la personalidad consciente, centro regulador que proporciona una extensión y maduración constantes de la personalidad.
Naturalmente, estamos haciendo referencia con todo ello al campo experimental humano llamado Inconsciente, hoy en día descubierto, tratado y definido por la Psicología moderna, como una realidad existente, como un campo de contenidos, pulsiones, tendencias, canalizaciones, no controlados por la actividad consciente. Si bien esa fenomenología ha sido estudiada por especialistas y escuelas, con diversos métodos e interpretaciones de lo que sea el Inconsciente y sus funciones.
Nos limitamos a referirnos a su existencia e influencia, y si hemos elegido un lenguaje y descripción de arquetipos jungianos, en cuya escuela puede parecer que asoman de alguna manera elementos románticos, míticos o con carga de cierta fantasía, como ocurrió con anterioridad a Freud, con las descripciones de Schubart, Kieser, Bergmaun y otros, la realidad es que desde que Freud depura el concepto haciendo lo posible por positivarlo científicamente, toma sustantividad propia en la Psicología. Y situados en ese campo experimental, nos encontramos con que la actividad mítica, su composición, a través de la interpretación simbólica, no prejuzga en nada su verdad o su falsedad, está en otra dimensión del acontecer, depara un modo de interpretar cuestiones radicales o básicas de importancia cosmogónica.