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Más que aprender, comprender

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La instrucción masónica tiene la particularidad de adaptarse a la condición, educación, y experiencia de cada sujeto. La mayoría de los nuevos eslabones son personas de especiales condiciones y prominente futuro, de otro modo, no habrían sido seleccionados para integrar una Logia. Pero sin ánimo de crítica, y salvo honrosas excepciones, la instrucción se confunde con improvisados y muy ligeros comentarios que usualmente decepcionar al aprendiz. La omisión es más grave aún, pues los rituales contienen mensajes simples pero contundentes que explican el significado y objetivos de cada grado. Solo leerlos y comentarlos en voz alta, sería suficiente para enhebrar en el ávido espíritu del aprendiz, la generosa propuesta de la masonería simbólica.


A propósito de ello, muchos rituales han sido modificados y en cada nueva edición se han cambiando sin escrúpulos los parlamentos originales, quienes así lo hicieron, jamás entendieron sus mensajes, o pensaron que el modernismo no permite perder el tiempo en veleidades anacrónicas para ellos incomprensibles. Generalmente son los mismos que consideran más importante la diversión social del refrigerio que el correcto aprendizaje de nuestras liturgias.


Tal vez es esa la razón de tanta ligereza en los medios cibernéticos, por supuesto que así como hay brillantes exposiciones, también hay preocupantes desaciertos publicados bajo la trillada licencia de la libre expresión.


Particularmente, cuando reviso mis liturgias, encuentro mensajes que, debido a las constantes y nuevas experiencias, modifican mi concepto. Es decir, el mensaje del ritual permanece incólume, no cambió para nada, simplemente evoluciono junto con las circunstancias. Por eso es importante no apartar de nuestras costumbres la periódica lectura de nuestras liturgias y su conveniente uso en el aprendizaje del Arte Real.


No pedimos la memorización sin entendimiento, pedimos el entendimiento como aprendizaje de vida que sirva para decidir consiente e inteligentemente nuestra actitud ante todos. Por ejemplo, sabemos que la verdad es una sola, sin embargo nuestras liturgias nos enseñan que el concepto cambia conforme cambia el ángulo desde donde la miramos. Y no es distinta, es la misma verdad, solo que nuestra cercanía a ella la hace mas grande, como nuestra lejanía la hace más pequeña. De pronto esta simple metáfora resulta intrascendente, pero muchas veces lo intrascendente e ignorado nos priva de entender luego lo difícil o lo sofisticado.


Mis viejos maestros usaban las liturgias para avivar nuestros conocimientos masónicos comentando sobre cualquier parte del ritual, de pronto analizaban el parlamento de la apertura, y era realmente agradable compartir con aprendices, compañeros y maestros, las opiniones de cada párrafo.


-¡Silencio en Logia HH:. míos!, ¿Qué significa esto para ustedes HH:.?


Se abría así el dialogo que tímidamente encendía la curiosidad de los asistentes. Las intervenciones enriquecían poco a poco el debate.


-¿Que debemos callarnos?, decía alguien.


-¿Qué prestemos atención?, -agregaba alguno.


-Yo pienso que se refiere a que es momento de meditar,-indicaba alguien más.


-Tal vez sugiere que dejemos atrás el mundo profano para ocuparnos del Arte Real, -agregaba otro


Y así, ante la casual falta de un trabajo que escuchar en Orden del Día, el V:.M:. buscaba optimizar, más que el aprendizaje, el concepto que la masonería entrega a sus adeptos a través de sus rituales, como una invitación a ser parte de una cultura diferente, de una condición especial, de una inteligencia que nos provea una verdadera emoción masónica, aquella que finalmente nos hace comprender que la lucha contra la ignorancia empieza por dejar de ser ignorantes, que la guerra contra la ambición consiste en jamás ser ambiciosos y que el combate contra la hipocresía, consiste en no ser hipócritas con nosotros mismos.


Mientras estos sencillos detalles no vivan en nuestros corazones, será fácil que el conflicto y el celo aíslen los sólidos eslabones de nuestra fraternidad, cuya fortaleza no consiste en ser poderosos por la fuerza, más bien en ser invencibles por la razón.


Ne Varietur HH: mios…

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