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MASONES Y SECTAS

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Junto al gran número de sociedades secretas que nacieron al socaire de la masonería, muchas veces creadas por miembros de la misma y con fórmulas extraídas de sus rituales, aparecieron también una infinidad de grupos extrapolados con bases doctrinales supuestamente religiosas.
Al ocultismo esotérico, que tanto juego dio en el siglo XVIII, se añadiría después la fiebre espiritualista llevada a sus límites más delirantes.
Así como de los movimientos místicos aparecidos en Europa habían surgido comunidades de efectos perniciosos, en Estados Unidos se generó un fenómeno paralelo con el nacimiento de las sectas religiosas.
Gran parte de sus fundadores procedían de la masonería y algunos de ellos lograron formar congregaciones que iban a alcanzar un enorme ascendiente en el conjunto social del siglo XIX, cuya prolongación ha llegado hasta nuestros días.
El origen de una de las sectas más extendida por América, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es decir, el mormonismo, se debe a la visión sobrenatural que experimentó Joseph Smith, un joven nacido cerca de Nueva York, quien desde 1820 afirmaba haber sido elegido por Dios y por su Hijo para transformar la Iglesia.
En 1842, convertido ya en "pastor y profeta" de la secta, se iniciaba en una logia masónica de Illinois fundada e integrada por mormones.
Tras una serie de peripecias en las que no faltaron transgresiones como adulterios, estafas y otras fechorías, Smith terminó en la cárcel, a punto de ser linchado, y finalmente fue asesinado, pero su congregación ya había enraizado lo suficiente para sobrevivirle.
Otras comunidades nacidas con un influjo cierto de la masonería fueron las de la Iglesia Adventista, los Testigos de Jehová y la Iglesia de la Ciencia Cristiana.
La primera debió su auténtica propagación a una mujer, Ellen White, que se convirtió en el apóstol visionario de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, fundada por el granjero William Miller; su credo se basaba en el próximo advenimiento del fin del mundo, (profetizado en su momento para 1840, con prórrogas sucesivas al no producirse en las fechas señaladas) que sería continuamente pospuesto por la divinidad ante el buen camino emprendido por sus fieles seguidores. Hasta la fecha, continúan preparándose "espiritualmente" para su llegada indefinida.
Los Testigos de Jehová deben su comunidad a la iniciativa de Charles T. Russell, que se sintió atraído por la filosofía esotérica de la masonería, en la cual ingresó, y también por la doctrina de la Iglesia Adventista, aunque decidió aplicar por su cuenta algunas modificaciones.
Así fue como acabó siendo el pastor de una nueva colectividad doctrinal. Su postulado seguía las presunciones apocalípticas del adventismo, esta vez fachadas en 1914.
La coincidencia cronológica con la I Guerra Mundial reafirmaría durante su duración a los miembros de la secta, los cuales creyeron que a partir de la fecha en que terminó era cuando verdaderamente las almas comenzaron a entrar en el cielo. Para entonces habían olvidado al fundador y su licenciosa vida.
Con el paso del tiempo, los Testigos de Jehová se iban adscribiendo a una particular interpretación de la Biblia, recompuesta por primera vez por Russell en su obra "Estudios de las Escrituras", que no dejaría de producir constantes reformas y evoluciones.
También otra mujer, Mary Baker Heddy (esposa de un masón que mantenía vínculos amistosos con el creador de la Sociedad Teosófica), sería el alma de la Ciencia Cristiana, un sistema en contradicción absoluta con su nombre, pues niega la naturaleza divina de Jesucristo y su muerte redentora, además de prohibir a sus practicantes, entre otras cosas, cualquier tipo de asistencia médica.
Muchos de los símbolos que emplean proceden de la masonería y es significativo el hecho de que, a partir de la segunda década del siglo XX, entre los guías de la secta y los responsables de sus órganos de prensa hubiera un nutrido número de masones.
El siglo XX volvería a experimentar un resurgimiento de sectas y agrupaciones, inspiradas en las ciencias ocultas, los misterios antiguos, los dogmas religiosos y el satanismo.
De igual modo que la masonería ha generado por extensión sociedades, que se presumen masónicas, sin otra afinidad que la de llevar nombres de tendencias ocultistas en muchos casos ya desaparecidas.




© Pedro Aguilera. (21 - abril - 2015).



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