JUAN I – 1 EL "LOGOS"
"En principio era el Verbo (Logos)". Sobre este primer versículo del Evangelio juanítico, los masones apoyamos la escuadra que simboliza el criterio de la Razón, y abren el compás de la Comprensión.
Como principio esencial y fundamento eterno de toda cosa, existe primeramente un Logos o Verbo, o sea una Idea Arquetípica de la cual la Palabra es el símbolo y que se hará carne en su expresión exterior, en el mundo de la existencia relativa.
Dado que nos proponemos estudiar la esencia misma, de la Masonería, o sea el espíritu que la anima y le da vida, más bien que sus formas exteriores, y éstas sólo incidental y subordinadamente, debemos comenzar con tratar de escudriñar y penetrar ese Verbo, símbolo de la Idea que en ella se encarna.
Toda idea está, pues, unida íntimamente con una palabra (o conjunto de palabras, que semánticamente la simbolizan), que tiene el poder de evocarla, además de ser el medio o vehículo que sirve para su expresión efectiva.
Por lo tanto, un estudio suficientemente profundo de las palabras que se usan en una determinada corriente de pensamiento, en un cualquier movimiento u organización, es el medio más adecuado para ponernos en íntimo con- tacto y hacernos comulgar con el espíritu, que los anima.
En ese sentido, todas las palabras son secretas y sagradas, pues, además de su significado ordinario, vulgar y exterior, tienen inherente en sí mismas, en un estado latente, otros sentidos o valores espirituales y vitales, que tiene que descubrirse iniciándose en su comprensión.
Y sólo cuando sepamos apreciar debidamente su valor, estaremos en condiciones de entender lo que realmente quisieron decir muchos escritos, que de otra manera quedarían para, nosotros como si fueran en idiomas incomprensibles: hasta podrían considerarse como locuras o puerilidades sin ningún sentido, como ha sucedido y sucede con muchas creencias y tradiciones antiguas.
Para volver a nuestro tema, la palabra Masonería es el primer "logos" que ahora nos compete estudiar. Esta palabra es simbólica, derivando del bajo latín macio (relacionado etimológicamente con el alemán Metzen y el francés mazón), que significaba originariamente "cortador de piedra", y por consiguiente, también "albañil" o constructor; pero, más propiamente constructor de aquellos edificios arquitectónicamente planeados, en que se necesitan y se emplean piedras cortadas.
Por lo tanto Masonería significa materialmente construcción hecha de piedras cortadas., y también denota el arte y la inherente capacidad de producirla.
En latín se han usado como términos equivalentes respectivamente structura (construcción) y Ars Structoria, el Arte del Constructor.
De aquí que la idea fundamental que se relaciona con la palabra Masonería sea la de construcción, con el tríplice sentido de "edificio levantado de acuerdo con las reglas del arte*', "obra de construcción, actividad constructiva o acción de construir", "Arte de la Construcción, como íntima fusión y realización individual y tradicional de la Ciencia y de la Experiencia, que se revela estáticamente y se expresa dinámicamente en los dos sentidos anteriores".
Con un símbolo familiar a todos, masones y profanos indistintamente, podemos representar estos tres sentidos de efecto o resultado estático, actividad dinámica e inteligencia constructiva (estática y dinámica al mismo tiempo, pues igualmente se revela en la obra hecha y en su producción), por medio de los tres puntos, el primero a la izquierda, el segundo a la derecha y el tercero por encima y en medio de los dos, como el arquitrabe sobre las dos columnas en la más simple obra arquitectónica.
En estos tres puntos tenemos los tres aspectos inherentes e inseparables de toda construcción humana: el primero no puede existir sin el segundo, y los dos derivan del tercero, como causa o principio permanente, de los que son respectivamente medio y efecto, o sean sus expresiones en el tiempo (acción) y en el espacio (resultado visible).
El punto superior (o causativo), cuando se considere impersonalmente, es comparativamente eterno, existiendo independientemente de sus dos manifestaciones transitoria y contingente, como valor espiritual inteligente, capaz de reproducirse indefinidamente, en y .por medio de la dicha pareja que se le acompaña en toda particular construcción.
Ahora, si consideramos al hombre, como ser inteligente en la naturaleza que lo rodea, y relacionamos su actividad en general —de la cual la de construir es una especie de prototipo simbólico — con el medio en que tiene lugar, podemos ver que, cualquiera sea lo que hace, todo se reduce, en el fondo, a modificar —de acuerdo con una Idea o un Ideal íntimamente concebidos— todo aquello que se encuentre exteriormente al alcance de sus posibilidades.
En todo caso, utiliza, labra o moldea, de acuerdo con su inteligencia y su capacidad material de hacerlo (los medios de que dispone) la materia prima que se le ofrece, en la que imprime el sello o carácter de su misma obra. Pero, esa "materia prima", aunque relativamente estática y pasiva, inerte y sin vida, es algo que la naturaleza ha producido y está produciendo continuamente.
Es una obra a su vez, y un resultado de la actividad constructora de la naturaleza; y si la estudiamos atentamente nos revela una disposición inteligente y armoniosa en toda su estructura y en sus partes, así como también en sus diferentes propiedades, hasta donde alcance la penetración de nuestra inteligencia: ya se trate de una piedra, o de un tronco de árbol, o de cualquiera otra cosa u objeto natural.
Si de esta manera estudiamos todo lo que ha sido producido y produce la naturaleza, la superficie de la tierra, las rocas, las diferentes especies minerales, vegetales y animales, la disposición geográfica de los ríos y de los mares con relación a los continentes y a las tierras que los componen, nuestro globo en su conjunto y en sus movimientos, con relación a los demás planetas y al sistema de que es parte, el movimiento y la disposición de las estrellas fijas que componen otros tantos sistemas solares y siderales.
Y finalmente el universo en su totalidad, y en la evidente armonía que se descubre entre los diferentes elementos de que se compone, vemos aquí igualmente una obra continua, incesante, ininterrumpida, de acuerdo con un ritmo que revela, en el conjunto y en todas sus partes la realización, progresiva de un plan inteligente, del que las llamadas leyes naturales no son sino aspectos particulares.
En otras palabras, el universo y toda la naturaleza nos revela que, según las palabras de Virgilio, Mens agitat molem.
Y todo lo que en un principio puede aparecemos como un efecto puramente "casual" sólo patentiza nuestra ignorancia de la ley causativa que lo produjo, y que se descubre por medio de un estudio más atento y completo.
Ese plan, inteligente aparece en la complicada y ordenada disposición de los electrones y protones que componen los átomos, en la arquitectura geométrica de los cristales, en la asombrosa complicación estructural de las moléculas orgánicas, en la disposición armónica de los órganos y partes de todo organismo, en el canon estético al que tiende instintivamente toda forma orgánica, en el orden y en la armonía que reglan el ritmo de las estaciones y el movimiento de los astros y de los átomos.
Finalmente en la ley de evolución que hace crecer y progresar toda forma de vida, hacía una expresión siempre más plena, completa y perfecta de sí misma, en que se revela y se hace patente una idea o Logos preexistente y latente, como la planta en la semilla.
Resulta de esto que todo el universo es una construcción, y puede parangonarse a un inmenso edificio que se desarrolla progresivamente según su propio plan interior, expresión armónica y ordenada de un principio inteligente, de una Inteligencia Inherente, que no cesa de ser tal cualquiera sea el nombre que se le dé —ya sea que se llame Ley Natural o Principio Geométrico. Dios o Creador, o bien según la terminología platónico-humanista y masónica Geómetra, Plan Arquetípico, Sofía o Sabiduría, o Gran Arquitecto del Universo.