FUENTE:Contrapunto El Semanario de Quintana Roo
Les solicitamos QQ.’.HH.’. a que nos acompañen en esta aproximación que no pretende más que actuar como una invitación a mirarnos hacia adentro y expandir nuestra espiritualidad más auténtica.
El Aprendiz masón ha de lograr dominar y controlar la palabra.
El Compañero ha de dominar el pensamiento y las pasiones.
Pero el Maestro habrá de dominar sus instintos, el poder del mal, la miseria y la propia muerte.
Para ello, deberá emprender la lucha contra la mentira, la ignorancia y la ambición, restos atávicos de nuestra imperfecta naturaleza humana.
Los Maestros que recibimos a un nuevo Maestro, debemos estar seguros de que el mismo será capaz de triunfar en esta difícil tarea. El Maestro masón deber ser la quintaesencia del Simbolismo, el producto terminal de su enseñanza, el resultado exitoso de un proceso de instrucción teórica y vivencial.
Su exaltación debe obedecer a la convicción de parte del V.’. M:. y de la Cámara del Medio, de que el H.’. será capaz de ser custodio fiel de la Doctrina masónica, de sus tradiciones, y de que es un verdadero librepensador, capaz de modificar el mundo en que vive, al servicio de la Virtud y la Verdad, entre otras cosas.
No es poco lo que se pide al Maestro masón. Este hecho debería hacernos reflexionar mucho antes de conceder el grado. No basta estar al día con el Tes:., la antigüedad y una asistencia regular, así como algún trabajo de Compañero presentado en nuestras escasas tenidas de 2º Grado. Sólo deberían ser exaltados quienes posean las cualidades de ocupar el cargo de Venerable Maestro de Logia en el futuro. Lo indica el Ritual.
Muchas veces hemos reflexionado en la Institución sobre una “crisis de Maestría”. Sobre que nuestro sistema de instrucción, tradicional, cumplido en el “nicho” de nuestras Logias, adolece de carencias tales que el resultado final de la misma lleva a que los Maestros se orienten a delinear tres perfiles imperfectos:
1. Maestros especulativos puros: Cultores de una línea esotérica filosófica, desprendida de la realidad y casi intemporal.
2. Maestros operativos puros: Interesados sólo en la trascendencia de la Orden en el mundo profano.
3. Maestros ritualistas puros: Cumplidores a rajatabla de las normas, usos y costumbres, y exigentes fiscales.
Pero los tres perfiles son imperfectos, pues toda esta visión maniquea y reduccionista de la Orden es incompleta, y a nuestro entender, equivocada. No está mal que se enfatice en cualquiera de estos aspectos de la dimensión masónica de nuestro quehacer y formación, pero sí está mal cuando esa visión unidimensional de la Orden nos lleva a buscar y reclamar que la Masonería sea una secta filosófica, un partido político o una organización de servicio, o una religión, tan sólo.
Hay instituciones humanas y profanas muy dignas que cumplen con esos cometidos parciales, pero la Masonería tiene un cometido más amplio y pretende que sus miembros sean tan espirituales como hombres de acción, tan intelectuales y pragmáticos como observantes estrictos de nuestros sabios y trascendentes rituales. Por lo menos dos de estos perfiles son indispensables para perfilar un perfecto Maestro Masón, pero no se puede omitir del perfil operativo, como eje de nuestra identidad.
En ese sentido, afirmamos con frecuencia que la Masonería es una escuela de virtudes, la más amplia y completa escuela de hombres libres y éticos que ha existido en la Humanidad en todas las épocas. “La Masonería no se aprende sino que se debe sentir: no interesa saber de memoria los rituales o conocer los resortes ceremoniales que rodean los trabajos dentro del Taller, si todo se agota en eso y no se tiene en el Templo, y fundamentalmente fuera, en el ámbito profano en que cada uno actúa, una conducta masónica, una orientación masónica, un proceder masónico aplicado en sentido constructivo, de progreso, de avance, de liberación”.
Estas ideas nos aproximan mucho más al perfil del Maestro masón justo y perfecto. Debe ser capaz de:
– Discernir por sí mismo.
– Practicar el libre examen.
– Estar consciente de su propia dignidad.
– Ser amante de la libertad, de lo bello, lo bueno y lo verdadero.
– Ser amigo de la duda filosófica.
– Ser conocedor de las facultades de que está dotado y de los medios para utilizar esas facultades.
– Ser capaz de realizar trabajos sistemáticos, de cultivar la Verdad conocer los métodos para encontrarla y aplicar esos métodos al estudio de la vida y de la muerte.
– Enseñar a los más subyugados a conquistar la libertad.
– Proclamar que los hombres y los pueblos deben mancomunarse entre sí con vínculos de fraternidad.
– Cada Maestro masón ha de ser capaz de iluminar su vida y la de los demás con grandes ideales.”
Creemos sinceramente que cada Maestro masón posee suficientes fuentes en la Constitución, los Antiguos limites, los Rituales y los Manuales, abundantes fuentes, además de su propia experiencia y la de sus maestros, para elaborar el perfil del Maestro justo y perfecto de nuestros días. Cuatro rasgos ineludibles:
1º Haber ingresado a la Masonería poseyendo la capacidad de cumplir con los fines de la Orden establecidos por la Constitución, leyes y decretos de la misma.
2º Haber recibido una instrucción masónica eficaz, que lo lleve a entender, aceptar y practicar la filosofía de la Orden.
3º Poseer y ejercitar efectivamente una ética de comportamiento social, personal, laboral y familiar intachable.
4º Practicar una militancia activa y gravitante en el campo del mundo profano en que le toca actuar.
Los fines de la masonería como Orden selectiva, la Masonería debería estar integrada, en cada comunidad – ciudad, departamento, país, región, continente, por los mejores hombres de la misma, en todos los campos imaginables. Y desde que proponemos a un profano para su ingreso, estamos depositando en él nuestra esperanza de que será un buen Maestro masón. Los dos primeros grados son preparatorios de la maestría. Tenemos que ser clarividentes en la selecci6n adecuada y oportuna de los nuevos ingresos.
Sabemos que el criterio de proposición apunta a que ingresen los “masones sin mandil”, y no nuestros amigos, nuestros socios comerciales o jefes, en el peor de los casos, o nuestros familiares, por el sólo hecho de serlo. Pero si los masones nos movemos en un ámbito de acción limitado, mal podríamos conocer a los profanos capaces de liderar funcionalmente a la sociedad en que viven, poseedores de una ética intachable y con sentido trascendente de la vida. Esos profanos, una vez ingresados, serán los HH.’. que regirán los destinos de las Logias y de toda la Orden, en el futuro.
La Masonería no es un partido político de accionar colectivo, por lo que no está interesada prioritariamente en la cantidad de miembros, sino en la capacidad de cada H.`. para incidir, por su fuerza espiritual, equidad e inteligencia, en el mundo profano, así como en su capacidad de cumplir los fines de la Orden, de su Constitución y de su Filosofía.
La Masonería busca adeptos, desde luego, pero su fuerza radica en el rigor de la selección, no en la velocidad de su expansión. Si el crecimiento acelerado es riguroso, bienvenido sea. Esforcémonos por lograr que todos los que deban ingresar, estén con nosotros. Pero también debemos esforzarnos con tanto vigor por lograr que nadie que no deba estar permanezca, pues estarían neutralizando la tarea de todos.