FENIXnews(USA). ENERO, 03 del 2008. Hemos visto en estos días como una telenovela mexicana llamada PASION, nos trae algunas sorpresas. La última fue el velorio de Don Timoteo (Germán Robles), donde no se vio sacerdote. En cambio se leyó una oración invocando al Gran Arquitecto del Universo. Luego, en su testamento el viejo ladino reconoció ser miembro de una logia masónica a la que legaría su fortuna si su viuda Camila (Susana González) la rechazaba. Resultó extraño oír de masones en la América colonial. ¿Acaso el Santo Oficio permitía su existencia? y mas aun se hable del tema tan abiertamente en una telenovela.
A diferencia de las otras entregas de la trilogía de época de Carla Estrada, Pasión es una novela poco religiosa. Aquí no hay sacerdotes bonachones como en Amor Real ni frailes sádicos y entrometidos como en Alborada. Aparte de darle prematuramente los Santos Oleos a Santiago (Sebastián Rulli), el párroco de San Fernando brilla por su ausencia. Se dijo que la iglesia prohibía el derecho de la pernada, pero ningún sacerdote vino a amenazar a Don Jorge (Juan Ferrara) con la ira del infierno.
Será porque en San Fernando la ley y autoridad están en manos del Regidor y de sus secuaces, pero también porque hasta ahora la acción de la telenovela tiene lugar en ese pueblo perdido o en espacios no hispanos como son la isla francesa La Mariana, o Jamaica y el barco del Antillano (Fernando Colunga), estos últimos pertenecientes a la corona británica. Ninguno de estos espacios son cercanos al Santo Oficio ni a la religiosidad extrema asociada con el mundo ibero de la época.
Nadie en la familia del Antillano parece muy devoto. La iglesia es más lugar de reunión social que de de devoción. Fray Gaspar (Eric Del Castillo), padrino del Antillano, tiene más deberes políticos que eclesiásticos. Don Timoteo aunque asistía a misa se notaba que era un incrédulo, incluso le dijo a su sobrino que antes de meterse a pirata, mejor se hubiera hecho a fraile. “Total a los frailes se les perdona todo.” Este comentario aparte de evidenciar el desprecio del viejo por los representantes de la iglesia, también muestra la visión dieciochesca de la decadencia de la religión tanto como institución como de representante de la verdad y virtud. Estas quedan en manos de científicos y filósofos racionalistas que darán al siglo su nombre: La Era de la Razón.
A pesar de esto, resultó sorprendente el velorio de Don Timoteo. Las plegarias no estaban en latín, no se vio un sacerdote, ni cruces por ningún lado. En cambio, un señor recitó en castellano una invocación al “Gran Arquitecto del Universo.” Esto convertía el velorio en una ceremonia masónica. Para mayor clarificación, en su testamento Don Timoteo reconoció pertenecer a una logia a la cual heredaría su fortuna si Camila no la aceptaba. Pero, ¿masones en el Caribe del Siglo XVIII?
Como se puede apreciar somos un tema de interés hasta para hacer telenovelas… ojo!!!
A diferencia de las otras entregas de la trilogía de época de Carla Estrada, Pasión es una novela poco religiosa. Aquí no hay sacerdotes bonachones como en Amor Real ni frailes sádicos y entrometidos como en Alborada. Aparte de darle prematuramente los Santos Oleos a Santiago (Sebastián Rulli), el párroco de San Fernando brilla por su ausencia. Se dijo que la iglesia prohibía el derecho de la pernada, pero ningún sacerdote vino a amenazar a Don Jorge (Juan Ferrara) con la ira del infierno.
Será porque en San Fernando la ley y autoridad están en manos del Regidor y de sus secuaces, pero también porque hasta ahora la acción de la telenovela tiene lugar en ese pueblo perdido o en espacios no hispanos como son la isla francesa La Mariana, o Jamaica y el barco del Antillano (Fernando Colunga), estos últimos pertenecientes a la corona británica. Ninguno de estos espacios son cercanos al Santo Oficio ni a la religiosidad extrema asociada con el mundo ibero de la época.
Nadie en la familia del Antillano parece muy devoto. La iglesia es más lugar de reunión social que de de devoción. Fray Gaspar (Eric Del Castillo), padrino del Antillano, tiene más deberes políticos que eclesiásticos. Don Timoteo aunque asistía a misa se notaba que era un incrédulo, incluso le dijo a su sobrino que antes de meterse a pirata, mejor se hubiera hecho a fraile. “Total a los frailes se les perdona todo.” Este comentario aparte de evidenciar el desprecio del viejo por los representantes de la iglesia, también muestra la visión dieciochesca de la decadencia de la religión tanto como institución como de representante de la verdad y virtud. Estas quedan en manos de científicos y filósofos racionalistas que darán al siglo su nombre: La Era de la Razón.
A pesar de esto, resultó sorprendente el velorio de Don Timoteo. Las plegarias no estaban en latín, no se vio un sacerdote, ni cruces por ningún lado. En cambio, un señor recitó en castellano una invocación al “Gran Arquitecto del Universo.” Esto convertía el velorio en una ceremonia masónica. Para mayor clarificación, en su testamento Don Timoteo reconoció pertenecer a una logia a la cual heredaría su fortuna si Camila no la aceptaba. Pero, ¿masones en el Caribe del Siglo XVIII?
Como se puede apreciar somos un tema de interés hasta para hacer telenovelas… ojo!!!