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LA VERDAD Y MISTERIO


Por el Q:.H:. Antenor Orrego Espinoza

El órgano espiritual para la captación del misterio es la fe, porque no se trata estrictamente de la captación de la verdad que pertenece a la esfera de la razón o del entendimiento. Las realidades del misterio religioso o místico no pueden asirse con la inteligencia. Pertenecen a una dimensión extra lógica en que no opera la estructura de las categorías racionales.

El entendimiento frente a ellas debe quedar en suspenso, sumirse en la pura y atenta contemplación, sin raciocinio alguno, esperando que se encienda en la conciencia la llama espiritual. Si ésta se alumbra le llega a la inteligencia una luz que no puede ser aprehendida lógicamente, pero, que le permite asir ciertos aspectos de la realidad que antes le eran inaccesibles y que puede expresarlos entonces ejercitando el entendimiento, que adquiere una agudeza de penetración que antes le era imposible alcanzarla.

El entendimiento así clarificado toma transparentes a las realidades que toca, vence así la anterior impermeable oscuridad que se alzaba como barrera infranqueable. La contemplación en su momento culminante es amor iluminado y la inteligencia misma se trasmuta con ella en amor, en su plenitud de efusión, es decir, en genuina sabiduría humana, que es la proyección en el hombre de un conocimiento que le llega de una fuente desconocida, cuya esencia permanece siempre insondable para nosotros y que sólo nos toca en rápidos vislumbres. Entonces asimos algo que puede llamarse revelación a falta de otra palabra que pueda expresarla.

De esta suerte, por ejemplo, el espíritu del hombre alcanza el misterio de la creación estética, que es impenetrable por el entendimiento y las categorías lógicas. Ante la Novena Sinfonía de Beethoven, la inteligencia queda en suspenso, en actitud atenta de recepción, a la espera de que llegue la llama espiritual que encienda la comprensión interna. Al misterio de la realidad estética, como a todos los otros misterios, se llega sólo por la fe -que sabe con certeza que allí donde opera existe una realidad- y jamás por el ejercicio categórico, inferente y discursivo del entendimiento.

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