Por el Q:.H:. Antenor Orrego Espinoza
Pensador o poeta, recompone y unifica el Universo. Lo retrae hacia su primigenia candidez y frescura, como niño; lo proyecta hacia su ulterior unificación y armonía, como hombre.
La naturaleza busca ávidamente esta recomposición, trabaja obscura y tenazmente por la unidad. Los ensayos fracasan o abortan, casi siempre, en el sentido de que no se cumplen todas las posibilidades; pero, en algunos, se produce una faceta en que el todo se recompone dándonos la emoción de una relativa plenitud. Tenemos, entonces, la certidumbre de que ha nacido un creador, de que estamos en presencia de un vehículo de eternidad. .
Tal, para mí, el artista: Unificador, Concertador, Armonizador, Revelador. .
Yo, hombre, estoy dentro del éxito o del fracaso de las fuerzas vitales. Con mis pensamientos y mis acciones ensayo o intento mi manera de Universo. «Nada más que maneras expresan lo distinto», ha dicho Darío.
El hombre-niño que puede haber en mi, mi hombre-niño lograra retraer y proyectar al hombre; mas aun, lograra retraer y proyectar, a través del hombre, una manera de la Vida y del Cosmos?
¿La Manera? Este es el hecho más trascendental, más desolador y trágico de la vida. El Universo al ser expresado se reduce a sus elementos más escuetos: se estiliza. El Universo a través de un hombre es solo un estilo. Toda expresión entraña una limitación. El arte, aún el más puro y el más alto al aprehender una parcela de la vida prostituye y rebaja la presencia silenciosa y fluida de ser. ¡Imposible asir el conjunto fluyente y vivo! Cada expresión es un poco de muerte; nuestro conocimiento se alimenta de cadáveres, es impotente para asimilar la desnuda y cruda integridad del Universo. Si mirarnos con ojos de lujuria no podremos percibir la castidad de una doncella desnuda. Y el hombre al expresar el Universo pone siempre algo de concupiscencia. ¡Oh el dolor de esta limitación; oh el dolor de la manera, oh el trágico dolor del estilo!... Lo que separa al hombre de Dios es el estilo. Si conociéramos sin estilo seriarnos la Omnipotencia, la Omniciencia. Prometeo pervive constantemente en cada uno de nosotros.
¿Mi manera? Acaso la vean mis lectores; acaso nada más que uno, dos, tres... Acaso ninguno. Acaso no la vea ni yo.
¿Quien esta dentro de la eternidad y quien fuera de ella? ¿Quien es el Elegido que esta capacitado para saberlo?...
¿Quien aquel que haya logrado distinguir entre su perspectiva de Presente y su perspectiva de Eternidad?
Ante esta trágica alternativa ¿que me queda sino ir a la busca del comprendedor que me ame, a riesgo de encontrar solo al juzgador que me niegue o a la indiferencia que silencie?
O, tal vez, pese a mi esperanza, ni amor, ni odio, ni silencio.
En ese trance, oh Dios mío, pido con todas mis entrañas de hombre que no estreches mi conocimiento hasta el punto de desconocer la grandeza, la bondad y la revelación que pasan junto a mi. Porque ante todo, ¡oh Dios mío! enriquecerme cada vez mas, enriquecer mi conocimiento y mi amor.
Así sea.
En cada ser la vida total del Universo, la entidad cósmica, intenta realizar la probabilidad de una unificación. La nebulosa, desde lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño, está siempre ávida de una determinación, más propiamente, de su determinación. El devenir vital avanza incesantemente hacia la individualidad, porque el individuo, a su modo, es el Cosmos concertado, rehecho en armonía integral. Si hay un vértice hacia cuya multifacética concreción aspira el dinamismo vital en conjunto, este vértice es Dios. El hombre, partícula de esta Potencia, vehículo de esta Eternidad, no puede eludir este destino hacia cuyo cumplimiento conspira con todas las fuerzas de su conocimiento.Decir conocimiento es decir máxima pureza y es decir, también, máxima conciencia. Lo uno, siendo fundamentalmente niño; lo otro, siendo plenariamente hombre. Tales los dos extremos en que se polariza el espíritu del creador. Como fuerza interior o subjetiva: pensamiento; como fuerza exterior, dinámica o corpórea: acción.
Conocer, he allí, la sola empresa digna del hombre y he allí, también, el secreto de su felicidad. Nuestra tristeza es, las más de las veces, carencia de conocimiento; y siempre insuficiencia de conocimiento. ¡Conocer, conocer siempre, conocer más, he aquí suprema voluptuosidad y la entera embriaguez! ...
Pensador o poeta, recompone y unifica el Universo. Lo retrae hacia su primigenia candidez y frescura, como niño; lo proyecta hacia su ulterior unificación y armonía, como hombre.
La naturaleza busca ávidamente esta recomposición, trabaja obscura y tenazmente por la unidad. Los ensayos fracasan o abortan, casi siempre, en el sentido de que no se cumplen todas las posibilidades; pero, en algunos, se produce una faceta en que el todo se recompone dándonos la emoción de una relativa plenitud. Tenemos, entonces, la certidumbre de que ha nacido un creador, de que estamos en presencia de un vehículo de eternidad. .
Tal, para mí, el artista: Unificador, Concertador, Armonizador, Revelador. .
Yo, hombre, estoy dentro del éxito o del fracaso de las fuerzas vitales. Con mis pensamientos y mis acciones ensayo o intento mi manera de Universo. «Nada más que maneras expresan lo distinto», ha dicho Darío.
El hombre-niño que puede haber en mi, mi hombre-niño lograra retraer y proyectar al hombre; mas aun, lograra retraer y proyectar, a través del hombre, una manera de la Vida y del Cosmos?
¿La Manera? Este es el hecho más trascendental, más desolador y trágico de la vida. El Universo al ser expresado se reduce a sus elementos más escuetos: se estiliza. El Universo a través de un hombre es solo un estilo. Toda expresión entraña una limitación. El arte, aún el más puro y el más alto al aprehender una parcela de la vida prostituye y rebaja la presencia silenciosa y fluida de ser. ¡Imposible asir el conjunto fluyente y vivo! Cada expresión es un poco de muerte; nuestro conocimiento se alimenta de cadáveres, es impotente para asimilar la desnuda y cruda integridad del Universo. Si mirarnos con ojos de lujuria no podremos percibir la castidad de una doncella desnuda. Y el hombre al expresar el Universo pone siempre algo de concupiscencia. ¡Oh el dolor de esta limitación; oh el dolor de la manera, oh el trágico dolor del estilo!... Lo que separa al hombre de Dios es el estilo. Si conociéramos sin estilo seriarnos la Omnipotencia, la Omniciencia. Prometeo pervive constantemente en cada uno de nosotros.
¿Mi manera? Acaso la vean mis lectores; acaso nada más que uno, dos, tres... Acaso ninguno. Acaso no la vea ni yo.
¿Quien esta dentro de la eternidad y quien fuera de ella? ¿Quien es el Elegido que esta capacitado para saberlo?...
¿Quien aquel que haya logrado distinguir entre su perspectiva de Presente y su perspectiva de Eternidad?
Ante esta trágica alternativa ¿que me queda sino ir a la busca del comprendedor que me ame, a riesgo de encontrar solo al juzgador que me niegue o a la indiferencia que silencie?
O, tal vez, pese a mi esperanza, ni amor, ni odio, ni silencio.
En ese trance, oh Dios mío, pido con todas mis entrañas de hombre que no estreches mi conocimiento hasta el punto de desconocer la grandeza, la bondad y la revelación que pasan junto a mi. Porque ante todo, ¡oh Dios mío! enriquecerme cada vez mas, enriquecer mi conocimiento y mi amor.
Así sea.