Medio día y media noche, dos momentos en el tiempo que me extrañan grandemente. Son extremos en la cuenta, pues en ellos cambian cosas, sin embargo en el día, pasan como sin verse. Medio día, la mitad, que divide inexorable. Medio día la mitad, pues no hay sombra ni penumbra, todo se ve claramente. Media noche la mitad, donde casi todos duermen. Tiempo extraño el del reloj, tiempo que no es evidente. Tiempo irreal, tiempo aparente, pues se cuenta linealmente. La verdad es de otra forma, ya que el tiempo es circular, no comienza ni termina, solo sucede inclemente.
Es el tiempo cosa extraña, que apareció de repente, fue primero, fue suceso inmediato a la existencia y por ello mandó en todo.
Para el hombre, es ansiedad manifiesta y evidente, pues él siente que se acaba, cuando lo ve rectilíneo. Sabe el hombre en su interior que la cuenta tiene fin y por ello lo ve irse, lo ve pasar sin piedad; lo preocupa y lo incomoda, pues no puede ver presente.
Ve el pasado como cuento, como suceso que cuenta lo que era y ya no es; como cosa que paso y por ello quedo atrás, solo sirve como historia, como registro inmortal, pues ya fue y no pasara más. Ve el futuro esperanzado, pues es oportunidad de que lo que fue malo; no lo sea más. Así el hombre entre recuerdo y esperanza, vive la tragedia de que la cuenta se acabará.
Pero, ¿Cuál es la verdad?